
Sirocco y el reino de los vientos (2023) es una película habitada por el espíritu de Miyazaki. Acá, como en muchas de las grandes obras del realizador japonés, hay un portal que conecta con otro universo, y ese universo paralelo es lo que lleva a los protagonistas del relato al inicio de la aventura. Al igual que en las películas del director de Mi vecino Totoro (Miyazaki, 1988), ese portal funciona como un mundo mágico que nos conecta con un tiempo que ya no es, y con un orden que altera lo que entendemos por realidad. La película de Chieux cuenta la historia de dos hermanas (Carmen y Juliette) que se sumergen de lleno en el interior de un libro escrito por una amiga de su madre. Al igual que en el clásico Alicia en el país de las maravillas y que en el extraordinario cuento de Félix Bruzzone Julián en el espejo, las protagonistas caen de lleno al interior del libro y quedan atrapadas en ese nuevo orden. Esta es una película de silencios que se permite transitar la tristeza y el dolor sin caer en ningún momento en la tentación de los golpes bajos. A contrapelo de las luces de Pixar y del resto de las películas de animación americana que en los últimos años apuntan más al golpe de efecto y a los “continuará” inevitables, Sirocco es una película que cuenta una historia mínima y conmovedora con una economía de recursos narrativa notables que, al igual que muchos films de Miyazaki, navega en las aguas que vinculan la vida con la muerte. Chieux como Miyazaki piensan en las continuidades que vinculan ambos espacios, en el poder y significación de la memoria en la construcción de la subjetividad. La excusa narrativa es la visita de las pequeñas a la casa de Agnes, que es escritora de una saga de libros infantiles y que a su vez sufrió la muerte de su hermana. Esta pérdida se reparará a partir del trabajo de novelista de Agnes. Es en ese recurso narrativo de la ficción dentro de la ficción que Sirocco potencia sus virtudes. A partir de un accidente con uno de los libros de la saga mencionada ambas hermanas atravesaran el portal que separa el mundo real del mundo de fantasía. Una vez sumergidas en ese mundo de ensueños, ambas jóvenes descubrirán que la protagonista de la ficción no es otra que la hermana de Agnes. Todo lo que suceda luego no será otra cosa que una aventura signada por la melancolía de traer al mundo de los vivos a los que ya han partido. En este sentido Chieux nos ofrece una ejemplar película de iniciación en donde el reconocimiento y descubrimiento de la muerte es lo que dota de espesura a la totalidad del relato. Esa densidad se acentúa por la belleza de una animación clásica y sobria que realza la dulzura de los protagonistas y que logra de algún modo atenuar la tristeza ante lo irremediable que la película ostenta de principio a final. Agnes a pesar de no ser la protagonista de la aventura cumple un rol tan importante como las pequeñas heroínas. Digna en su tristeza nos enseña que el amor perdura más allá de lo corpóreo, y que por medio de la imaginación y el arte lo amado permanece. Sirocco se erige entonces en una película metafísica que bucea en los misterios del alma humana con la sabiduría propia de los grandes clásicos de la historia del cine. El cine comercial debería poder tratar estos temas imperecederos que como dicen la canción no tienen ni principio ni final con el tacto narrativo con el que lo hace Chieux. Los espectadores, agradecidos.
Sirocco et le royaume des courants d’air (Bélgica/Francia, 2023). Dirección: Benoit Chieux. Guion: Benoit Chieux, Alan Gagnol. Elenco: Loise Charpentier, Maryne Bertieaux, Aurelie Konaté, Pierre Lognay. Duración: 80 minutos.
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