Paisaje (Rojo; 2023) comienza con lo que llaman “una salida de hombres”. El padre de familia con sus dos hijos, van a festejar de manera bastante particular, el cumpleaños del menor de ellos: una partida de caza sorpresiva. Mientras ellos parten hacia el bosque y la montaña, las mujeres permanecen en un hotel de Uspallata: la pareja del hijo, Eugenia (Ailin Salas), embarazada de ocho meses, se queda jugando al dominó con la esposa del padre (María Ucedo). El regalo de un par de escarpines reafirma los lugares que desde lo familiar se asigna a hombres y mujeres. Como si aún hiciera falta, la secuencia de la cena familiar tras la cacería, lo sigue sosteniendo en el gesto de Alberto (Dady Brieva) de pedirle a Eugenia –y no a alguno de sus hijos- que le alcance un pan. Lugares establecidos en los que el hombre sigue siendo el proveedor, el que toma las decisiones, y la mujer queda reservada para el espacio de la atención, la protección –es la esposa del padre quien les ofrece a la pareja antes de su regreso, un par de mantas- y la reproducción. Sin embargo, hay algo que parece empezar a resquebrajarse: Eugenia no encaja en ese modelo familiar, tanto desde su rechazo a comer carne, como a la forma en que cada uno quiere regular su vida (“Estoy harta que me digan lo que tengo que hacer”).
La relación entre Eugenia y Leandro (Juan Luppi) parece asentarse en cierta armonía que se sostiene en las escenas en el hotel y en la primera parte del viaje de regreso. Leandro parece preocuparse por la comodidad de su pareja, por la mejor manera de sobrellevar ese momento del embarazo que implica dolores e incomodidad física. Sin embargo, en ese primer tramo subyace una inquietud que se suspende en el relato. La relación entre Leandro y su padre se advierte como parte de una tensión en la que entran en juego posiciones frente a la vida que el relato solo sugiere. En la excursión de caza, esas posiciones parecen manifestarse desde los cruces dialógicos –las diferencias sobre la caza, la forma en que padre y hermano le piden que le “ponga onda” a la situación-, pero llegan a su punto álgido en el momento en que Alberto y su hijo menor se enfrentan al jabalí salvaje. Leandro, que en principio desiste de participar de la cacería termina acercándose a ellos en ese momento, pero en lugar de apuntar con el rifle al animal, lo hace hacia su padre. Algo más específico aparece en el diálogo entre Alberto y Leandro después de la cena. Cuando éste le agradece la invitación, queda en claro que hay una distancia familiar que se ancla en algún pasado que no se revela. Y la reacción de Alberto cuando le pide dinero prestado resulta la confirmación de ese distanciamiento. Hay una ruptura en el hilo de la relación entre padre e hijo que esa escena pone de manifiesto y que coloca a Leandro en un lugar complejo, entre la familia que está formando y aquella a la que perteneció y que parece ser la única garantía de su futuro. El humo que empieza a salir del auto en medio de la ruta desértica no es solamente la señal del desperfecto del vehículo, sino un signo de lo que vendrá en la relación de la pareja. El motor recalentado, el espacio vacío, el avance de las horas del día hacia la noche, empiezan a hacer emerger los elementos que manifiestan el distanciamiento. Entre la decisión de Eugenia de no mencionarle a su pareja la pérdida de sangre y la voluntad continua de Leandro de salir del auto buscando una solución al problema, lo que se impone son actitudes individuales, una prescindencia del otro que manifiesta un desinterés por lo compartido. Leandro va alejándose del auto como si estuviera tanteando los límites. Primero sale a fumar. Luego, mientras Eugenia duerme, se aleja buscando señal para su celular o alguna casa en la zona. Hasta ese momento, Paisaje sostiene una lógica interna. Pero allí parece establecer su límite de avance en la dirección que traía hasta ese momento: hacer primar lo sugerido, crear un clima algo asordinado pero donde prospera cierta tensión.
Hay un momento que rompe con esa lógica: es cuando Leandro se cruza con el hombre a caballo que no lo mira, que parece ignorarlo y que solo le responde cuando comienza a alejarse. La escena rompe con el tono realista y cotidiano que traía hasta ese momento y es una señal de la dirección que tomará de allí en más. El fluir lógico de la historia es abandonado para poner elementos que fuerzan de manera artificial el relato: la camioneta que pasa cuando se alejan del auto, las contracciones cada vez más seguidas que sufre Eugenia, la sangre en el baño, la llegada de Leandro a la casa que tiene las luces encendidas. La derivación de Paisaje hacia las coordenadas genéricas es brusca en tanto lo que produce es un viraje determinante en el concepto de la película. De la pretensión de realismo en la construcción de la relación familiar se desliza violentamente hacia lo terrorífico, a partir del paralelismo con lo que ocurre a cada personaje. Por un lado, Eugenia pariendo en soledad en la casa abandonada en la que se refugió inicialmente la pareja. Por el otro, Leandro enfrentado a la pareja de ancianos de la otra casa a la que acude buscando ayuda. El primero, en la reiteración exagerada de las escenas, pierde su efecto, si es que se pretendía escenificar el dolor de parir en soledad en un lugar desconocido. El segundo se sumerge en el terror más puro encarnado en una casa que parece desierta, una mujer cuya presencia Leandro no advierte y un ritual en el que se convertirá en víctima. La sensación es que en ese segundo tramo, Paisaje se ha convertido en otra película, de la que parece rescatarla la preocupación de Alberto por el destino de su hijo. La simplificación y lo predecible del desenlace opaca y deja en segundo plano lo que era importante para el devenir original de la trama. El desapego de Leandro hacia Eugenia y en contrapartida el abrazo con su padre y la consecuencia que se intuye en la coda en el hospital son elementos que remiten a esa primera parte de la historia que se abandonó por un camino lateral, tal vez en busca de un impacto más contundente que solo termina por desvirtuar lo que se venía construyendo.
Paisaje (Argentina, 2023). Guion y dirección: Matías Rojo. Fotografía: Maxi Becci. Edición: Sofía Merele. Elenco: Ailín Salas, Juan Luppi, María Ucedo, Dady Brieva. Duración: 93 minutos.
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