*”Dicen que somos tontas porque no hablamos”, dice una voz cerca del final de Wacay, mujeres del tabacal (Revollo, 2023), refiriéndose a las mujeres del Norte Argentino. Y agrega enseguida: “No hablamos porque tenemos miedo”. Ese miedo que no se nombra como tal pero del que se expone su existencia (¿por la condición de mujeres? ¿Por la explotación laboral que sufren?) es el que viene a conjurar el documental. Porque se ofrece como forma de recuperar esa voz oculta, metida hacia adentro por los miedos. Voces que exponen una aridez que se multiplica, entre la rigurosidad del trabajo, el clima y las complejidades de las relaciones familiares. En un extremo aparece el trabajo en las haciendas de tabaco –o como señalan algunas voces, en la caña de azúcar, en las viñas o en los olivares, resaltando el nomadismo de los trabajadores golondrinas- desde la niñez; en el otro, la violencia ejercida por los hombres, incluso esposos de los que costaba separarse. Las mujeres del documental rompen con el silencio exponiendo sus marcas, las huellas en esos cuerpos que no están a la vista y que solo pueden relatarse.

*”Cuando te gusta trabajar, cualquier trabajo es decente” dice otra de las voces. La dimensión individual de la frase apunta a romper con la imagen del trabajo forzado y denigrador. Una voluntad que aunque parezca contrastar con las imágenes, en verdad se complementa. Lo que el documental exhibe como la continuidad de un proceso de trabajo en el campo es la articulación de las distintas instancias que sigue el tabaco desde la planta hasta su traslado para su industrialización. Ese proceso, de aparente mecanicismo, se revela un territorio de un saber que no se explicita sino que se lo pone en práctica. Una artesanía continua, en tanto trabajo que involucra las manos, los pies, la totalidad de los cuerpos. Un trabajo que una máquina no podría realizar, nunca al menos en su totalidad porque el tacto y los ojos no pueden reemplazarse.

*La elección del documental para focalizar en las mujeres no es circunstancial. No se trata de que no hay hombres involucrados en la cosecha de tabaco, pero la puntuación en base a la leyenda sobre el tabaco remarca una distancia que se mantendrá en todo el relato. Esa mujer perseguida que en la leyenda se transformó en planta, es la precursora de las otras, las que la trabajan y las que sufrieron el maltrato y la persecución de otros hombres –maridos golpeadores, patrones que no las contratan, no las efectivizan o les pagan menos que a un hombre. Mujeres que dejaron atrás sus sueños de estudio –ser maestras, enfermeras- y que crían hijos mientras trabajan –y que las instituciones siguen sin comprender, como en el episodio del reto desde la escuela. Los hombres en esta historia no tienen voz y no les corresponde. Por una vez no tienen el derecho de interrumpirlas. Y sobre todo, de narrarlas.

*”Para encañar, agarro mujeres, porque ese trabajo lo hacen las mujeres” dice una de ellas, dueña de una pequeña finca. No se trata de una pertenencia determinada por la división de trabajo –el documental se encarga de resaltar que en ese caso no existe: que las mujeres hacen todos los trabajos, desde cosechar hasta manejar un tractor-, sino de un concepto que las excede (incluso cuando admite que las mujeres “ahora son más quilomberas”). Ese planteo resume una idea que atraviesa todo el documental: la del espíritu de cuerpo, la del principio de solidaridad entre pares. El relato del trabajo en la cinta donde separan las hojas es central en esa construcción: la voz señala que la única forma de hacer bien ese trabajo y ganar más es estar unidas y trabajar a la par. Ese espíritu de cuerpo es algo más que la relación laboral. Incluso es más que los momentos en los que se comparten los rituales del carnaval, la comida o el descanso en el trabajo. Es parte de la decisión que se toma para elaborar el documental. Es disociar las voces que hablan de una imagen, de un cuerpo específico de donde emanan, para que el relato transcurra por esos territorios que una cámara no puede registrar. En Wacay, mujeres del tabacal se recurre al testimonio de cinco mujeres, aunque en las imágenes se ven muchas más. Algunas son simples trabajadoras, otras pequeñas propietarias. Pero esas diferencias desaparecen cuando las voces dejan de tener por correspondencia un cuerpo que las enuncia, incluso cuando en alguno de los casos, se lo intuya. Esa decisión implica que las voces individuales se fundan en un relato que termina siendo colectivo. Un pasaje de lo que pasa con el cuerpo de cada mujer en ese trabajo a la construcción de otro cuerpo en el que están todas contenidas. Como si en verdad fueran una sola cruzada por todas las historias posibles.

Wacay, mujeres de las alturas (Argentina, 2023). Dirección: Belén Revollo. Guion: Belén Revollo. Fotografía: Agustina López Camelo. Edición: Diego Andrés Ricciardi. Elenco: Silvana Mabel Velazquez, Dora Siclera, Lidia Chocobar, Ana Rosa Subiaurre, Miriam Carmen Rodriguez. Duración: 78 minutos.

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