Malvinas es el acontecimiento reciente de la Argentina que más se asemeja a la historia sin fin: un espacio y un momento al que se vuelve una y otra vez para narrarlos bajo la forma de exploraciones desde diferentes perspectivas. Esos abordajes parciales revelan la imposibilidad de narrarlos desde la totalidad: la trama que se desarrolla a lo largo de los 74 días que duró la recuperación y la guerra es tan compleja como tentadora en el intento de seguir buscando hilos de los cuales tirar para encontrar historias.

En su gran mayoría, las ficciones y documentales que se hicieron sobre la guerra desde la seminal Los chicos de la guerra (aunque en verdad, la primera haya sido el documental de de Jorge Dente, Malvinas, historia de traiciones) intentaron abarcar la totalidad desde una generalidad algo difusa, o se desplazaron de ella hacia las historias individuales que pretendían funcionar como representativas. La mayoría abordaron Malvinas resaltando la tensión entre el entusiasmo inicial y el horror de la guerra como hecho, entre la supervivencia de los soldados en el frente y la angustia de los familiares en el continente, más allá de los resultados que se pudieran conseguir.

Lo que distingue a 1982-La Gesta es su enfoque, pocas veces abordado: el relato de Malvinas desde lo militar. En los años de la dictadura, Malvinas no tuvo su relato cinematográfico, como lo tuvo el Mundial 78 porque culminó en derrota militar y fracaso político y es el inicio del derrumbe del poder militar en la Argentina. En todo caso, su relato fue televisivo y en tiempo real, como se rescata y recompone en 1982, de Lucas Gallo. Tuvieron que pasar más de treinta años para que desde cierta marginalidad, Sandro Rojas Filártiga acometiera un díptico (Malvinas, aún esperan y El honor y la gloria) que recuperaba la mirada militar sobre Malvinas, dotándola de una crítica política más o menos explícita encarnada en los gobiernos democráticos de la posguerra.

1982-La Gesta recupera el gesto de Rojas Filártiga retomando el discurso con la intención de darle una mayor centralidad. Puede entenderse a la película de Canale como una puesta más prolija y con más recursos técnicos de aquellas películas: aquí hay al menos una búsqueda de imágenes de archivo y la utilización de animaciones para sostener los relatos orales que en las otras no existían. Sin embargo, hay algunos elementos que constituyen la centralidad de ambos relatos y que se repiten:

*La recuperación de Malvinas como una causa de unanimidad vuelve a apoyarse sobre la idea de la Plaza de Mayo colmada el 2 de abril vivando a Galtieri. Aquí Canale prefiere evitar lo discursivo para concentrarse en la imagen: lo que importa es la salida de Galtieri al balcón de la Casa Rosada y el gesto que lo emparenta con la tradicional liturgia del peronismo. La masividad totalizadora se refuerza con la puesta de dos testimonios que los refrendan. Que los entrevistados sean Favaloro y Fangio, dos íconos de la cultura popular argentina, incuestionables en lo suyo, reafirma la valoración de la reconquista desde sus lugares.

*El recorte del entorno en el que se produjo, en especial, la negativa a hablar de la dictadura militar o siquiera del gobierno surgido a partir de un golpe de estado. La naturalización del gobierno militar forma parte de una decisión de no incluir ningún tipo de referencia política explícita, para refrendar la idea de unanimidad.

*La tesis de que la guerra como hecho no fue consecuencia de la recuperación planificada de las islas, sino de un error de cálculo: la perspectiva militar sostiene que la ocupación se planteaba con la idea de forzar al Reino Unido a sentarse a negociar la soberanía, que ello implicaría que no iba a enviar a sus soldados para recuperarlas y que los Estados Unidos apoyarían a la Argentina.

*El trauma de la posguerra, centrado especialmente en la decisión de las Fuerzas Armadas de esconder a los soldados a su regreso y no permitir el reencuentro con el pueblo.

*La dimensión heroica establecida por la muerte: el héroe no es quien peleó y sobrevivió, sino los que dieron la vida por la patria en cumplimiento del juramento dado.

