
1. Fotos. Jaime Muro, el abuelo del narrador y director del documental de la película, Sebastián Muro, sobrevive en un puñado de fotos a la renuencia familiar a hablar de él. Una parte de esas fotos se concentran en el comienzo del documental y sirven para narrar la cronología necesaria para instalar a ese personaje en relación con la historia de su descendencia. Las fotos apuntan a la ascendencia, a la familia que quedó desarmada en el Perú de la década del 40, cuando el padre murió arrollado por un tren y el joven Jaime viajó a estudiar a la Argentina renunciando a su parte de la herencia familiar. En las fotos está Janine, su primera esposa. Y también Inés, la por entonces joven estudiante con la que terminó Jaime casándose por segunda vez. El otro puñado de fotos se concentra al promediar la película. Algunas de sus últimos tiempos en la Argentina, antes que el golpe del 76 lo arrancara de su puesto como director del Hospital Borda y decidiera irse a vivir con una nueva esposa a Texas. Pero, sobre todo, reluce una foto, la única en la que las tres generaciones a las que alude el título del documental comparten el mismo espacio: Jaime, su hijo Rafa y su nieto Sebastián aparecen comprimidos en esa imagen de colores añejados como el único punto de contacto que el tiempo parece haber dejado entre ellos.
2. Fotos II. Su madre, Fabiana, nunca se casó con su padre, Rafa. Cuando Sebastián nació, ya estaban separados. No había cumplido un año, cuando Fabiana se casa con Miguel. Miguel era fotógrafo de modas. Se conocieron cuando Fabiana fue a hacerse unas fotos a su estudio. Seis meses después estaban casados. Sebastián vuelve a ver a Miguel para el documental. Miguel parece no poder contar su historia con Fabiana sin recurrir a las fotos. El pasado se congela en esas imágenes en las que los personajes parecen ser otros y donde, nuevamente, el peso parece estar en la presencia de Sebastián, aún pequeño, en los brazos de su madre en las fotos del casamiento.
3. Videos. Sebastián, al comienzo del documental, tiene un propósito meramente funcional: filma lo que tiene a mano para cumplir con un trabajo práctico de sus estudios. Lo que tiene a mano es su padre, al que convierte en el personaje documental que necesita. Filmar al padre lo lleva a la necesidad de preguntar, de buscar en su historia y en la relación entre padre e hijo. A medida que va recorriendo esa historia conjunta, descubre dos elementos: por un lado, las coincidencias en la relación de Rafa con él y la que tuvo con su padre Jaime; por el otro, que no puede estar junto con su padre si no lo está filmando. Como si el padre se revelara únicamente transfiriendo su mirada a la cámara, Sebastián filma. Y llega al final del relato despejando la duda inicial –“Empezar a filmarlo fue impulsivo, porque no sabía lo que quería”- transformada ahora en la certeza de querer filmarlo todo, para no olvidarlo.

4. Videos II. En uno de las pocas imágenes del pasado, Rafa aparece como conductor de un programa para niños en ATC. Es el día del décimo cumpleaños de Sebastián y Rafa le manda un beso cariñoso desde la pantalla. Y, desde el pasado, esa imagen es el primer indicio de la diferencia que Rafa logra establecer en la relación con su hijo, para no repetir lo que hizo su propio padre: mantener el cariño y la preocupación, incluso a la distancia. Gestos de cariño y acercamiento que pueden ponerse en esa distancia –la de una cámara de videos o de las postales enviadas desde diferentes lugares del mundo-, pero que parecen no poder darse en presente. Como si la ausencia todavía mantuviera las distancias y solo una cámara pudiera mediar entre ellos para salvarla.
