En el siglo XIX las publicaciones literarias denominadas Penny Dreadful atraparon entre sus sangrientas páginas a jóvenes de clase trabajadora de la Londres industrial. De bajo costo, eran intercambiadas entre los jóvenes lectores que apuntaban a leer el mayor número posible de narraciones sobre crímenes escabrosos y fenómenos sobrenaturales. El particular hábito de lectura, junto con la fama de dudosa calidad literaria, hizo de Penny Dreadful un fenómeno de masas.
La cultura de masas en el siglo XXI supo reciclarse en otros formatos y soportes. En el audiovisual, las series invadieron las plataformas virtuales y de televisión por cable como la famosa Netflix. Junto con las series, se crea un nuevo tipo de espectador compulsivo que visualiza un episodio tras otro, que engulle imágenes con la ansiedad de llegar al final de la temporada. Un espectador poco tolerante al suspenso de la intriga al final de cada episodio.
A pesar de que Penny Dreadful es literatura menor en comparación con los grandes proyectos literarios (si se piensa en la literatura naturalista puntualmente en Emile Zolá y su ciclo de veinte novelas englobadas en “Los Rougon-Macquart”) que caracterizan al siglo XIX, en los que la novela es el género por excelencia; la serie se nutre de los clásicos de la literatura del siglo XIX. Penny Dreadful toma personajes de la literatura fantástica inglesa: Frankenstein, el prometeo moderno de Mary Shelley; El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson; Drácula de Bram Stoker; El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde; y los hace funcionar en su trama narrativa. Además, incorpora tópicos del Romanticismo, el Gótico y el Decadentismo, hasta leyendas de origen americano como la del hombre lobo. Por si fuera poco, la serie no descuida el espíritu de época: aborda la revolución industrial, el colonialismo, la conformación del Estado Nación a instancias del genocidio, el avance de la ciencia y la técnica. Todos ejes temáticos que atraviesan el proyecto modernizador del siglo XIX.
El origen del mal. Todo guion aspira a generar en sus primeras escenas un impacto tal que capture al espectador. En Penny Dreadful, la primera escena es la de un asesinato de una madre y su hija a manos de una “fuerza extraña”. Sin embargo la siguiente es más impactante aún: una mujer de espaldas reza en latín a una cruz de madera. La cámara realiza un plano detalle sobre la Cruz en la que se ve una araña caminar sobre el Cristo, para luego posarse en el brazo de la suplicante que entra en trance. Un primer plano sobre el rostro acerca las venas sobresalientes del cuello, los ojos entornados hacia atrás, y se oye una voz (cuya fuente se desconoce) que la llama. Escena que presenta a la protagonista de la serie, Vanessa Yves (Eva Green).
La araña irrumpe en el orden real y abre paso a lo desconocido. Al igual que la voz, son elementos siniestros que desestabilizan el orden imperante. Un comienzo lo suficientemente perturbador como para que el espectador quede atado a las imágenes. En estas dos primeras escenas se evidencia el manejo de uno de los procedimientos esenciales del género terror: lo siniestro.
Los personajes poseen un primer objetivo bien claro: rescatar a Mina (Olivia Llewellyn), hija de Sir Malcolm Murray (Timothy Dalton), quien fue raptada por una “criatura”. En esa empresa lo acompañan Vanessa Yves, mejor amiga de Mina; Ethan Chandler (Josh Hartnett), yanqui con habilidades en el tiro, y el Dr. Víctor Frankenstein (Harry Treadaway), homónimo de la novela de Mary Shelley. Este último no es el único personaje tomado de la literatura: es fácil adivinar quién rapta a Mina si se tiene en cuenta la referencia literaria del nombre. Vanessa Yves tiene un corto romance con Dorian Grey (Reeve Carney), un dandy excéntrico y aburrido en consonancia con el Decadentismo de Oscar Wilde. El compañero de estudios del Dr. Frankenstein es Dr. Jekyll.
A lo largo del derrotero por rescatar a Mina, Penny Dreadful aborda, de la mano de los personajes, variados tópicos de la literatura victoriana: la vida después de la muerte, la inmortalidad y la juventud eterna, y la disolución de la unidad del yo como identidad monolítica.
Yo es otro. En el género fantástico, la subjetividad como unidad monolítica se rompe: los personajes se desdoblan y se multiplican. En este sentido no hay personaje más ejemplificador que Vanessa puesto que presta su cuerpo a otros espíritus, abandona su yo para dar paso a otros. En el episodio “Sesión de espiritismo”, un plano detalle sobre el espejo (artilugio del efecto del doble) refleja a los participantes y anticipa la transformación de Vanessa en el hijo muerto de Sir Malcolm, de Mina y de su esposa.
