En el principio fue la memoria. Cuando empecé a coleccionar películas, a los nueve años, no necesitaba hacer ningún esfuerzo para recordar de dónde había salido cada una. Una década después, con el incremento exponencial de la colección, noté que necesitaba anotar algunos datos si no quería olvidarlos y empecé a utilizar cuadernitos. Algo después comencé a apuntar muy sintéticamente la impresión que me dejaba cada nueva película que incorporaba porque esas impresiones me servían más tarde para programarlas en diversos cineclubs. Ese es el origen de estas notas.

Enero 21

Cumpleaños

Hoy hubiera cumplido años Octavio Fabiano, con quien fundamos la Filmoteca y cuya pasión por el cine fue esencial en la formación de la mía. Octavio falleció en 2003, pero la suya sigue siendo una presencia muy intensa en la Filmoteca.

A fines de 1991 yo había terminado mi primer año como docente en lo que también fue el primer año de la Universidad del Cine. En esa época pagaban bien y yo tenía varias comisiones, así que había ahorrado unos cinco o seis mil dólares. Por las noches trabajaba con Octavio en su Club de Cine (Sarmiento 1249, subsuelo) y mese antes nos había llegado una lista suculenta de un distribuidor santafecino que vendía todo. “Todo” eran más de mil películas en 16 mm. El hombre se llamaba Burlando y por teléfono hablaba sin parar, lo que sugería algún desequilibrio. Había que apurarse. Octavio tenía un Ford Fairlane negro, y una noche de enero, a eso de la 1 de la madrugada (porque antes había que terminar la función), nos fuimos a Santa Fe.

En el local de Burlando había una pieza literalmente llena de películas. Hicimos una selección de ciento y pico, basándonos en los títulos que nos interesaban y en el estado del material. Volvimos ese mismo día a eso de las siete de la tarde, sin un solo dólar pero con el asiento de atrás y el baúl del Fairlane cargados de rollos. Hicimos un último esfuerzo para subir todo hasta mi casa (yo vivía en un sexto piso) y cuando terminamos… nos pusimos a ver Pasión de los fuertes (Ford, 1946). ese día terminó con cerveza en el Bodensee, planes para la futura Filmoteca en común y la certeza de haber hecho nuestra propia roadmovie.

Febrero 21

Every Day Is a FoundFootage Day

Todos los días aparecen por acá cosas sueltas difíciles de clasificar y que han ido generando sus propios espacios. Tengo dos cajas para guardar material de noticieros televisivos, por ejemplo, una para los que puedo identificar y otra para los que no. Este tipo de material exige más tiempo y atención que todos y es el mejor desafío para el archivista. Siempre hay que revisarlo y verlo, porque una Filmoteca no está para conserva rollos sino para conservar las imágenes que están registradas en esos rollos. Acabo de encontrar un ejemplo perfecto: unos dos minutos en 16 mm, blanco y negro, mudo, en el que alguien anotó “Lanús”. Lo veo y en lugar de aparecer imágenes de ese municipio bonaerense, aparece Lanusse, Alejandro Agustín, jurando para Onganía en 1968.

Otro rollo de 16 mm sin identificación alguna resulta ser un original de cámara sin cortar y con sonido directo, filmado durante el primer día del Cordobazo. El periodista sale de una fábrica con una columna de obreros, los acompaña hasta la plaza Vélez Sarsfield, se ve brevemente la concentración allí y luego acompaña destrozos diversos (en una disquería, por ejemplo), sin mencionar la represión. Un señor se queja de los desmanes y dice que “la autoridad no hace nada”, concepto que el periodista repite varias veces.

(Entre paréntesis, parece que la plaza Vélez Sarsfield ya no se llama Vélez Sarsfield, pero no es fácil saber cómo la rebautizaron porque en una búsqueda superficial en Google aparece mencionada simplemente como “ex plaza Vélez Sarsfield”. Un artículo publicado en La Voz en enero de 2011 la cita seis veces así y ninguna por su nombre nuevo, si lo hubiere. Corresponde preguntarse si esto sucede: a) porque la nueva denominación no le gusta a nadie; b) porque ha dejado de ser una plaza y ahora es alguna otra cosa; o c) porque quizá exista algún furor cordobés por el prefijo ex. Sin ir más lejos, La Voz se llamaba La Voz del Interior. ¿Córdoba seguirá llamándose Córdoba?).

