1. El título tiene una referencialidad inequívoca: las pibas superpoderosas son parte de ese colectivo que se identifica con la reivindicación de las luchas del feminismo y de las diversidades sexuales en los últimos años. Sin embargo, desde un comienzo, parece establecer una relación, una forma de diálogo con otros documentales en los que esa temática no es central. Escuela Normal (Celina Murga, 2012), La toma (Sandra Gugliotta, 2013), El Nacional (Alejandro Hartmann, 2022) trabajan desde diferentes puntos de vista el espacio de la escolaridad secundaria. Pibas superpoderosas (Leonora Kievsky; 2023), se despliega en ese mismo espacio, apelando a una bifurcación: el reflejo de la militancia política y el de la militancia por los derechos de las diversidades, agregando una capa de análisis a la planteada en los documentales antes mencionados.

2. La centralidad es la del espacio en que se registran las acciones. La mayor parte de lo que se observa en el documental transcurre entre las paredes del Colegio Carlos Pellegrini. Se elige el seguimiento de tres alumnxs del último año para, desde allí, recuperar las formas de relación con el entorno. Los momentos en los que los personajes salen de ese espacio, al menos para la cámara son escasos: algunas marchas, el Encuentro de Mujeres en La Plata, una performance en un boliche. La idea que se impone desde las imágenes es de reemplazo: la noción de familia queda completamente desarticulada y es reemplazada por la noción de comunidad. Una escena cerca del final lo asume de manera implícita, cuando se hace referencia a los cambios que atravesó una división a lo largo de los años en la escuela y que los llevó de odiarse mutuamente a unirse.

3. Más que las ideas que expresan cada uno de esos tres personajes centrales, el documental se concentra en llevar a la pantalla la puesta en acción. Transmitir la sensación de una acción continua, desarrollada a partir del colegio. Hacer radio. Participar de reuniones en las que se tratan cambios que favorezcan al alumnado. Intervenir los espacios que se habitan. Desarrollar alguna forma de arte. Militar políticamente. La sensación es la de un frenesí en el que NADIE parece tener tiempo para detenerse. Como en la vida de los personajes, Pibas superpoderosas se afirma en la negación de los tiempos muertos.

4. También en la posibilidad del diálogo como única forma de superar las barreras entre las generaciones. La participación en la toma de decisiones, la presentación de proyectos de mejora educativa, en todo caso, son una parte de ese desarrollo. Pero también aparece en las clases que el documental registra. En una de ellas, se dialoga entre profesor y alumnos sobre los protocolos que tienen la Universidad de Buenos Aires y el Carlos Pellegrini respecto de situaciones de abuso. En esa escena no solamente se registra la dificultad que impone el miedo ante la situación de abuso, sino los cambios que se produjeron con el paso del tiempo, en los alumnos y en lo institucional. Un diálogo que, sin ser entre pares, remite a otro que se produce durante el Encuentro de Mujeres y donde la incomodidad ahora se plantea desde la perspectiva de la nominación de género y desde la imposición que se ejerce sobre ello. Una y otra escena repiten un modelo en el que el diálogo es una práctica que permite a las partes exponer posiciones, aunque no encuentren una solución inmediata a los problemas planteados.

5. Sin embargo, hay un punto en el que la elección que hace el documental puede resentir en parte su búsqueda. Durante las diferentes secuencias que se desarrollan en la previa a los comicios por el Centro de Estudiantes, hay una referencia explícita a cierta desmovilización estudiantil. El concepto parece quedar enunciado sin profundizarse en sus causas o incluso en la discusión de posturas que se contrapongan. Y es en ese punto que el diálogo que funciona en el resto de las relaciones que se establecen, ya sea en el colegio o en el Encuentro de Mujeres es abandonado: se asiste a los planteos que los militantes formulan a sus compañeros de diferentes años y divisiones de la escuela, pero no aparece la voz de éstos en ningún momento. Si se pretende señalar la desmovilización desde lo visual a partir de la imagen de algunos que prestan atención a los militantes y otros que están en otra cosa, esa simplificación termina afirmando una imposibilidad de encontrar un cauce para recuperar el interés. Lo que falta es la forma en que entra en diálogo la voz de la militancia con la de quienes permanecen en el llano. La pregunta es si entre esas voces ausentes no está la posibilidad de encontrar, al menos momentáneamente, la posibilidad de otras perspectivas poderosas en la defensa de las diversidades.

6. Para tratar de comprender esa situación compleja que se aborda sin poder resolverla, un par de escenas, desarrolladas ambas en la misma clase de Literatura. En la primera, el profesor señala el cambio que con los años se desarrolló en el interés por la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. Hay un señalamiento implícito de su implicancia: es la voz que empieza a decir a la mujer en un plano de igualdad con el hombre. Cuando en el final de esa escena, el profesor pregunta si alguien está interesado en hacer un trabajo sobre ella, el corte abrupto de la escena implica una respuesta negativa que no llega a formularse, pero que se palpa como sugerida, en tanto parece correrse del lugar asignado a lo no binario que encarnan las protagonistas del documental. En la segunda, una de las chicas señala que su idea es estudiar Derecho, para seguir algo que le sirva para defender los Derechos Humanos. Pero que no cree que pueda soportar mucho tiempo porque es muy diferente a ella. El profesor le responde, en primer lugar, que justamente debería estudiar esa carrera para poder enfrentar esas diferencias. “El mundo no se parece en nada a lo que es el Pellegrini”, remata, señalando una distancia entre el afuera y el adentro que puede funcionar como resumen de lo visto. El Pellegrini y las derivaciones que generan el surgimiento de una comunidad, tienden a atenuar las diferencias señalándolas en matices. Desde ese lugar, e incluso en las participaciones en marchas o encuentros, la relación de las protagonistas es siempre con iguales. Lo que no aparece es lo diferente que establece las tensiones que llevan a que la comunidad se perciba como algo más que una identificación personal y que son aquellas a las que deberán enfrentarse a partir del final de ese último año. En un punto, la comunidad puede convertirse más que en sentido de pertenencia y lucha, en estrategia de refugio entre pares. El problema es que el rechazo al contacto con la diferencia, al menos en el documental, está señalando una distancia que puede percibirse como problemática.

Pibas superpoderosas (Argentina; 2023). Guion y dirección: Leonora Kievsky. Fotografía: Julia Buratovich. Edición: Fernando Vega. Duración: 79 minutos.

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