…para C. T. y que en su crisis de los 40 nos regale la mejor Death de la historia.

Sandman. Morfeo. Sueño. Un Eterno. El Rey de la Ensoñación. El padre de Orfeo, de su cabeza al menos. El hermano de Muerte, de Deseo, de Delirio, de Desesperación, de Destino, de Destrucción. El Rey de uno de los siete reinos que estuvieron antes del tiempo para que el tiempo pudiera, luego, estar antes que ellos.

Gaiman. Neil Gaiman y el primer número de The Sandman allá por 1989 para la serie Vértigo de DC. Un mito. Una conjura de mitos. Griegos, romanos, celtas, cristianos, egipcios, nórdicos, musulmanes, judíos, asiáticos. Todos estaban, de un modo u otro, con mayor o menor eficacia narrativa, en el cómic de Gaiman. Todos estuvieron. Todos intentan estar ahora en la nueva serie de Netflix, producida y cuidada por Warner Bros para que no pase lo mismo que pasó con Death Note o la inmensa Cowboy Bebop. Y no pasa. O pasa a medias. Pues la The Sandman de Netflix es una versión “Disney” -edulcorada de progresismo por momentos; atractivamente perversa en otros, cuando se olvida de esos progresismos- de la de Gaiman y su cómic pero que sirve, precisamente, para volver al mismo pues The Sandman, el del Vértigo, el de DC, el de las cubiertas inolvidables del inmenso Dave McKean, es, posiblemente, el mejor cómic de la historia.

Esa historia pesa. De allí que el propio Gaiman se haya metido en la producción. Por ello choca, tal vez, cuando John Constantine es una Johana (Jenna Coleman) demasiado arreglada y prolija, pero aclama en capítulos como el número 5, “24 horas”, el 6, “El son de sus alas”, o el bonus track con “El sueño de mil gatos”; por ello a uno también le parece “bien” que Lucifer sea una andrógina Gwendoline Christie y celebra al gran Corintio que hace Boyd Holbrook o el Deseo de Mason Alexander Park. Los claroscuros son parte intrínseca de The Sandman en cualquiera de sus versiones; son parte medular de lo que hay (¿queda?) entre el horror de la pesadilla y el confort de un buen sueño

Once capítulos componen la versión Netflix. Un último compartido. Uno de ellos, el mencionado “El sueño de mil gatos”, animado. El arte expresivo encuentra una particular intensidad en el relato de The Sandman pues los reinos de los que se habla son ilusiones, son abstracciones, son monstruos de la fe, de la imaginación, de la religión, de la literatura, del cine ahora. Posiblemente, no hay historia ni estética más timburtoniana que este The Sandman con ese Sueño interpretado por el sobrio y pálido Tom Sturridge y sus ojos hermosos siempre a punto de llorar, siempre a punto de colapsar entre la sabiduría infinita de un dios inmortal que le da sueños a todo el universo y que, sin embargo, padece algo tan humano como no tener un solo amigo de verdad.

Allí, entre las vulnerabilidades de la humanidad y de la divinidad, Gaiman acertó en su cómic uno de los ingredientes más atractivos: imaginarse criaturas omnipresentes, todopoderosas, pero tan vulnerables sentimentalmente como el más intrascendente e inofensivo de los seres humanos. Reyes, dioses, ángeles caídos, demonios, magos, potencias sobrenaturales que, sin embargo, lloran y sufren igual que empleados de comercios o adolescentes oscuros peleados con los primeros peldaños que les ofrece subir la vida.

Barroco, gótico, dark y hasta punk, por momentos, el cómic de Gaiman; luminosa, naif y hasta new age por momentos la serie de Netflix, cuando ambos juegos de contrastes se mezclan es que sale lo mejor de una producción pensada para las plataformas digitales que si sigue -como hasta ahora- la base del cómic para sus capítulos-historias puede volverse, realmente, un objeto de culto en estas épocas donde Stranger Things está agotado, House of Dragon es un veremos a descubrir y la inmensa Better Call Saul llegó a su fin con todo el inolvidable universo de Breaking Bad.

Sandman. Morfeo. Sueño. Un Eterno. El Rey de la Ensoñación. El padre de Orfeo, de su cabeza al menos. El hermano de Muerte, de Deseo, de Delirio, de Desesperación, de Destino, de Destrucción. El Rey de unos de los siete reinos que estuvieron antes del tiempo para que el tiempo pudiera, luego, estar antes que ellos. El que inspiró involuntariamente, quizás, a que un Ernesto Sábato alguna vez dijera “Dios existe, pero a veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia”; a que una hermosísima joven de 15, 16 años tomara allá por la década del 90 un par de fibrones negros y se animara a dibujarle el rostro en primer plano, a igualarle la mirada, las sombras de la cara, a delinearle a su lado a su más venerada hermana: esa que nos hace soñar despiertos, esa que contradiciendo por momentos a Sábato nos hace reconocer que nuestra existencia no es necesariamente ninguna pesadilla. Esa por la que vale la pena seguir vivos atreviéndose a los sueños. A los que Gaiman, todavía, nos pueda ofrecer,… o seguir ofreciendo.

Sandman (Estados Unidos, 2022). Creadores: Neil Gaiman, David S. Goyer, Allan Heinberg. Elenco: Tom Sturridge, Boyd Holbrook, Patton Oswalt, Vivienne Acheampong, Vanesu Samunyai, Mason Alexander Park, Gwendoline Christie, David Thewlis, Jenna Coleman. Disponible en: Netflix.

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