La primera imagen es la de una enorme magnolia en algún parque de la ciudad de Buenos Aires. La cámara recorre sus raíces, escuchamos el ruido de las hojas moverse tenuemente por el viento y vemos cómo en ese vaivén se va colando la luz del sol. Este árbol añoso ya representa los temas que trabaja la realizadora germano-argentina Jeanine Meeraphel en su última película, titulada Una mujer (2021): el paso del tiempo y la historia (tanto general como la familiar) y, en última instancia, la memoria. Estrenada en la edición del Festival de Cine Internacional de Mar del Plata del 2021, la película puede verse en el Malba, como parte de una retrospectiva de la obra de la autora.

Una de las preguntas que se hace la narradora (la propia directora) en voz en off  en este ensayo cinematográfico documental es de qué modo plasmar los evanescentes, sensitivos y emotivos recuerdos de su madre Marie Louise, apodada Malou, en una narración con cierta coherencia. Meeraphel se sirve para ello del material fotográfico y fílmico que le fue legado por sus padres y, con las fotos y las filmaciones a mano, recorre los distintos lugares por los que transcurrió la vida de su madre, aquellos que le permiten hilvanar una historia, construir una ficción a partir de los restos de lo visto y lo oído.

La directora se desplaza hacia Macon, en Francia, donde pasó la infancia Malou bajo el severo cuidado de su tía tras el fallecimiento de su madre y la ida al frente en la Primera Guerra Mundial de su padre. La niña queda como rehén de una mujer que la usufructúa para recibir la pensión de guerra hasta que la edad y la fortaleza mental le permiten abandonar el hogar con rumbo a Estrasburgo. Es allí donde conoce a Karl, un acaudalado comerciante y bon vivant de origen judío alemán de quien se enamora y con quien se casa. El joven matrimonio se radica en la ciudad de la familia paterna pero no tardan en tener que emigrar a Holanda y, luego de un complejo periplo, a la Argentina, como consecuencia del avance del nazismo en Europa y la persecución a los judíos. Para Malou y sus dos hijas, Denise y Jeanine, los primeros años en Argentina serán felices, hasta la aparición de Ruth, una judía alemana allegada a la familia que deviene en la tercera en discordia en su matrimonio. La separación lleva a Malou a la depresión y al alcoholismo; exiliada, huérfana y sin recursos, sufre las consecuencias de una organización social y judicial de corte patriarcal que no la ampara, la separa de la menor de sus hijas (que queda a cargo de su padre, con quien años después se exiliaría en Alemania) y que la va sumiendo paulatinamente en la decadencia económica.

El paso del tiempo les permite contrastar, tanto a la directora como a los espectadores, la reproducción fotográfica o fílmica con la realidad actual. Muchos lugares permanecen igual, otros (como casas y parques públicos) aparecen vallados con rejas debido a la inseguridad, y otros han sido demolidos. Al mismo tiempo, la directora nota cómo las imágenes que fijan los recuerdos se imponen por sobre sus propios fragmentos inconexos de memoria tridimensional, que se van desvaneciendo. Paradoja de lo que se fija como memoria recortada y narrada, pero que al mismo tiempo se pierde como memoria emotiva e íntima. En este punto, no obstante, resultan un acierto las palabras con que Jeanine Meeraphel define a su película: “Es una película intima, pero no privada.” Y he aquí su clave y su valor cinematográfico. Si bien ella parte de sus memorias acerca de su madre para narrar la historia de Malou (de lo cual ya se había servido en su opera prima Malou (1981), aunque en el terreno de la ficción), el montaje y el artificio cinematográfico hacen de la historia de su madre la representación del abandono, la opresión y también la lucha (no por nada se recortan los característicos pañuelos blancos pintados sobre el suelo en la plaza de las Madres de Plaza de Mayo) de muchas mujeres de esa misma época o de la actualidad. Esto justifica que se trate de Una mujer, como reza el título, y no de Malou; la historia íntima que se vuelve universal por medio del arte cinematográfico, del trabajo sobre el material personal, evitando la pura catarsis.

Otro punto que le otorga valor al film es la línea de la preservación, no sólo del material fílmico, sino también de la memoria. Resulta muy interesante la cantidad de material de los años 30, 40 y 50 a la que accedemos a través del documental. Aquí entonces Una mujer supone una manera de fijar nuevamente el material para que no se pierda, y al mismo tiempo preservar en esas imágenes parte de nuestra identidad y memoria cultural como argentinos, una de las tantas deudas que el Estado Nacional tiene con sus ciudadanos. Bella desde lo fotográfico, sutil y emotiva, Una mujer es una digna y genuina propuesta a la que bien vale acercarse.

Calificación: 8/10

Una mujer (Argentina/Alemania, 2021). Guion y dirección: Jeanine Meerapfel. Producción: UNAFILM (Alemania), MALENA FILMS (Alemania), OH MY GÓMEZ! (Argentina). Fotografía: Johann Feindt. Montaje: Vasso Floridi. Música: Floros Floridis, Kostas Varympobiotis. Mezcla musical: Christos Charmpilas y Titos Kariotakis. Locución: Jeanine Meerapfel. Sonido: Thomas Keller, Manja Ebert. Duración: 104 minutos.

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