Atención: se revelan detalles de la resolución del argumento.

I.- El Reverendo Toller no tiene esperanzas, solo tiene rutinas. A las esperanzas las perdió cuando su hijo murió en combate en Irak, siguiendo su consejo de alistarse. Luego de esa muerte Toller fue abandonado por su esposa y dejó su condición de capellán militar, para recluirse en una pequeña capilla museo del condado de Albany, al norte de Nueva York. Tras ese apocalipsis personal, vive el día a día en su capilla, casi desierta de fieles, repitiendo los austeros hábitos calvinistas en los que se formó, mientras siente avanzar al cáncer en su estómago y al alcoholismo entre sus hábitos.

Densa y oscura como esta reseña es la visión de Paul Schrader sobre la vida de su país, sobre la sobrevivencia del planeta y sobre la fe en la que se crio, el calvinismo, que junto con el luteranismo y otras variantes locales formaron el espíritu profundo del imperio (norte)americano.

II.- Schrader es hijo de un pastor calvinista, él mismo estudiaba para serlo, siguiendo la rígida tradición paterna que le impidió ver cine hasta sus 18 años por considerarlo un arte pecaminoso. Algún quiebre en su intimidad llevó a Paul y su hermano mayor Len a apartarse de la fe y dedicarse al cine. Diez años después de esta abjuración, Paul se graduaba en la escuela de cine de la UCLA y publicaba su famoso ensayo “El espíritu trascendental en el cine”,  dedicado a Ozu, Bresson y Dreyer. Luego fue crítico, guionista (Taxi Driver, Toro salvaje, entre otras), con frecuencia junto a Len, y finalmente director. Len hizo su propio camino buscando en la espiritualidad oriental; se convirtió al budismo y, hombre coherente, se casó con una japonesa e instaló una fábrica de kimonos (también dirigió una única película, una catástrofe llamada Naked Tango, filmada en Buenos Aires en los ochenta). Su fervor budista influyó en su hermano, que también se acercó al orientalismo. Juntos escribieron Mishima (1985), que dirigió Paul (1985), una biopic sobre el gran escritor japonés, film perseguido por la familia del escritor que consiguió prohibirla en casi todo el mundo. Len murió en 2006.

III.- Estas notas biográficas hablan de rupturas y búsquedas, del peso asfixiante de una religiosidad severa hasta el hastío y la amputación de los impulsos vitales. Atendiendo el pedido de Mary, una de las fieles de su iglesia, Toller habla con el esposo de ésta, un joven militante ecologista convencido de que el apocalipsis ambiental es irreversible. “Sera en 2050”, dice. “Mi hijo (Mary está embarazada) tendrá entonces 33 años y usted tendrá 81”. Es curioso que la edad de su futuro hijo coincida con la de Cristo en la pasión, y que para entonces prediga el fin de los tiempos. También lo es que este hombre desequilibrado y carcomido por la angustia se llame Michael Mensana; la resonancia latina del apellido, más allá de alegrar a algún hincha tripero, tal vez sea una muestra del ascético humor calvinista de Schrader. Como sea, este hombre que defiende la sobrevivencia del planeta y quiere abortar a su futuro hijo para evitarle vivir en un mundo colapsado, que guarda en su sótano un chaleco explosivo para un eventual atentado, se vuela la cabeza con un rifle. La pesadumbre que lo lleva a esa decisión no parece la actitud propia de un militante de cualquier índole; con su muerte, Mensana no hace más que abandonar la lucha; esa angustia suya es la misma que corroe a Toller, a Mary y a muchos de los protagonistas de la película: la aflicción generada por una religiosidad que ofrece a “Cristo, la virtud y la gracia” (lo dice Toller a Mary). Esto es, la observancia de la virtud extrema en vida para alcanzar la gracia de Cristo. Pero Calvino tendió una trampa a sus fieles: ni siquiera la práctica obsesiva de la virtud asegura la gracia y la salvación final, esta deviene de la decisión última de un Dios severo y caprichoso, un patriarca arbitrario que apenas escucha los himnos y ruegos de sus hijos en la tierra. Una colectividad, una nación entera formada bajo estos principios (y los similares, más o menos exigentes, que sostienen las distintas iglesias del tronco evangélico surgidas en EEUU) tiene que vivir en estado de zozobra colectiva; el trabajo y la acumulación material son las mayores virtudes, aunque se viva con austeridad. El capitalismo es su hijo dilecto (lo sabemos desde Weber y su célebre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”) el que en forma progresiva lo está llevando a la disgregación social, la locura individual y la amenaza del fin de la vida colectiva. El hijo pródigo ha engendrado una progenie de desheredados que asalta los íconos del poder (el Capitolio), de Unabombers, de dementes que disparan dentro de una escuela o un shopping, o arrasan países en guerras genocidas e injustas.

