Raúl Perrone es un director que se caracteriza por experimentar con el material audiovisual, generar imágenes novedosas y proponer nuevas rutinas de rodaje y edición. Su cine está compuesto por gestos políticos revulsivos e inquebrantables. Un Decálogo paródico escrito en 1998 que emula al Manifiesto Dogma 95 y en el que se burla elegantemente de algunas consideraciones de la crítica cinematográfica de la época. En 2012, lo retomó para agregarle unas breves líneas en lapicera y eliminar otras. Pareciera que con el paso del tiempo algunas de sus ideas se reafirman y otras se abandonan. El título “Las Ganas que Te Deseo” no solamente denomina a su productora independiente, sino que también define un lema de filmación. El cine es un terreno a ser conquistado, un objeto de deseo, un anhelo y un sueño. La propuesta de hacer películas independientes, en la ciudad de Ituzaingó, alejado de los grandes centros productivos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo llevó a la zona del desafío, de la marginalidad, de lo alternativo. Hacer cine en el conurbano es posible, pero no deja de ser la femme fatale más cruel.

El deseo imperioso por abordar distintas búsquedas estéticas lo llevó a atravesar tres etapas diferenciales en su extensa filmografía. La primera, marcada por el predominio de espacios exteriores, el rock y jóvenes que deambulan por las calles, tuvo como principal exponente a la Trilogía de Ituzaingó[1]. Los planos fijos, las tomas de larga duración, el trazo sensible de la mano del dibujante se percibe en una segunda etapa, donde la intimidad y vulnerabilidad de sus protagonistas se expresan vivamente en el Tríptico[2]. Los cierres y aperturas en iris, los fundidos, los planos secuencia, las sobreimpresiones, el reverse, el loop, el doblaje y los intertítulos conforman su tercera y última etapa, más radical en su experimentación, más cercana a las propuestas del cine silente y la vanguardia.

El cine de Perrone es el cine de la austeridad. Y el pasaje ontológico de considerarse un “anti-autor” a devenir un “anti-cine” es la prueba contundente de ello. El glamour, lo políticamente correcto, lo visualmente bello y agradable, las iluminaciones artificiales no son parte de su universo fílmico. El artificio como ente embellecedor de lo impuro o incorrecto no tiene cabida en sus películas. Lxs pibes e Ituzaingó son las luces más brillantes de su microcosmos, son sus personajes principales, su razón de ser, su motor de vida, su (pre)ocupación constante. La juventud y el conurbano trazan un vínculo amoroso sin rodeos. Perrone los filma en libertad, dejándolos ser, con sus desvaríos, ilusiones, ingenuidades y humildad. No los determina, no los estigmatiza, no los evalúa moralmente. Simplemente los registra con sinceridad y, a veces, con una honestidad brutal que provoca un cambio de estadio: Perrone abandona su rol de cineasta y deviene superhéroe, protegiendo y salvando a lxs pibxs y los barrios precarizados de la condena social.

Corsario, un poema de Perrone es una declaración de amor, una carta sensible a los jóvenes que protagonizan sus películas y circulan por su taller de cine, y un cálido homenaje a Pier Paolo Pasolini. La admiración por el cineasta italiano se expresa de modo implícito, mediante la presencia de un hombre misterioso que deambula por las calles de Ituzaingó, buscando jóvenes para su próxima película. Su semblante es idéntico al de Pasolini, sus expresiones, sus lentes, su corte de pelo, sus poses corporales. Sin embargo, Pasolini no está, su nombre encarna la paradoja de ser meramente una presencia ausente. En la resonancia visual de su parecido físico radica el encanto de Corsario. Y, para lxs espectadorxs más ávidos, se reserva un guiño cómplice en tanto esta película cierra una trilogía comenzada en Ragazzi (2014) y continuada en Ituzaingó V3rit4 (2019).

El director de cine proveniente del extranjero que llega a Buenos Aires y va a visitar la ciudad de Perrone articula la sinopsis del film. El juego con la expresión cinematográfica de una fantasía se traduce nuevamente en la frase “las ganas que te deseo”. ¿Qué pasaría si Pasolini estuviese vivo y viniera al conurbano bonaerense? ¿Con qué jóvenes se encontraría? ¿Qué ciudad lo albergaría? De esas preguntas nace Corsario como una respuesta aproximada. La versatilidad de Pasolini como artista es el rasgo que más le importa indagar a Perrone. Incluso las referencias que se perciben en Corsario no son sobre las películas del cineasta italiano, sino sobre el legado de su obra en general: su título alude a los escritos corsarios y a la categoría “cine de poesía”, la creación de tableux vivants manieristas denotan el gusto barroco de Pasolini el cual quedó sellado en El Decamerón (1971) –transposición de la novela de Boccaccio perteneciente a dicho período histórico y en la que se citan distintas pinturas – y en su pieza teatral “Calderón”.

Lxs jóvenes, la marginalidad y la sexualidad eran tres temas que interpelaban fuertemente a Pasolini, los cuales fueron explorados en sus películas, sus ensayos y sus textos dramáticos. Perrone tiene los mismos intereses y en Corsario los aborda desde la experimentación cinematográfica. Tal es así que convocó a José Maldonado –un ex -alumno de su taller de cine – para que cree un estenopo en una cámara digital. El resultado es sorprendente, las texturas de las imágenes obtenidas se aproximan a la calidad de los rollos de 16 mm. Pero, la estenopeica tiene una particularidad: lograr conciliar el foco es casi imposible. La pérdida de control sobre el material manipulado llevó a Perrone a trabajar en la oscuridad y a elogiar como nunca a la luz solar. Podríamos decir que Corsario es el punto álgido y el broche de oro de una fase de experimentación casi vanguardista iniciada en P3ND3JO5 (2013). La superposición de planos, la alternancia de imágenes en blanco y negro y transiciones en color, la repetición de versos, la música disonante, el travelling, la cámara en mano, el ralenti y la afección del primer plano develan la curiosidad de un foráneo en tierra desconocida, de un hombre que tiene ganas de descubrir qué es el cine y abrazar la totalidad de su sentido con la fuerza de su ser.

No se sabe bien qué es el cine, pero Perrone en cada una de sus películas intenta aproximarse a una respuesta. Después de todo, como decía un lúcido Pier Paolo Pasolini en El Decamerón: “¿para qué crear una obra de arte cuando es mucho más grato soñarla?”


[1] Conformada por Labios de Churrasco (1994), Graciadio’ (1997) y 5 pal peso (1998).

[2] Compuesto por Luján (2009), Los actos cotidianos (2010) y Al final la vida sigue, igual (2012).

Corsario, un poema de Perrone (Argentina, 2020). Guion, edición y Dirección: Raúl Perrone. Cámara y fotografía: Raúl Perrone, Lara Seijas y Jorge Laplace. Productor ejecutivo: Nicolás Batlle. Diseño de imagen, sonido y post-producción: Raúl Perrone. Arte: Raúl Perrone, Andrea Cano y Rodrigo Botta. Música: Andre Villaveiran y Juan Marco Litrica. Elenco: Martin Bermello, Nicolás Ruiz, Alejandro Ricagno, Ornella Timpanaro. Duración: 67 minutos. Disponible en Cine Ar Play.

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