La noticia de la inesperada muerte de Palo Pandolfo nos dejó sumidos en una tristeza abrazadora. La muerte sirve para resignificar la vida y eso fue lo que sucedió apenas nos enteramos de la muerte de Palo y empezamos a tramitar este insoportable duelo colectivo. Miles de jóvenes criados al calor de sus canciones, en el escenario de la orfandad menemista, fuimos dulcemente arrullados por su voz y sus melodías que parecen contener todo el abanico de canciones del que es capaz un artista. Desde sus inicios furiosos allá a mediados de los 80, al mando de esa banda demoledora que fue Don Cornelio, pasando por esa experiencia luminosa y espiritual que significaron Los Visitantes en la escena del rock argentino de los 90, en la que primaba el rock chabón, Palo siempre fue vanguardia y pueblo. Cuando tenía todo para triunfar con Don Cornelio armó Los Visitantes, y cuando tenía todo para triunfar con Los Visitantes se lanzó de lleno a una carrera solista que duró dos décadas y que solo interrumpió la muerte. La semana pasada había lanzado un simple conmovedor y luminoso junto a Santiago Motorizado llamado «Tu Amor». Una canción optimista y llena de vida que escuché arriba de un taxi, yendo al colegio donde doy clases y me llenó el rostro de lágrimas.

Palo siempre fue un artista completo que podía conmover desde esa furia inicial más cercana al punk, de la que es deudora Don Cornelio con canciones épicas como «Ella vendrá» o «El rosario en el muro», entre tantas otras. Con Los Visitantes, en tanto, Palo jugó a la mixtura de ritmos, acercándose de modo pionero al abordaje de la música rioplatense con canciones como «Estaré» o «Bip Bap um dera» que, escuchándolas hoy, son imposibles de contemplar sin conmovernos en su resignificación.

Sumido en la tristeza amanecí hoy escuchando radio y me crucé en el dial con Juan Di Natale, que le hizo un merecido y conmovedor homenaje en su programa Reloj de Plastilina. En un momento, Di Natale se refirió -cito de memoria- a la vida de Palo como a un único acto de poesía. Pandolfo representaba en cada una de sus intervenciones la idea de poesía no solo al componer o interpretar. Brotaba belleza de su voz al escucharlo hablar o al verlo mover sus manos, ni hablar de verlo arriba de un escenario dejando en cada interpretación parte de su ser.

Algo de ese sentimiento de tristeza inexplicable se atenuó cuando me encontré por casualidad con el documental Transformación mientras buscaba canciones de Los Visitantes en YouTube. En la película vemos a Palo junto a su banda en el transcurso del proceso creativo del disco que lleva justamente ese nombre y que fue a la postre el último. El documental, dirigido por Iván Wolovik en 2018, narra un momento especifico de la vida de Pandolfo, que se encontraba inmerso en la grabación de un álbum que tiene temas emblemáticos de la última etapa de su carrera como son «Morel», «Niña de metal» y «Un reflejo», entre otros, y nos muestra a Palo reflexionando sobre las dificultades (espirituales y materiales) que entraña ser un artista. El film de Wolovik habla entre otras cosas de los lugares que el propio Palo ocupó y dejó de ocupar en la escena del rock, y sobre todo es un registro que lo muestra en plena forma y dominio de su arte interpretativo y poético.

Transformación inicia con Palo hablando por teléfono de un modo totalmente apasionado con una radio alternativa de Escobar, luego lo vemos tocando y hablando sobre el disco que estaba en proceso en el momento de la filmación, mientras piensa con lucidez sobre su propia relación con el negocio discográfico y manifiesta sus intenciones estéticas sobre la música. Transformación da testimonio de la extensa carrera de Palo mientras lo vemos interactuando con colegas como Ricardo Mollo, Los Tipitos e Hilda Lizarazu, entre otros compañeros de ruta de la escena del rock nacional desde la mitad de la década del 80. Hay algo inasible en el arte poético de Palo, que tiene que ver con su esencia de artista inquieto e imposible de catalogar. Desde ese disco imposible e inaugural que incorporó inmediatamente a Don Cornelio al selecto grupo de grandes bandas de la década de los 80, cuando Palo no llegaba a los veinte años, pasando por su experiencia poética a fines de los 90 con Los Verbonautas junto a Vicente Luy, Osvaldo Vigna y Gabo Ferro, entre otros poetas fundamentales de esa generación, mezclando poesía con el espíritu del rock, y llegando hasta a Los Visitantes, la imagen que sobrevuela de Palo es la de un artista complejo y conmovedor, que surgido del ámbito estrecho del rock rápidamente se expandió a diversos sonidos, siempre por fuera del equívoco rótulo y la vulgar etiqueta. Ese artista conmovedor que explica que «Niña plateada» es una canción escrita para su hija mientras ella atravesaba el proceso de separación de sus padres, mientras Los Tipitos escuchan su monologo entre la emoción y la admiración, resume la esencia de su arte, que mixtura todo el tiempo emoción y belleza. El mismo Palo que en otro momento afirma que a él le gusta ser parte del éxtasis creativo junto a su público, por fuera de la idea del cantante que lidera y conduce a la masa.

Cuando terminé de ver Transformación entendí que la belleza del arte de Palo radica en ese don poético al que refería Di Natale en su programa de radio. Palo no necesita hacer poesía porque él es en sí la representación de la poesía. Desde las letras góticas de Don Cornelio, que lo situaron como banda de sonido del lado B de la primavera democrática, hasta sus canciones llenas de luminosidad de sus últimos años, la música de Palo vive entre el rock salvaje y la belleza acústica. Pandolfo construyó con su voz y su cuerpo, como si de una performance perpetua se tratara, una obra que lo trascenderá por fuera de la escena del rock.

Ahora que su experiencia vital en este plano de las cosas se cerró para siempre, no nos queda más que organizar y pensar su obra vital y humana. Entre tanto, el adolescente que fui hace más de dos décadas, que esperaba las canciones de los visitantes en la programación de la Rock & Pop para grabarlas en un TDK 60, nunca tendrá suficientes palabras para agradecerle la belleza que Palo le dioa mi vida.

Transformación cierra con Palo cantando «Un reflejo». Allí el músico dice: «Con restos de lucidez se reinventó, reinventó el sol, reinventó la luz, reinventó el amor, reinventó el ayer, reinventó el dolor, reinventó la fe y se reinventó «. Así fue nomás. Palo fue toda la vida ese artista múltiple que se reinventó tantas veces como lo deseó en sus cuarenta años de carrera. Nos dejó una obra repleta de amor y pasión que le dio felicidad a nuestras vidas. En ese arte poético que capta la cámara ensoñada de Wolovik, se encuentra el secreto del arte de Palo. Ojalá tuviéramos la posibilidad de hacerle saber cuánto y cómo lo vamos a extrañar.

Transformación (Argentina, 2018). Dirección: Iván Wolovik. Fotografía: Iván Wolovik. Edición: Daniel Casabé. Duración: 69 minutos. Disponible en Cine Ar Play.

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