Vanessa adopta varias identidades, pero la que importa es la de Amonet, “Madre del mal”. Según la profecía egipcia descubierta en un cadáver, Amonet es la prometida del dios Amón Ra, “dios del mal”. De llegar a unirse, desatarían “fuerzas poderosas” y provocarían el Apocalipsis. A partir del descubrimiento de esta profecía, el hilo narrativo principal de la serie gira en torno a ella. Si en la primera temporada intentan rescatar a Mina, a partir de la segunda el blanco del mal es Vanessa. Eva Green le pone el cuerpo a este personaje que condensa el paradigma de la dama victoriana aristocrática y un cuerpo en permanente lucha; sobre todo en las escenas en la que el yo es tomado por otro. El espectador presencia una batería de efectos ya conocidos: levitación, fuerza extraordinaria, uso de lenguas antiguas, telequinesis, entre otras.
En “Posesión”, una constante de la cámara es el travelling desde la escalera hasta la habitación de Vanessa y los gritos que anuncian cada ataque. La cámara subjetiva es el punto de vista de Sir Malcolm, Frankenstein y Chandler subiendo las escaleras para socorrerla. Al abrirse la puerta, aparecen las ya tan vistas escenas de posesión propias del género: el cuerpo del poseído maltrecho, en una forma que va de lo humano a lo animal. Dejando de lado los efectos, el tema del episodio es la identidad: ¿Las acciones de los personajes definen quiénes son?¿Qué culpas del pasado trae cada uno? Sir Malcolm reconoce que su ambición de explorador en África es lo que provoca la muerte de su hijo. También se plantean interrogantes sobre el pasado de los personajes en tierra ajena: por qué escapa Ethan Chandler de Nueva México, qué relación existió entre Sembebe y Sir Malcolm en África. Chandler cuenta una anécdota sobre niños indios capturados en el oeste, ilustrativa del tópico de la identidad cultural: “cuando el ejército pacifica a una tribu se llevan a los niños, le cortan el cabello que para ellos es una fuente de fuerza espiritual. Les dan nuevos nombres, como John Smith o William Sherman. Luego los envían a internados. A veces escapan y logran regresar a su tribu. Olvidaron su idioma y sus historias. No son bienvenidos, no encajan en ninguno de los dos mundos”. “¿Como Miss Yves?”. «Y entonces ¿qué hacen?», pregunta el Dr Frankenstein. «Deambulan y mueren”, dice E. Chandler.
En ese estar entre dos mundos, Vanessa descubre donde está Mina. El episodio va más allá del tópico de la identidad y la disolución, proporciona un indicio importante a nivel narrativo.
Nombrar el mal. Nombrar el mal está relacionado con la otredad, y ésta varía de acuerdo a los miedos y valores sociales de una cultura. Es decir, revela los supuestos ideológicos de la cultura que lo nombra. En Penny Dreadful lo otredad es constituida por el ojo colonialista: la profecía del Apocalipsis proviene del antiguo Egipto, Dr. Jekyll es denostado por su origen hindú, Sembebe, el sirviente de Sir Malcolm Murray, es un africano esclavista de su propio pueblo. Incluso el nombrar es un acto de colonización a través de la lengua: Sir Malcolm le pone nombre a las montañas en su expedición por el Nilo.
En una Londres en plena expansión de la revolución industrial aparece la otredad en la clase proletaria -no hay que olvidar que el punto de vista de la narración en general lo llevan aristócratas y burgueses- en penosas condiciones de vida: Brona Croft, la irlandesa, se prostituye para sobrevivir luego de ser explotada como operaria. Aquellos que se topan con la criatura del Dr. Frankenstein atribuyen las cicatrices a un accidente con máquinas fabriles. El otro también es el paria social: el marginal cuyo caso más extremo es la criatura. Personaje no humano y al mismo tiempo en la escala social más baja. Personaje errático cuyas experiencias tienen como escenarios a los tópicos literarios góticos y románticos: los mundos subterráneos y del claustro (el sótano de máquinas del teatro, las cuevas donde los marginales son asistidos por voluntarios, el museo de cera, etc.) y los paisajes de vastedades (el barco a la deriva en el ártico, escena que coincide con el comienzo de la novela de Mary Shelley).
Del otro lado del océano, la otredad del continente americano está relacionada con la fundación del Estado Moderno y el genocidio de la población nativa. La escena que traslada al espectador de la oscura y opaca Londres de finales del siglo XIX al desierto del western se resuelve en un plano general en contrapicado de un tren atravesando el desierto. Dentro, dos policías de Scotland Yard observan el paisaje: “Nunca había visto tanta nada”, sostiene uno. “Mire con más atención”, lo exhorta el detective. “Reconozca los patrones de la naturaleza y los huesos de los animales. Este país entero está construido sobre esqueletos”. Afirmación en la que asoma la carga ideológica del “desierto”. Los policías llevan extraditado de Londres a Ethan Chandler (lo encuentran culpable de los crímenes que asolan la ciudad), hijo de un terrateniente usurpador de tierra apache. Sin embargo, el personaje aglutina las dos culturas: la blanca y la nativa. El maleficio apache lo convierte en hombre lobo. Más aún: es el lobo de Dios elegido para salvar a la humanidad del Apocalipsis.
