La ópera prima de Sebastián y Federico Rotstein incluye escenas de sexo, violencia explícita, máscaras de látex, disfraces, juegos de poder y zombies. El derrumbe de una obra en construcción en la calle Camargo, en el barrio de Villa Crespo, deja 15 muertos y a los funcionarios públicos absueltos de toda responsabilidad tras el juicio por negligencia. La tragedia de Camargo funciona como hilo conductor de cinco historias independientes vinculadas al sistema educativo, el bullying, la pareja, la prostitución y el desamparo estatal.
Los acontecimientos de diciembre de 2001 y la tragedia de Cromañón de 2004 constituyen dos puntos de referencia para la película. Esas erupciones de descontento, angustia y ansiedad urbanas proporcionaron un notable archivo audiovisual del imaginario de una crisis social e institucional semejante. La película de los hermanos Rotstein localiza la crisis en la textura de la ciudad de Buenos Aires y adopta una perspectiva crítica-paródica sobre ese presente histórico.
El tema de la representación y de la sensación de una contemporaneidad, de una presencia ligada a los lugares públicos y a los vestigios de la modernización neoliberal, constituyen un leitmotiv característico de todo el film. El juego con la idea de una transmisión en vivo y en directo de imágenes reales, que se diseminan y proliferan en la televisión y en Internet, aparece de la mano de un grupo de snuffers que filman de incógnito a una pareja de amantes que va a un albergue transitorio; de una periodista que ingresa a un cementerio para registrar el juicio de la tragedia de Camargo y atestigua el regreso de las víctimas en forma de zombies que buscan venganza; o de un grupo de amigos/as que conversan sobre la veracidad de la película Terror Total Telo (TTT) filmada por el grupo de snuffers recientemente mencionado.
La credibilidad y la política de las imágenes se corresponden con el arco político que las contextualiza. El tema de la representación en Terror 5 gana territorialidad también en la presencia de espejos, binoculares, vidrios u otro tipo de filtros que deforman, distorsionan, duplican y trastocan las imágenes (o lo real de las imágenes). Y en ese juego se habilita la visibilidad de una anomalía, de una otredad que acecha y amenaza el orden del statu quo. En la trama, la figura del monstruo permite tratar temas sensibles dentro de nuestras realidades cotidianas tales como el bullying, la infidelidad, la prostitución, la rigurosidad del sistema educativo. Así, la venganza aparece como motor resolutivo de los conflictos sociales. Será una prostituta, un adolescente apodado despectivamente “virga”, un alumno maltratado por su profesor, y las víctimas de la tragedia de Camargo los que impartan justicia por mano propia.
La representación, lo real de las imágenes y la venganza reciben un notable tratamiento visual que combina claroscuros con la densidad de los colores saturados por parte de Marcelo Lavintman, director de fotografía de Pizza, birra, faso (Bruno Stagnaro y Adrián Caetano, 1997), Sólo por hoy (Ariel Rotter, 2001), Ana y los otros (Celina Murga, 2003). Los parámetros de tolerancia del espectador se ven desafiados ante la exhibición de actos de violencia explícita, ante la suciedad de la sangre que salpica la cámara y también ante la impunidad de unos funcionarios corruptos. Es clave que Terror 5 incluya explosiones de gore, elementos de carácter grotesco y mecanismos del splatter porque con ello consigue trabajar precisamente la relación maniquea entre lo sucio y lo limpio de una sociedad. La vulnerabilidad del cuerpo humano, las posibilidades teatrales de su mutilación y el reguero de sangre habilitan el juego con los alcances de lo monstruoso y los límites de tolerancia de la audiencia.
¿Hasta dónde somos capaces de aguantar semejantes atrocidades e injusticias? ¿Cuáles son nuestros límites? Esas son las preguntas a las que nos enfrenta una y otra vez la película de los hermanos Rotstein. Las historias de Terror 5 algunas veces logradas y otras no tanto –se peca del uso de ciertos recursos predecibles para el público que conoce los códigos del género– tienen un fuerte anclaje en referencias sociales concretas y cercanas. De esta manera, el empleo de elementos y mecanismos ligados al cine de terror, logra abordar aquello que se reprime: el monstruo humano que personifica nuestros deseos de justicia no se acepta socialmente en un mundo corrupto y conservador.
Terror 5 (Argentina/2016). Dirección: Sebastián y Federico Rotstein. Guión: Sebastián Rotstein; Nicolás Gueilburt. Fotografía: Marcelo Lavintman. Edición: Nicolas Goldbart; Federico Rotstein. Elenco: Rafael Ferro, Gastón Cocchiarale, Walter Cornás, Lu Grasso, Nai Awada, Julián Larquier, Edgardo Castro, Berta Muñiz, Juan Barberini y Marcos Woinsky. Duración: 74 minutos.
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