Como cinéfilo, tengo muchas películas favoritas, pero es Rocky la que encabeza sin dudas ese ilusorio ranking. Quizás porque la vi en las brumosas aguas de la infancia, un lunes de 1985 junto a mi viejo, que era amante del boxeo. Quizás se deba a otros motivos. Pero tengo la impresión de que en un primer momento yo no registraba demasiado la diferencia entre la ficción y la realidad de lo que pasaba en Rocky. Sin ir más lejos, a la película de John Avildsen le creí desde el primer momento todo lo que narraba. Sin embargo, como desde esa inaugural visión hasta la actualidad vi tantas veces la saga completa de Rocky, inevitablemente esa primera mirada, teñida de ingenuidad, se ha ido complejizando. En Rocky hay dos personajes laterales a la gran historia que son fundamentales para que todo el relato se organice y expanda del modo en que lo hizo a lo largo de las seis películas de la saga que tienen como protagonista excluyente a Sylvester Stallone. El primero es Adriana, interpretado por Thalía Shire. Adriana es tímida y casi no habla. Trabaja en una veterinaria y al comienzo de la primera Rocky tiene siempre el rostro cubierto por una gorra de lana. Rocky se enamora perdidamente de ella y comienza a cortejarla. Adriana tiene un hermano que se llama Paulie, que a simple vista tiene todos los defectos imaginables. Es borracho, pendenciero, mal educado y sobre todo bocón. Pero a pesar de todos los adjetivos enumerados, Burt Young logra dotar de una compleja humanidad a este personaje magnético al que uno no puede dejar de mirar cada vez que captura la escena. Young no pareciera tener que hacer prácticamente nada para trasmitir todo lo que trasmite cada vez que la cámara lo registra, dotando de ambigüedad a un personaje que sin esas características seria lineal y previsible.En una de sus primeras escenas obliga a Adriana a salir a pasear con Rocky la noche de la cena de acción de gracias. Rocky viene cortejando a Adriana insistentemente, acercándose cada vez que puede a la veterinaria donde ella trabaja. En esa escena Paulie agarra la cena y la arroja por la ventana pero se queda con una pata del pavo que come mientras observa cómo Adriana y Rocky se preparan para salir a patinar. En otra escena de antología, Rocky y Adriana, ya novios, están mirando la tele cuando Paulie regresa borracho a casa. Se produce una discusión y finalmente éste toma un bate de béisbol y rompe todo lo que encuentra a su alrededor. Insulta a su hermana, le dice que ya no es virgen. Rocky se levanta y amenaza con golpearlo. Lo extraordinario de todo el asunto es que para Stallone y Avildsen estos comportamientos no definen completamente a Paulie. Burt Young se encarga de trasmitir humanidad cada vez que la cámara lo capta. En la segunda película de la saga, Paulie increpa a Adriana porque, según él, ella es responsable de que Rocky no se prepare correctamente para la revancha con Apollo. Ella lo increpa y le dice que le preocupa la salud de Rocky, hasta que se descompone. Lo que sucede luego es uno de los grandes momentos de toda la saga. Rocky, Paulie y Mickey acompañan a Adriana que, luego de dar a luz, entra en coma hasta que finalmente despierta. En el final de Rocky II, mientras Rocky pelea con Apolo, Paulie y Adriana miran la pelea por tv. Ahí lo vemos a Paulie desesperado, salido de sí, como nos ponemos nosotros cuando vemos un partido de fútbol del equipo que amamos. Es muy difícil describir la genialidad de un actor como Young. Cuando lo veo pienso en los grandes actores del cine de John Casavettes en sus películas de los años 70. Esos actores como Peter Falk o Ben Gazzara que solo con su presencia daban cuenta de un interior poderoso y misterioso y a los que les bastaban pequeñas inflexiones de su rostro para construir un mundo.
Rocky es una película extraordinaria debido a lo enorme que son esas escenas, escenas que en sí mismas son muy chiquitas. Es ahí, donde pareciera que no pasa nada y en el fondo pasa de todo, en donde se construye la grandeza de toda la saga. Toda la grandilocuencia de las batallas, que es en donde pareciera radicar la vigencia eterna de Rocky, le debe su gloria a esas escenas despojadas, centradas en la obsesiva atención a los detalles de la puesta en escena. Burt Young es el rey de esas escenas que sostienen los fuegos de colores de las peleas. Es el jugador dispuesto a realizar el trabajo sucio en pos del lucimiento del equipo, como la escena en el frigorífico, mientras Rocky entrena, o pidiendo todo el tiempo un trabajo de lo que sea.
Ahora que Burt Young se ha ido, pienso melancólicamente que Paulie es esa persona llena de defectos a la que a pesar de todo amamos y que lidia como puede con el éxito de los demás. Una especie de proto Homero Simpson que se luce con el solo hecho de estar en escena y que, como los buenos amigos, siempre está, solo basta con saber mirarlo.
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