Como en las películas de Rojas Filártiga, las entrevistas constituyen el centro del trabajo, y en su mayoría han sido hechas a soldados de carrera -apenas aparecen dos conscriptos de la clase 62-. Esa elección permite centralizar el relato en la unanimidad descripta y buscada, en función del carácter de “voluntarios” que la mayoría de ellos expresan (es curioso que se resalte ese carácter cuando se presupone la obligatoriedad en una guerra para quienes siguen la carrera militar). La voluntad de ir a Malvinas entronca además con la “alegría” que manifiestan los entrevistados y que los detalles que se enumeran, tienden a reforzar (los que señalan que al llegar a Malvinas se arrodillaban y besaban el piso como lo hacía el Papa; el teniente que dice que la recuperación era un “sueño de adolescencia”). Es justamente esa decisión la que hace que el documental se desplace hacia la narración de lo militar entendido como un encadenamiento de batallas y acciones militares. El relato de los enfrentamientos ante las tropas inglesas restablece la idea de la disparidad de fuerzas que se pretende equilibrar desde la astucia e ingenio de los soldados argentinos. Solo en algún momento se atisba una mirada que parece romper con ese criterio (“Lo nuestro no era ni siquiera defensa. Se actuaba de acuerdo a lo que hace el enemigo”) pero que se vislumbra más como una consecuencia necesaria que como una decisión planeada.

Esa unanimidad apenas alterada impide la irrupción de una mirada crítica al menos sobre algún aspecto. El relato que se articula entre los soldados evita cualquier referencia cuestionadora, siquiera ante la evidencia de lo que se hizo mal (apenas se dice al pasar a que la rendición se produjo porque Galtieri no le enviaba a Menéndez lo necesario para combatir) hasta el punto que algunos señalan que se debía haber resistido más. No hay referencias a la limitación y deficiencia de equipamiento y armamento, a la escasa preparación de los conscriptos convocados ni a la dificultad para anticipar los movimientos del enemigo. Aún más, el relato tiende a la inversión haciendo de las carencias, virtudes y llevando hacia extremos paroxísticos la evaluación de lo que se pudo haber hecho bien. Entre las primeras, hay un momento interesante cuando se muestra la nula practicidad de las palas para hacer los pozos de zorro y se reconvierten en un aprendizaje continuo por la supervivencia. También aparece la mención a la alegría como motor indispensable para marchar a la guerra o afirmaciones paradójicas como que “nadie quiere más la paz que el hombre que se prepara para la guerra”. Entre las segundas, está quien plantea que la llamada “Operación Rosario” que terminó con la ocupación de las islas fue “una operación militar que no tiene parangón en la historia mundial” y quien sostiene que fue “la última carga de la caballería hispano católica contra el mundo anglosajón no católico”.

Queda claro que la intención del documental, más allá de situarse exclusivamente en el relato desde la perspectiva militar es recuperar a Malvinas como la última gesta patriótica de la historia argentina, implicando en ello la idea de que las únicas gestas son las que se libran mediante las armas. La idea de unanimidad alrededor de la causa es una mirada que se centra en aquel momento iniciático y que se pretende recuperar: como manifestación de un sector directamente involucrado en la lucha y como proyección a futuro hacia la comunidad (que sería, en palabras de los entrevistados, víctima del proceso de desmalvinización que siguió a la guerra). El problema de ese planteo es que está basado en el recorte del hecho, despegado de la historia –lo cual implica no solo la invisibilización del entorno sino la negación implícita de posturas divergentes de otros soldados intervinientes en el conflicto- y en la refracción a toda mirada que implique una (auto)crítica que permita ir más allá del incuestionable valor de quienes pelearon en el frente. Mientras tanto, esa visión permanecerá como relato parcial, demostrando a la vez, la imposibilidad de ponerlo a dialogar con otros discursos sobre el mismo hecho.

1982-La gesta (Argentina, 2022). Guion y dirección: Nicolás Canale. Fotografía: Osvaldo Ponce. Música: Lucas Córdoba. Duración: 82 minutos.

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