Antes de ser conocido y reconocido como director de cine, el alemán Christian Petzold tuvo una prolífica y premiada trayectoria como director de telefilms; entre ellos se encuentra “Die Beischlafdiebin” de 1998 (cuya traducción literal es La ladrona de encuentros sexuales), que le valió una (otra) nominación al Premio Förder en el Festival Max Ophüls, que ya había ganado en 1996 con “Cuba Libre”.
La ladrona… es una producción de bajo presupuesto en un momento histórico social del mundo en el que el dinero era particularmente escaso, incluso en las grandes potencias como Alemania, que nos permite encontrar y disfrutar de las marcas narrativas y estilísticas del autor desde estos comienzos.
En La ladrona…, Petra (Constanze Engelbrecht, que fue una de las actrices más populares de Alemania entre 1980 y 1990, apareciendo en más de setenta películas entre 1960 y 1998) vive y trabaja en lujosos hoteles de Marruecos donde ejerce de estafadora de señores a partir de seducirlos, drogarlos y robarles. El producto de esa actividad ha sido utilizado a lo largo del tiempo para sostener y pagar la educación de su hermana pequeña, Franziska (Nele Mueller-Stöfen), en Alemania. Hasta aquí el nudo central, casi anecdótico, de la película; hasta que los hombres, esos hombres, otros hombres, hacen su aparición en escena y empiezan a articular e impactar de manera brutal en la vida de estas mujeres.
Y aquí aparecen las marcas de Petzold, esas que con el tiempo se han vuelto identitarias de su cine: el cuidado de los aspectos formales, inclusive frente a la escasez de recursos, una narrativa de pocas palabras, silencios densos y un tono dramático sin subrayados. Si bien en los inicios sus películas abrevan en el realismo naturalista, la mirada del director sigue dando cuenta de las grietas y las trampas del capitalismo, esas que cuando se desvelan se castigan ferozmente y ponen de manifiesto la precariedad de las vidas; en este caso, las de estas dos mujeres en una sociedad en la que la decisión, entre otras cosas, sobre el cuerpo, es de los varones.
Decíamos que aparecen los hombres, Petra se siente “vieja y cansada” y está pensando seriamente en volver a casa, ha ahorrado suficiente dinero como para retirarse, pero esos planes se frustran cuando una especie de “policía de hotel” que la vigila irrumpe en su casa, la amenaza y le roba. Es el primer encuentro con la autoridad, esa misma que esquivó durante tantos años. De todos modos vuelve a casa, pero el escenario soleado se transforma ahora en una ciudad gris, desangelada.
El encuentro entre las hermanas no será menos desalentador, nada salió como se esperaba: un hombre, otro, desapareció del cuadro cuando el negocio de Franziska fracasó; ese proyecto, que fue producto de los esfuerzos de su hermana, se ha ido. Entonces aparecen los enojos, las deudas, las recriminaciones y las verdades. Nada era como se relataba, las cartas, de ambos lados, construyeron realidades ilusorias.
Otra vez el cuerpo y la vida de las mujeres aparecen como aquello que “hay que mentir” para sobrevivir; Petra miente su trabajo, su vida; Franziska, también. Ninguna de las dos ha logrado ser lo que se esperaba de ellas y hay que sobrevivir y a eso van, pero el mundo y el valor que representan esos cuerpos no es el mismo y parecen no entenderlo. Hay una especie de herencia que se juega en aprender esos juegos de seducción, antes efectivos, para convertirlos ahora en estrategia en un mundo donde ya no lo son. Pero las estrategias fracasan, y las deudas arrecian, y los hombres siguen teniendo el poder y usan y deciden y descartan.
“Los hombres viven, las mujeres sobreviven”. Con esta frase Claude Chabrol solía justificar la predilección de su cine por las figuras femeninas, sus heroínas. Esta máxima parece guiar también el cine de Christian Petzold, en donde queda bien claro que poner el cuerpo duele y morirse, también.
The Sex Thief (La ladrona de encuentros sexuales, Alemania, 1998). Guión y dirección: Christian Petzold. Fotografía: Hans Fromm. Música: Stefan Will. Reparto: Constanze Engelbrecht, Nele Mueller-Stöfen, Wolfram Berger, Richy Müller, Jörg Friedrich. Duración: 88 minutos
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