Marzo 12

Extraterrestre

No podía dormir así que me puse a proyectar en 16 mm Muertos vivientes (Don Siegel, 1956), que no veía desde hace rato. La lección magistral del film en el terreno de lo fantástico -que casi todo el mainstream hollywoodense contemporáneo desestima- es que nunca se debe olvidar el peso de lo real. Lo recordé de pronto, como si la película me diera un sopapo, cuando llega esta imagen de la foto y el protagonista descubre que su novia se ha vuelto un extraterrestre. Sin gastar un peso, Siegel o su guionista sólo necesitaron esta imagen y el contraplano de la cara espantada del protagonista al comprenderlo.

El poder tremendo de la escena es que todos alguna vez estuvimos ahí. Todos (o bueno, muchos) vimos en la vida real de pronto y con horror, en el rostro de la persona amada, que el amor se fue, que no está más, y la sensación es exactamente la del film: estar frente a otra persona que tiene la misma cara.

Después en la vida real viene la parte en que uno se tiene que preguntar qué hizo para contribuir a esa pérdida, pero ahí las películas no sirven para nada.

Abril 4

El síndrome Ligotti

Hay algunas conductas peculiares en los coleccionistas que con Manes atribuimos al “Síndrome Ligotti” porque fue justamente en el querido colega Alfredo Ligotti que las detectamos por primera vez. Desde luego, uno también lo padece, pero cuesta mucho reconocerlo porque, como cualquier otra cosa, se ve con más claridad en los otros. El síndrome se expresa de dos maneras:

a) La valoración personal sobre cualquier película cambia cuando uno tiene una copia. Cuando vi por primera vez Bastardos sin gloria me pareció la peor película de Tarantino. Ahora la conseguí en 35 mm, volví a verla y me pareció bastante buena. De las mejores, diría, junto con Perros de la calle (porque también la tenemos). Y el mismo razonamiento se aplica a la inversa, por supuesto: “No sé si El hombre quieto (que no tenemos) es tan importante como dicen. Para mí la mejor película de John Ford es Pasión de los fuertes (que sí tenemos)”.

b) Los problemas de una copia se transforman en virtudes. V. g.: “Sí, a esta copia de El sargento York le faltan veinte minutos, pero la verdad es que es una película muy larga y de esta forma mejora mucho”. O bien: “A esta copia de Freaks le falta el epílogo, pero yo leí una entrevista (hace mucho, no me acuerdo dónde) en la que Tod Browning decía que el epílogo era un agregado de la productora”. O también: “Es cierto que esta copia de El evangelio según San Mateo está doblada al español, pero el protagonista, Enrique Irazoqui, era español, así que es mucho más apropiado escucharlo así que en italiano”.

Mayo 11

Los asombrosos milagros de San Lon Chaney

La iglesia pierde tiempo tratando de beatificar papas fachos y olvida a los verdaderos hombres del señor. El protector de la Filmoteca es San Lon Chaney, que aunque nunca fue reconocido por las autoridades eclesiásticas, hizo más milagros que Juan Pablo II. Tres de ellos están documentados, a saber:

1. La Multiplicación de los subtítulos de Los mocosos.

A comienzos de los noventa, Salvador Sammaritano puso una copia del corto más famoso de Truffaut al cuidado de la Filmoteca. “Está en buen estado”, me dijo. “El problema es que está en francés, sin subtítulos”. La lata así lo confirmaba, pero además la vi y apunté en mi cuaderno de notas: “Francés – sin subtítulos”. En 1999 la proyectamos con Octavio Fabiano en el Atlas Recoleta, con la advertencia de que se vería en esas condiciones. Para nuestra sorpresa, la copia estaba ahora subtitulada. La volví a pasar en 2012 y los subtítulos aún perduraban.

2. La materialización de la Tercera Parte de La condición humana.

Desde siempre tenemos en la Filmoteca, en 35 mm, la primera y la segunda parte de La condición humana, obra maestra de Masaki Kobayashi. Con Octavio estábamos resignados a no poder completarla nunca, porque, si ya era muy difícil esperar que apareciera otra persona que tuviera el film, resultaba imposible concebir que aceptara vendernos sólo la tercera parte. Nos encomendamos a San Lon Chaney. Y entonces, un día de 2005, Fabio Manes encontró por eBay a un vendedor que la tenía y la ofrecía muy barata precisamente porque le faltaban las otras dos. Me pasó el dato y la compré de inmediato, con plena conciencia de que estaba presenciando un prodigio irrepetible.

3. La Resurrección del Final de El joven manos de tijera.

Una copia en 35 mm de esta obra maestra de Tim Burton vino en el paquete espantoso que nos mandaron de Santa Fe (ver abril 29). las latas habían estado a la intemperie durante años, se habían perforado y les había entrado agua. Revisé esta copia cuando llegó, con la ilusión de que el daño no fuera mucho. Los cinco primeros rollos estaban manchados, pero se podían ver. El último, sin embargo, estaba irrecuperable y tuve que tirar más de la mitad. Anoté la desgracia, fiché la copia como “improyectable –  falta final”. Ayer tuve ganas de ver lo que había quedado, saqué las latas y al llegar al rollo seis quedé estupefacto: el último acto está completo e inmaculado.