El cuerpo de los otros. Si de otredad se trata, la serie tampoco deja afuera a la otredad de género. El cuerpo de las mujeres es presentado como objeto sexual según la lógica de las clases sociales. Vanessa Yves cumple con las convenciones de la moda de la clase alta: los vestidos solo muestran el escote como atractivo. Ahora, esta lógica de clase se rompe cuando asoma lo siniestro: en las escenas de posesión el cuerpo es sexual y erótico, si bien la desnudez nunca es mostrada. Sobre todo en estas oportunidades, el cuerpo resiste a ese otro que intenta colonizarlo y soporta las torturas del neuropsiquiátrico en su intento de normalizarlo. Es destacable el trabajo actoral de Eva Green. Cuando no pone en juego su cuerpo, le presta su voz pausada y profunda al hilo narrativo, sobre todo en la tercera temporada.
Por el contrario, la cámara se permite planos cercanos en la desnudez de Broma, la prostituta joven y objeto de deseo, aunque moribunda a causa de la tisis. Después de la muerte, el personaje es devuelto a la vida por el Dr. Frankenstein. Brona se convierte en Lily y está destinada a ser la novia de la criatura. Pero el plan fracasa: Lily escapa con Dorian Grey y busca vengarse del género que la oprimió en una especie de feminismo revanchista. Tratándose de género, Dorian Grey es el personaje más queer de la serie: eventualmente se acuesta con hombres, y con una mujer transgénero a la cual la cámara le dedica un plano frontal desnuda. Parece ser que los cuerpos de las minorías se expresan en matices más variados que los del hombre blanco occidental.
Ciencia vs. ocultismo. Uno de los aspectos más interesantes de Penny Dreadful es la investigación de época. En la tercera temporada aparece la “doctora mental” Seward (Patty LuPone), personaje que trae los rudimentos del psicoanálisis: la hipnosis. Gracias a ella Vanessa sale de la depresión a causa de la ida de Chandler y Sir Murray. En Penny Dreadful la ciencia y el ocultismo van de la mano, por eso no es extraño que la Dra. Seward utilice la hipnosis con fines no científicos: llevar a Vanessa al pasado para reconocer a su cazador en la habitación blanca de la clínica psiquiátrica. En el episodio “Una brizna de hierba”, uno de los más dramáticos, la narración se detiene para dar paso a la relación entre ella y el asistente (antes de transformarse en la criatura de Frankenstein). Vanessa es víctima de torturas y procedimientos de disolución de la subjetividad. Es notable la escena en que el asistente la maquilla y le acerca un espejo: “esta es usted Señorita Yves, no lo olvide”. El juego de los espejos ligado al doble invertido: Frankenstein y la criatura; Brona prostituta pobre y burguesa vengativa; y, como zona de pasaje a otro mundo, es uno de los juegos preferidos de la serie.
El Victor Frankenstein y su criatura merecen un párrafo aparte. Si de ciencia se trata, el monstruo es el producto de un conocimiento científico mal aplicado o de la soberbia del creador. Al final de cuentas es la imagen deformada e invertida del Dr. Frankenstein: representa la crueldad de devolver un engendro humano a la vida, “que la vida no separe lo que la muerte puede unir” es el verso de Shelley que obsesiona al científico. Si se trata de explorar los territorios que dividen a la vida de la muerte, Frankenstein es la conjunción de hombre de ciencia y ocultismo.
Precisamente es en esta zona de entre mundos, muy cercana a la muerte donde los personajes acceden a un tipo de verdad que trasciende los alcances de la ciencia. Una vez que Vanessa descubre quién la acecha, pronto es seducida y capturada. El desenlace se torna previsible, la batalla final por salvarla la encabeza Ethan Chandler, acompañado por el resto de los personajes. Previsibilidad que va en contra de la tensión narrativa lograda (mérito a favor del guionista y productor John Logan) a lo largo de la serie, que consiste en mantener la intriga sobre la identidad del demonio que acecha. Aunque el espectador lo sepa antes que los personajes.
Penny Dreadful llega a su fin con la tercera temporada en el 2016. Sin embargo, continúa en formato novela gráfica y con este último gesto parece rendirle homenaje al origen de su nombre.
Penny Dreadful (EUA/Gran Bretaña/Irlanda; 2014-2016), creada por John Logan, Canal Showtime, 60′.
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