*Una pareja con su hija viajan en auto. En el trayecto, juegan a adivinar el nombre de los árboles que se ven al costado de la ruta. Pero el juego parece limitarse a la pareja: son sus voces las que articulan un diálogo entre nombres y aciertos. En el asiento de atrás, la hija parece sumida en el silencio y la indiferencia. Esa escena inicial define el territorio en el que se moverá la película: la existencia de mundos diferentes cuyo punto de contacto es una convivencia que en algún momento se tornará forzada y conflictiva. Si esa representación aparece señalada en la ubicación en el interior del vehículo, se reforzará en escenas posteriores, en especial cuando Gastón (Diego Velázquez) lleva a su hija Vera (Angeles Zapata) y su amiga Isa (Alfonsina Videla Benzo) -que no solo van atrás, sino que comparten el celular con los auriculares-. El final de esa escena inicial, sin embargo, no solo incluye la voz de Vera, sino que remarca esas pertenencias desfasadas: mientras los padres parecen concentrarse en lo que hay alrededor del camino (una mirada esencialmente escenográfica, casi de decorado), Vera parece comprender una más abarcativa y geográfica, en tanto es ella quien pregunta si no se pasaron del lugar donde debían ir.
*La siguiente escena reformula la inicial. Lo que podía entenderse como un viaje de paseo es, en verdad, una mudanza por motivos laborales. Gastón, ingeniero agrónomo, comienza a trabajar para los Pereda, dueños de campos donde se siembra soja, maíz o trigo. Su jefe inmediato es Raúl (Claudio Martinez Bel), con quien se escenifica rápidamente la pertenencia a mundos diferentes. El partido de pato en el que participa el hijo de Raúl señala una escena en la que la arquitectura de los planos remarca los ámbitos de pertenencia. Raúl y Gastón, que trabajan juntos, aparecen en el mismo plano; las respectivas familias de ambos aparecen en planos separados (para reforzar esa idea, el hijo varón de Raúl nunca aparece por fuera de su mundo de caballos y del pato). La posición de los hombres en esa escena, o en la que transcurre en el billar, señalan el intento de integración de Gastón en una estructura que le es ajena, pero en la que debe entrar por su trabajo. Por ello, aparece como contraste la segunda escena del partido de polo, cerca del final de la película. No solo porque ni Ana (Valeria Lois) ni Vera participan (su pertenencia ya no depende de Gastón y sus relaciones laborales) sino porque ya ni siquiera Gastón entra en el mismo encuadre que Raúl. Como si el momento de la pelea en la plaza hubiera puesto una distancia entre ambos.
*La evolución familiar termina en un desmembramiento. Gastón se mantiene en el espacio laboral –ver el llamado telefónico que recibe un domingo o los que llegan por las noches-, en el campo. Ana concentra sus energías en la casa y en su pequeña quinta. Vera organiza su mundo, antes que en relación con lo institucional –la escuela-, alrededor del taller de free style. Son mundos que van entrando en pequeñas colisiones que van poniendo distancias (escenificados en el pasaje que va de la cena familiar en la que hasta Isa participa a la llegada de Gastón a la casa vacía un domingo por la tarde) que en un principio están guiados por una perspectiva algo relajada y humorística (la mención de Ana a su diálogo con su “amigo” espantapájaros). Si algo se anuncia en un par de escenas (la mirada desconfiada de Gastón al grupo de free style en la plaza; el rapeado de Vera e Isa en el auto donde terminan diciendo que “el ingeniero solo piensa en el campo”) termina por desarrollarse a partir de la enfermedad de Isa que la lleva a quedar internada. Es un momento en el cual el tema amenaza con apropiarse de la totalidad de la construcción, pero la opción por naturalizar tanto el uso de agroquímicos como la respuesta de los jóvenes logra escapar de ese planteo. Pero esencialmente porque en El agrónomo (Turnes, 2024) se elige concentrar la acción en el distanciamiento que se va remarcando. A partir de la escena en la que ve desde la casa abandonada a la pareja de jóvenes que se va en moto, Gastón comienza a observar el universo de Vera como algo desconocido. Lo observa a distancia, lo espía, lo vigila: hay algo en esa observación silenciosa que excede la búsqueda de una explicación. La pelea en la plaza se convierte en un punto sin retorno, que queda simbolizado en la marca en el pómulo de Gastón. La expulsión mutua de esos universos se vuelve explícita, más cerca del final, cuando Vera le reclama a su padre que se vaya del hospital donde está internada Isa.
*A medida que avanza la película, se afianza el planteo original respecto de la ubicación de los personajes. Si la temática refuerza la tendencia (la naturalización de Gastón; la mirada más global de Vera) se hace más palpable a partir de una serie de detalles que se deslizan en la trama. La aparente neutralidad de Gastón expuesta ante el texto de los rapeos de Vera y sus amigos, se transforma en cuestionamiento ante pequeños hechos de microprotestas en forma de pintadas. Pero también se reafirma en la indiferencia ante la fumigación por aire a pesar del viento y basado en la necesidad de no perder una parte de lo plantado. La visión de Vera excede el entusiasmo y el compromiso juvenil con la enfermedad de su amiga, y le permite ver un todo más completo cuando menciona que hay otras personas como Isa que están internadas con síntomas similares. Algo de ese conflicto se transfiere, se vislumbra como parte de un entorno mayor, en la pelea en la plaza, cuando Raúl se enfrenta con prepotencia a Cimarrón (Lautaro Zera). De un lado, se plantea una oposición a un modelo, desde una protesta verbalizada, que encuentra como respuesta un intento de expulsión por la fuerza. Más allá de una interesante inversión del lugar común (Raúl es quien está borracho y quien genera la provocación, en lugar de los jovenes) lo que refuerza la escena es la imposibilidad de restablecer un diálogo que está cortado, antes que por las diferencias ideológicas sobre un tema específico, por la imposición pretendida desde una posición económica y social. Pero quizás el acierto mayor de la película se encuentre en la decisión final de no transformar el carácter del personaje central. Allí donde podía esperarse cierta vuelta redentora que permitiera recomponer los fragmentos familiares, en El agrónomo Gastón persiste en un camino ya trazado: la persecución a Cimarrón profundiza la distancia, ahonda la imposibilidad de restaurar un diálogo y reafirma al personaje bajo la esfera de lo laboral y en una dependencia personal de sus empleadores. No se trata ya de un temor a perder el trabajo, sino la consustanciación con ese modelo. La escena final, al día siguiente del incendio del silobolsa, con Gastón haciendo su trabajo en el campo en completa soledad, es la puesta en imagen definitiva de esa ruptura.
El agrónomo (Argentina, 2024). Dirección: Martín Turnes. Guion: Marcelo Pitrola, Martín Turnes. Fotografía: Danilo Galgano. Edición: Florencia Gómez García. Elenco: Diego Velázquez, Valeria Lois, Ángeles Zapata, Lautaro Zera, Claudio Martínez Bel. Duración: 72 minutos.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: