Tár propone un universo en el que la protagonista, Lydia Tár, es compositora, música y directora de orquesta, y la primera mujer al frente de nada menos que de la Filarmónica de Berlín. Lydia Tár también es famosísima y prolífica (un acierto que la película comience con una entrevista en la que desfilan sus innumerables logros que incluyen el esperable y progresista estudio etnográfico con aborígenes de Perú y la reivindicación del lugar de las mujeres en la música). Se trata de una ficción enmarcada en lo real, se citan y se mencionan personas existentes; esto agrega cierta ambigüedad que genera aún más interés. Ambientada en la post pandemia, Tár y la orquesta vuelven a ensayar, reencontrándose “como familia”; están a punto de grabar una sinfonía.

En el alma y la piel de Lydia aparece la camaleónica Cate Blanchet, masculinizada según los emblemas del hombre blanco cis género, en una interpretación increíble (cuenta en una entrevista el desafío que fue aprender a disociar los movimientos de sus manos a la hora de dirigir). Lydia, mujer y lesbiana “intensa” (según sus palabras), forma también parte de una fundación que promueve becas y pasantías para mujeres y personas no cis, aunque ella prefiere que la llamen “maestro”, en masculino, y niega que se le hayan cerrado puertas y posibilidades por su condición de mujer lesbiana. Desde el inicio vemos a una mujer carismática, magnética e imponente y, de a poco, muy de a poco, vislumbramos la complejidad de este personaje: dudamos respecto de la relación con su esposa (interpretada por Nina Hoss), nos asombramos ante la “solución” que encuentra para el bullying que sufre su hija en la escuela. Es un planteo polémico, valiente y que camina por el borde de la corrección política.

Lo agudo y estratégico de la película dirigida por Todd Field es que hasta casi la mitad (la película dura unas apasionantes dos horas y media que se pasan volando) las preguntas sobre poder y género que surgen de los intercambios se mantienen y son más que estimulantes. Hay una escena nodal en la que Tár está suplantando a un docente en sus clases y donde se exhibe la tensión entre la lucha por la igualdad de género, el cuestionamiento del patriarcado versus la política de cancelación. Un alumno propone trabajar con la compositora islandesa Anna Thorvaldsdottir, pero Lydia considera que su obra reviste cierta vaguedad inasible y propone ir con Bach por su claridad y contundencia. El diálogo es significativo:

  • No me gusta Bach.
  • No te gusta Bach… ¡Oh Max! ¿Alguna vez has dirigido o interpretado algo de Bach?
  • Como persona BIPOC (en inglés: Black, Indigenous and People of Colour; negro, indígena y de color: cualquier persona que no se considere blanca) y pángenero, la vida misógina de Bach hace que me resulte imposible tomar su música en serio.
  • Explícame qué quieres decir con eso.
  • ¿No engendró unos veinte niños?
  • Sí, eso está documentado. Además de una considerable cantidad de música. Lo siento, pero no entiendo qué relación hay entre sus proezas sexuales y la Si menor. Ok, es tu elección. ¿Puede la música clásica compuesta por un montón de blancos religiosos y austroalemanes, exaltarnos individual y colectivamente? ¿Y quién decide eso? ¿Y qué tal Beethoven? ¿Les gusta? Porque para mí, una lesbiana intensa, el viejo Ludwig no me simpatiza tanto. Y entonces lo confronto. Y me encuentro de frente con la magnitud de su obra y su inevitabilidad.

Entonces, Tár invita al alumno a analizar un fragmento de una pieza de Bach. El alumno finaliza diciendo:

  • Tocas muy bien, pero no me atraen los compositores blancos, hombres y cisgénero.
  • Frena tus ganas de sentirte ofendido. El narcisismo por las pequeñas diferencias conduce al conformismo más aburrido. Debes sublimarte a ti mismo, a tu ego y a tu identidad.

Hasta aquí la pregunta a propósito de la cancelación de artistas por sus conductas por fuera de la obra, en manos de una artista que forma parte de una minoría y que parece portar una ética que trasciende los prejuicios. Pero, a medida que avanza la película, aparecen nuevas aristas de la personalidad de Tár y sucesivos hechos que empañan de a poco la identificación, y muestran su lado oscuro, partiendo del desarrollo de la acción y de su vínculo vital con la música.

El foco en la relación con la música hace que la película se abra generosamente hacia ella, convirtiéndose en una experiencia también musical, pero sin didactismo paternalista, sin soberbia, vibrando junto al personaje, sólo como el mejor medio de entrar en los matices de Tár. Una obra para conocedores y para legos.

Mientras van cayendo los velos, el foco se centra cada vez más en el Poder y su ejercicio. Poder que se juega inevitablemente en el campo de la sexualidad -sea cual sea el género autopercibido-. Poder que se juega también inevitablemente en todas las organizaciones humanas, incluso las artísticas (¿especialmente en la artísticas?), por el brillo de fama y prestigio que baña a esos lugares a los que casi nadie puede acceder: “esto no es democrático” dice Lydia una vez más.

Competencia, sexo y rosca maquiavélica. Fantástica.

Tár (Estados Unidos, 2022). Guion y dirección: Todd Field. Fotografía: Florian Hoffmeister. Montaje: Mónika Willi. Elenco: Cate Blanchett, Nina Hoss, Noémi Merlant, Marlk Strong, Sylvia Flote, Sophie Kauer, Julian Glover. Duración: 158 mintos.

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