No tengo explicación racional para ninguno de estos fenómenos, sólo puedo dar testimonio, exponiéndome al escepticismo y al escarnio público. ¡Loado sea San Lon Chaney!

Junio 13

Hundido

Mi película preferida sobre el Titanic es Rescaten al Titanic (Jerry Jameson, 1980), un disparate encantador en el que un grupo de ingenieros y científicos se esfuerzan por reflotar el barco más famoso e inútil de toda la historia naval. Al operativo para devolverlo a la superficie se le suma una historia de espionaje con rusos, que aún estaban de moda. Los que saben dicen que el film resultó un fracaso total, pese al descomunal presupuesto invertido en miniaturas y efectos especiales. Su productor Lew Grade llegó a declarar que en lugar de reflotar al Titanic hubiera sido más barato secar el Atlántico.

En cualquier caso, los que vimos este film a los doce o trece años no hemos podido olvidarlo nunca. Como en aquel momento nadie sabía ni siquiera dónde estaban los restos del Titanic, los realizadores no se preocuparon en lo más mínimo por la precisión histórica ni por ningún otro mandato dictado por la tiranía de la realidad.

Así debe ser. Hundir el Titanic lo hunde cualquiera. El cine está para otra cosa.

Julio 18

Una carta

Estimado Sr. Edmo Cominetti,

No nos conocemos. Usted se mató, no sé bien cómo, varios años antes de que yo naciera. Pero hace tiempo que me conmueve, porque en 1991 encontré un epistolario donde había una carta suya, bastante desesperada, pidiendo trabajo. Una cosa es que a uno le cuenten que muchos pioneros del cine murieron en la pobreza, casi en la marginalidad. Y otra cosa es que uno los lea mientras se van sumergiendo en ese abismo. En ese momento no pude ver sus películas, porque sólo las tenía el Museo del Cine y su director, que era un miserable, se negaba tenazmente a difundir lo que el museo guardaba. Por culpa de ese triste personaje no pude saber más sobre usted y no les hice las preguntas correctas al viejo Ver Ciani ni a Eduardo Morera, que fueron sus actores pero también sus amigos. Recuerdo con dolor que la última vez que vi a Morera, caminando por la calle Viamonte, me contó que en el Museo le habían prometido una copia en video de La borrachera del tango, un film que usted hizo con él en 1928, pero nunca se la habían dado.

Pasaron las décadas, las autoridades del Museo cambiaron y hoy con Luis Ormaechea en la ENERC pudimos proyectar Destinos – Romance estudiantil (1929), la mejor obra suya que se conserva y una de las dos o tres grandes películas mudas latinoamericanas. Fernando Kabusacki y Matías Mango le pusieron música y unos sesenta jóvenes acompañaron con entusiasmo esa proyección, que culminó con un largo aplauso. Quería contárselo. Quería que supiera que su film aún respira, en lugar suyo, y que otros también han podido conocerlo y admirarlo.

Le mando un abrazo tardío.

FMP

Agosto 7

Octavio

Hoy a las 23:00 hs pasamos una copia impecable y en 35 mm de Amorina (1960) en la ENERC. Le tengo un cariño especial a ese film, no sólo porque es de Hugo del Carril, porque alterna lo cotidiano y lo expresionista como sólo él sabía hacerlo y porque Tita Merello la rompe, sino además porque fue una de las últimas películas que vi con Octavio Fabiano, a mediados de 2002. Hacía mucho tiempo que el film era inhallable, Octavio tenía un recuerdo difuso y yo nunca lo había visto.

Habíamos encontrado el negativo poco antes, rollo por rollo, en el desastre que era el sótano de la ENERC. Cuando se completó, la mandamos a copiar como parte del material que rescatamos a través de APROCINAIN, una asociación sin fines de lucro que armamos con él y un grupo de entusiastas para concientizar sobre la necesidad de reglamentar la ley de creación de la Cinemateca nacional.

Fuimos con Octavio a buscar la copia nueva al laboratorio para verla en el Malba y en el camino de ida tomamos por la costanera para poder para a comer un choripán mirando al río con esa felicidad compartida que nos salía tan fácil. Luego la vimos y la felicidad se multiplicó entre comentarios del tipo “Pero esto es una genialidad”, “¡Qué maestro!”, etc., etc.