IV.- Toller confirma con la muerte de Mensana lo que aprendió con la de su hijo, la insuficiencia de su fe. Él y Mary son los únicos en advertirlo. El resto del mundo que los rodea sigue adelante con prolija austeridad su tarea de autodestrucción. La rama de la iglesia a la que pertenece Toller se llama “Abundancia ilimitada”.  El nombre se refiere a la abundancia de fe, pero en los hechos también incluye a la profusión de bienes materiales. Para ese fin la iglesia cuenta como mecenas con el millonario Edward Balq, dueño de las empresas que polucionan la zona.

Así como alguna vez el cine quebró la unanimidad calvinista de la familia Schrader, las manifestaciones de otra fe distinta agrietan la construcción teológica que rodea a Toller. Entre los libros de su escritorio vemos uno de Merton. Thomas Merton fue un monje trapense francés criado en EEUU, filósofo, teólogo y poeta, amigo y mentor de Ernesto Cardenal en la conversión de éste al catolicismo primitivo y revolucionario. Merton es aún hoy, más de cincuenta años después de su muerte, una figura controvertida, en especial en la iglesia católica. Partidario del ecumenismo, se acercó a figuras espirituales de otros ámbitos, el Dalai Lama, el monje y escritor budista Daisheku Suzuki, a monjes budistas vietnamitas en plena guerra con EEUU. Merton abogaba en contra de la guerra de Vietnam, participaba del movimiento por los derechos civiles, junto a Martin Luther King, reflexionaba sobre el celibato sacerdotal y promovía la justicia social desde una perspectiva que no excluía al marxismo de su juventud, previo a su conversión, tanto como luego pudo llevarlo a la práctica su discípulo Cardenal.

Discutido dentro de la iglesia católica, Merton (recién fue reivindicado por Francisco en 2014, en el mismo acto en que devolvió sus funciones sacerdotales a Cardenal) es impensable en el ámbito religioso en el que vive Toller. El Reverendo Jeffers (jefe de los Abundantes) le reprocha que lo lea. Esto, que en términos argumentales parece apenas un detalle, es uno de los puntos centrales de la postura espiritual que sustenta al film (y con seguridad es parte de la reflexión del apóstata Schrader en este momento de su vida). Imaginar la reflexión libre y disidente de un Merton en el ámbito de una creencia cristiana y rígida, cuyas mayores virtudes son la abstinencia de los deseos y la acumulación de bienes materiales, es un acto de subversión teológica y moral. Mensana no tiene valor para afrontar algo parecido y elige la muerte. Toller sigue adelante. En este paisaje austero y frío, en donde el color blanco uniforma a la nieve con las casas y templos de madera, al que Schrader encuadra con planos generales sobrios y estáticos, el pastor discute con el millonario Balq y lo ofende; conoce la experiencia mística (ajena al ámbito protestante) en contacto con el cuerpo de una mujer (Mary), junto a la que levita, una audacia que rompe el código de frugal realismo que la película se ha impuesto hasta entonces, y entra de lleno en el campo de la duda y la acción. Estos dos términos no excluyen la desmesura y la demencia. Toller puede ser un mártir suicida como los extremistas islámicos que arrasan con la vida de otros en su sacrificio, o un penitente católico que elige el cilicio para purgar sus pecados. Sin embargo en este punto la cinefilia de Schrader, sus viejas devociones de la pantalla, reaparecen para salvarlo y darle a la película otras dimensiones.