5. Eventos. Rafa se dedica, después de haber sido echado de Club Med, a organizar eventos personales o institucionales. Sin embargo, el centro del documental es un evento que no puede (y posiblemente no quiere) organizar. Sebastián le plantea a Rafa –y por extensión a los dos hermanos, sus tíos- un viaje a Perú, para encontrar las raíces familiares paternas. En el momento en que lo plantea, Rafa duda. Justamente porque no es algo que quiera organizar. Sebastián se hace cargo de los contactos y de coordinarlo todo. En el momento en que padre e hijo están en el aeropuerto antes de subirse al avión que los llevará al Perú, parece surgir la otra cara de Rafa. Lo que en los eventos que él organiza se trasluce en cansancio, acá es una incomodidad que focaliza en la cámara. Es el único momento en que cuestiona su lugar como personaje y con el hecho de ser objeto de la mirada.
6. Libros. Jaime, el padre de Rafa, se fue a los Estados Unidos con Gertie, su última mujer. No volvió nunca más a la Argentina ni se volvió a comunicar con su familia, salvo con Andrés, el hijo menor. Pero escribió con su última mujer un libro que ella tuvo la cortesía de publicar después de la muerte de Jaime. De nuevo, al único que parece interesarle el libro –o hasta saber de él- es a Sebastián. Lo lee. Encuentra en ese libro la representación de ese agujero negro que es la ausencia, la negación de la familia. Rafa es la ausencia en ese libro. También Sebastián. Jaime aparece como el hombre que parte después de quemar las naves, para no dejar nada atrás. Pero las quema solamente en la forma en que decide organizar sus recuerdos. El momento más extraordinario del documental es cuando Sebastián comparte el libro con su hermanastra, que apenas conoce la existencia de Jaime (que también se volvió inevitable ausencia hasta en el discurso de Rafa), ese instante en que lee que quien fue su abuelo escribió que los dos errores más grandes de su vida fueron sus primeros dos casamientos. La familia que queda forma parte de un gran error que es mejor dejar atrás.

7. Memorias y olvidos. Es posible que todo el documental no sea más que una respuesta a ese libro. No una manera de decir que aquello que se borró en las páginas existe en la vida real. Sino que va en contra de la representación de la no-memoria que constituye el libro. Si el libro borra la ausencia y lo que se deja atrás, el documental va en la búsqueda del recuerdo de manera constante, tanteando en el camino, si en verdad eso tiene algún valor. Por eso, incluso, en Perú viajan al pueblo donde nació Jaime. Y el encuentro con el hombre viejo en la plaza, que resulta ser familiar lejano, es la sentencia definitiva del triunfo de la memoria sobre el olvido (para eso alcanza con que señale el lugar donde Jaime vivía cuando era niño). Por eso, más que la reconstrucción familiar, lo que sostiene el documental es el resarcimiento del vínculo. Reparar lo que en algún momento se ha dañado. Completar el trayecto de un padre que no quiere repetir los errores que sufrió como hijo. La carencia y la ausencia, en Sebastián, se preguntan cara a cara (en la que tal vez sea la única escena en que vemos a Rafa de frente a la cámara) y se recuperan a través de las señales que han sostenido la relación durante toda la vida. El hilo que une la vida de las tres generaciones ahora es algo más que una foto al borde de lo inexpresivo: es una historia contada en donde mientras unos ahondan la ausencia, los que lo sobreviven hacen todo lo posible para revertirla.
Calificación: 7/10
Rafa, su papá y yo (Argentina, 2020). Dirección: Sebastián Muro. Edición de diálogos y armado de bandas: Lara Baldino. Montaje: Anita Remón (SAE), Julia Strafacce (SAE). Asistente de montaje: José Goyeneche (EDA). Corrección de Color: Alana Oses. Entrevistas: Rafael Muro, Fabiana Yanun, Inés Baum, Andrés Muro, Jaime Muro, María Eva Alvarez, Sandra Flomenbaum, Karina Flomenbaum, Lola Muro, Juana Muro, Miguel Angel Esmoris, Luis Muro Crousillat, Palena Muro. Disponible en Puentes de Cine.
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