1. El agite impresionante, imparable, del niño negro percusionista (el célebre Larry Wright), ligeramente bizco, sudando dentro del subte, en el comienzo del film, tocando y tocando sobre su tacho de plástico dado vuelta como metonimia (más que metáfora) de todo lo que va a venir después: New York, la epidermis del “sueño americano”, el porvenir precario del desplazado, la música, la burguesía con culpa de clase, las flores, la cosmópolis transitando -paranoica y orgánica- sin quedarse quieta, la falta de palabras, la comunicación por el ritmo, las márgenes (y sus marginales) del sistema, las miradas atentas (porque saben ver), los entuertos urbanos en el centro del imperio mundial, las personas cuya única geografía posible es otra persona, no un lugar (un espacio…) en especial por más que crean lo contrario.

2. El flequillo rubio de Georges (Gérard Depardieu) jugando, apenas, con el viento newyorquino; su mirada terrible pero enternecida, aniñada de una pureza que perdió hace mucho y que sólo mirándola a ella sentada -Brontë (Andie MacDowell)- puede volver a recuperar tras el vidrio del bar, esperando para arreglar la trampa que, claramente, todavía no sabe entramar.

3. El invernadero que quiere heredar Brontë en medio del pináculo de cemento moderno de la humanidad; el snobismo “típico” caducando -no obstante- lentamente, entre una paz merecida y una que cree merecer porque apasiona y no caretea.

4. Georges, en el restaurante, ante la vergüenza de Brontë (rodeada de sus amigos progres), trabajando de mozo, de inmigrante, de lo que suelen hacer los árabes, chicanos, sudacas, chinos, africanos y no los franceses en ese “primer mundo” invertido… ¿invertido?

5. La mirada de Georges (una que todo lo puede), tras la puerta abierta, justo antes de regalarle la bolsa con peces a Brontë.

6. Las excusas para los amigos progres de Brontë sobre por qué Georges está en New York con ella y la del “refugiado político” como la opción que mejor encaja, que siempre encaja “bien”, digamos, en estos casos, con esos amigos.

7. La calle de Georges, la necesidad de calle de Brontë: la pulsión sexual más antigua del mundo, la más inefable, la más complementaria, la más afrodisíaca al menos, la que hizo que en el Edén, primero, Eva se enamorara de la Serpiente y por eso comiera de la manzana; la que, por el contrario, hizo que Lilith dejara  a Adán en cierto punto aburrida, como hastiada.

8. Lauren (Bebe Neuwirth), la amiga rica con culpa burguesa de Brontë que sabe todo y de allí su pseudo rebeldía, pero que a la vez, no se anima a nada, de allí lo pseudo de su rebeldía justamente.

9. La belleza infinita de Brontë con el pelo mojado… eso, infinita.

10. El peinado a lo Margaret Tatcher de la señora Adler (Victoria Boothby) como rasgo de clase, de jerarquía casi. Oligarquía que le dicen acá.

11. Georges, el Fauré más equivocado (¡el más correcto!), dando su recital de piano, conmoviendo lo incomovible en ese departamento lujosos, en uno de los momentos más hermosos del cine moderno, del de todos los tiempos.

12. Las fotos truchas, en polaroid, montadas para el engaño al Estado, siendo tan hermosamente auténticas no por sus retratos, sino por el proceso de sacado, de revelado (en el íntimo sentido de la palabra).

13. El novio de Brontë, tan infumable como necesario para que la misma se diera cuenta de que el gran problema de su vida en los treinta y pico de años que lleva es que nunca vivió una pasión real; una pasión que realmente contara porque estremeciera (como la que vive con Georges en sus simulacros, en su lúdica mentira).

14. El error de Georges en el juzgado: el acierto para que Brontë, al fin, ¡viva!, se decida a hacerlo.

15. El final feliz (¿infeliz?) entre gritos de Brontë, besos necesarios, abrazos, caricias fugaces (eternas), oficiales de inmigración desorientados, la New York indiferente en su gris omnisciente, y las miradas que se siguen diciendo todo, como en el principio, con el vidrio del bar de por medio y el flequillo rubio de Georges, apenas jugueteando (ya sí) con el viento.

Matrimonio por conveniencia (Green Card, Estados Unidos, 1990). Guion y dirección: Peter Weir. Fotografía: Geoffrey Simpson. Música: Hans Zimmer. Reparto: Gérard Depardieu, Andie MacDowell, Bebe Neuwirth, Gregg Edelman, Robert Prosky, Mary Louise Wilson, Ethan Phillips, Lois Smith, Conrad McLaren, Ronald Guttman, Stephen Pearlman, Victoria Boothby, Ann Wedgeworth. Duración: 108 minutos.

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