
1.El título tiene resonancias inequívocas. Nos viene a la memoria “La rubia tarada” y ese grito final de Luca Prodan que era el título original de la canción. Una canción que describía “Una noche en New York City” que se contraponía con el boliche de la esquina donde tomar ginebra con gente despierta. En algún momento del documental, esa discoteca top de los 80 aparece, se construye como imagen opuesta: un brillo artificial que se pretendía excluyente y exclusivo, una especie de refugio clasista hecho de rubixs y ropas caras. Paladium nace de allí: de la forma en que un rechazo individual dispara la reacción y logra instalar otro espacio, pero en el centro de la ciudad, que atrae y no excluye.
2.Pero también Paladium nace de un abandono. Y de una visión. De ese espacio vacío que había sido la Usina de los Tranvías y que a principios de los años 80 sobrevivía como depósito de autos (la estrategia más fácil para utilizar un lugar con el que no se sabe qué hacer). Juan Lepes vio algo, además del edificio. Vio que ese espacio podía ser otra cosa. Volver a ser una usina, pero de otro tipo de energías. La dibujó antes que existiera, antes de tener ese lugar. La pensó desde la nada para convertirla en un territorio que ahora, desde los recuerdos, se esfuerza en reconstruir. Los planos son más que el dibujo previsto: son la descripción en un papel de lo que en el futuro se construiría. Allí, en los planos, pero antes en la cabeza de Lepes estaba todo. De alguna manera, podía ver el futuro.
3.Paladium trajo el futuro a su presente. Abrió una fisura de hecho en donde empezó a entrar todo aquello que era, en sí mismo, un rechazo a lo viejo. Un espacio que fue un dancing gigantesco, pero con la idea de que permitiera el diálogo, el roce, el encuentro. Una pista de baile donde se puede hablar. Una tribuna donde todo podía pasar. Un escenario en el que podían tocar los grupos más importantes de la escena del momento (de Los Redonditos de Ricota a Los Twist, de Virus a Riff). Y todo ese espacio concebido para que pasara cualquier cosa en cualquier momento. Donde se hacía convivir la programación con la sorpresa. Lo que venía desde la organización empresarial y lo que surgía espontáneamente desde la gente.
4.Una noche en Paladium (Novick, 2025), en cambio, trae el pasado al presente. Lo hace, sí, desde el documental, pero especialmente desde la idea de revivirlo por una noche en un espacio similar como el Art Media. Lo que entiende Francisco Novick tanto en la organización de esa noche como en el documental es que lo que hay para recuperar no es un espacio ni los personajes que lo habitaban –aunque alguno como Willy Lemos lo haga- sino un espíritu que latía en su interior y que estaba dado por la suma, no por la individualidad, lo que lo volvía, por otra parte, intangible. No importan demasiado los hitos –en todo caso, el que sobrevive es el de la apertura- sino la forma en que dentro de Paladium, al decir de Pichón Baldinú, se producía “una alternancia artística”.
5.Narda Lepes, la hija de Juan dice que su padre hizo “un lugar para que exista”. Partir, entonces, de lo que no estaba, de lo que no había. Es la época en que el circuito under bulle, circulando entre Cemento y el Parakultural –que ya han tenido sus respectivos documentales- Paladium entra como parte de ese circuito, pero se diferencia: lógica empresarial, negarse al sponsoreo, pagarle a sus artistas. Hay algo complejo en esa lógica que se expone, pero que establece en cierta medida, que Paladium pueda verse como algo parecido a un milagro. Una concordancia entre lo empresarial y la libertad artística, entre la inversión privada y el arte que se permitía que surgiera entre sus paredes.
6.Sin embargo, hay peros. Cuando el documental parece encaminarse hacia lo celebratorio de la existencia y desarrollo de Paladium, los testimonios comienzan a registrar los movimientos de la sociedad en donde se inscribía. Si Paladium se constituyó como espacio con diversidades, donde podían convivir diferentes demografías porteñas sin discriminaciones, lo hizo a partir del entorno. Lo que los testimonios recuperan es la idea de la primavera alfonsinista como mito que chocaba con la realidad que se vivía en las calles. Porque las diversidades se visibilizaban, pero a la par, las razzias policiales se producían como una continuidad de lo que venía de la dictadura militar recién finalizada. Eso, y el despliegue de la cocaína en los años del menemismo fueron más que la cara oculta de un sueño, la amenaza que se cernía sobre los espacios artísticos y de cierta libertad.
7.Lepes no tiene una respuesta contundente a los motivos del cierre que nadie entiende ni entendió. El documental sugiere, sin explicitarlo, motivos probables, cuando yuxtapone en el montaje, la idea de que la noche empezó a ponerse más complicada con los recortes de diarios que reflejan allanamientos y clausuras que se sufrieron. Tampoco hay respuestas en José Luis Novick, padre del realizador y socio de Lepes. En verdad, en Novick padre no hay respuestas ni hay relato: hay una continua exclusión –del tema, de su figura- que busca escapar de la mirada. En verdad, Una noche en Paladium hace de esa elusión, de la forma en que Paladium se convirtió en una especie de fantasma en la estructura familiar, una leyenda que apenas registra una foto y que Francisco no pudo vivir por su edad. Ese enigma de Paladium puede ser resuelto en la conjunción de testimonios de quienes participaron de su génesis y desarrollo. Pero la incógnita Novick persiste, porque la historia de Paladium desde su lugar –ese que Smoje define como “un cómplice tapado; no quiere estar al frente, pero maneja todo”- se mantiene en el silencio. Un espacio que Novick no quiere ocupar, como la silla preparada para la entrevista nunca concretada –y que para los mayores evocará aquel spot de campaña que aludía a que “Hay una silla vacía…”.
8.Paladium dejó de existir. El intento de revivirla por una noche no es más que eso: un revival, un artificio, un desvío del presente hacia el pasado que lo ubica al borde del disfraz (la idea era que había que concurrir vestidos como en el año 1986). Porque las circunstancias y el lugar son irrepetibles (“No hubo otro lugar como Paladium” dice Willy Lemos) y porque ni siquiera las paredes del edificio subsisten: a diferencia de Cemento, aquí se terminó por demoler algo que debía ser un edificio protegido para dar lugar a un hotel internacional tan pulcro como silencioso. Una sola foto de la demolición sobrevive a la tristeza. “Fuimos un tajo en la ciudad y chau. Una generación y nadie se acuerda” dice Lepes apuntando a la cultura del olvido, de sepultar todo vestigio del pasado. El documental de Novick va contra eso, para que Paladium no sea un objeto olvidado, para que las generaciones que siguen sepan de su existencia y del espíritu que vivía entre sus paredes.
Una noche en Paladium (Argentina, 2025). Guion y dirección: Francisco Novick. Fotografía: Patricio Toscano. Edición: Natalio Pagés. Duración: 87 minutos.
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