V.- Schrader es un bressoniano politizado. Lo demostró con su largo estudio sobre el director francés en “El espíritu trascendental…”, y en sus películas; American Gigoló es una recreación libre de El carterista, del maestro francés. First Reformed se acopla a Diario de un cura rural, también de Bresson, en casi todo su desarrollo; el joven cura de Ambricourt que la protagoniza, tiene cáncer de estómago como Toller; al igual que éste, disputa por cuestiones materiales y de fe con su superior y se enfrenta al Conde, el poderoso del lugar, como lo hace Toller con Balq. De Toller no conocemos el nombre de pila, del cura de Ambricourt ni siquiera el apellido. La elusión monta su espectáculo junto al rigor. Lo material, el sustento de ese mundo en apariencia sólido, está en descomposición; el órgano de la iglesia está roto, la propia iglesia está vacía de fieles y es más bien una escala turística. Lo alto de la espiritualidad que pretende administrar se mezcla a menudo con la última etapa de la materia, los deshechos fecales. El Reverendo Jeffers le cuenta a Toller, con el tono de un chiste, que Lutero compuso Castillo fuerte, un himno religioso, mientras defecaba sentado en el inodoro con el órgano enfrente. Poco después Toller tiene que destapar su propio inodoro, usando una sopapa y un líquido parecido al aceite industrial que más tarde se dispone a beber en su sacrificio final. Cuando toma whisky le agrega al vaso el medicamento que le recetaron para combatir el dolor estomacal, un líquido rosáceo y viscoso que se descompone y forma una película sobre el alcohol; en el plano detalle que dedica a este proceso, el medicamento en estado intermedio entre lo sólido y lo fluido, parece una foto telescópica de una supernova, una de las explosiones en donde se originaron los planetas o, en el otro extremo, un desecho cloacal poluído y destructor, o la propia materia fecal depositada en el intestino de un cuerpo enfermo.

Materialidad en fuga; toma de posición política ante la agenda de su tiempo (que evoca a un film propio, Blue collar-1978-, en donde muestra con crudeza casi documental, cómo la fábrica Ford mata en serie a sus obreros al mismo ritmo concentracionario con que monta sus autos); austeridad sombría y pesimista que se permite una esperanza de redención final en la que, una vez más, se cita a sí mismo y a Bresson a su través. “Cuántos caminos he tenido que recorrer para llegar hasta ti” dice el carterista Michel en el plano final de Pickpocket-El carterista de Bresson, cuando Jeanne viene a salvarlo en la cárcel. Parecida salvación reciben el taxi boy Julian en American Gigoló y el propio Teller en brazos de Mary (María, la madre, ausente de la liturgia protestante). Destaquemos aquí a los notables Ethan Hawke y Amanda Seyfried en la desgastada angustia de sus rostros avejentados por la aflicción. Contra el sacrificio inútil, contra la sangre y las laceraciones que manchan el cuerpo de Toller, contra el mundo que necesita de una revolución política y espiritual, contra los gustos e ideas de la época que poco se interesan por los planteos de su película, Schrader levanta el amor humano, carnal y ensangrentado como alternativa. Así concreta su mejor película, la que eleva y engrandece su desigual filmografía.

Puntaje: 9/10

First Reformed (Estados Unidos, 2017). Guion y dirección: Paul Schrader. Fotografía: Alexander Dynan. Música: Brian «Lustmord» Williams. Elenco: Ethan Hawke, Amanda Seyfried, Cedric the Entertainer, Victoria Hill, Michael Gaston, Philip Ettinger, Bill Hoag, Michael Metta, Frank Rodríguez, Mahaleia Gray, Elanna White, Satchell Eden Bell, Josef Anthony Jerez, Jake Alden-Falconer, Otis Edward Cotton, Delano Montgomery. Duración: 108 minutos. Disponible en Netflix.

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