A causa de esa jornada inolvidable, no puedo dejar de asociar Amorina con la enorme sonrisa de Octavio.

Septiembre 25

Categorías

Hay mucha gente que ha escrito sobre el melodrama en el cine, pero mi amigo el historiador Abel Posadas hace una distinción muy útil: para que se produzca el efecto melodramático es imprescindible la saturación, el desborde, el exceso. Si no hay nada de eso, estaríamos ante un folletín, que puede tener su interés, pero no es lo mismo.

Recuerdo estas cosas porque estoy viendo en 16 mm una copia de Rostros olvidados (Julio Bracho, 1952) tremendo vehículo mexicano con Libertad Lamarque. Aún no terminó el primer rollo y ya pasaron más cosas que en cualquier película normal:

. Libertad tiene una hija con un amante casado;

. la pierde en un accidente ferroviario rarísimo;

. sufre amnesia por la conmoción;

. se recupera después de varios años de tratamiento;

. descubre que su nena sobrevivió al accidente, peor cree que su mamá es otra persona.

Cambio de rollo y se suceden vertiginosamente:

. un villano seductor;

. un accidente ecuestre con posterior transfusión de sangre;

. una fiesta de compromiso con sospechas cruzadas en por lo menos cuatro direcciones distintas;

. un sacrificio maternal;

. un naufragio.

Todavía no terminó, pero yo diría que estamos ante un melodrama.

Octubre 19

Convicciones

Tuve la suerte de ser amigo del realizador José Martínez Suárez (1925-2018) durante tres décadas y de acompañarlo como su director artístico en tres ediciones del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. José era notorio por el extraordinario cine que hizo y por la cantidad de personas sobre las que influyó, pero también lo era por su personalidad, que se puede ilustrar con la siguiente historia.

Resulta que el cierre de la edición 2016 coincidió con la noticia de la muerte de Fidel castro. Durante la ceremonia de clausura, alguien del INCAA cometió el error de acercarse a José y decirle que no había que mencionar a Fidel.

José escuchó sin contestar y mantuvo ese silencio durante toda la ceremonia. Cuando nos tocó subir me agarró fuete del brazo.

– Le advierto que voy a ofender a alguien. Mejor no suba, así no lo comprometo.

– ¿Qué dice, José? Por favor.

Y subimos. Espero que hubiera silencio, agarró el micrófono y dijo:

– Antes que nada quisiera enviar un cariñoso saludo al pueblo cubano, que acaba de perder a su líder histórico.

Hubo una ovación general, salvo en las primeras filas. El intendente Arroyo estaba desencajado. Las autoridades del INCAA también.

José se definía ideológicamente como anarquista y no sabría decir qué pensaba exactamente sobre Fidel. Pero un hombre que jamás se calló la boca ante el capricho de los que tienen circunstancialmente la manija.

Noviembre 5

Materia viva

Las películas hay que moverlas. El material se estropea cuando se lo deja abandonado en sus latas sin respirar. Sumando los films que utilizamos en clases y ciclos diversos, la Filmoteca mueve un promedio de cuarenta copias semanales, o sea ciento sesenta al mes. A esto habría que sumarle la nada despreciable cantidad de material que uno ve en casa por puro placer.

El resultado más importante de toda esa agitación es que el temido Síndrome del vinagre (ver marzo 16), que golpea sin piedad a las copias carentes de ventilación, sólo afecta a 107 de los 7553 largometrajes que hay en la Filmoteca al momento de escribir estas líneas. Hay que decir además que la mitad de ese material afectado ya lo estaba cuando lo adquirimos.

En otras palabras, lejos estamos de los cementerios de celuloide en que se han convertido la mayor parte de los archivos argentinos, públicos o privados, que aceptan el Síndrome del vinagre como si fuera una fatalidad y no la triste consecuencia de sus políticas de oscurantismo, tiniebla y bóveda. El cine está vivo y el fílmico respira.

Diciembre 27

Isabel y Fernando

En diciembre de 2003 presenciamos, con el amigo Luis Pérez Endara, una reunión cumbre entre Isabel Sarli y Fernando Birri. Fue en una cena que invitó la Embajada Argentina durante el Festival de La Habana. La crítica los había puesto siempre en extremos opuestos, pero ahí estaban los dos charlando animadamente. Isabel le dijo “Armando lo respetaba mucho a usted porque hacía un cine popular”. Y Birri, viejo lindo, le pidió que ella fuera quien le entregara el premio a la trayectoria que tres meses después le iban a dar en Mar del Plata. Ella aceptó, me animo a decir que muy halagada. Luego no sucedió, no sé por qué, pero guardo el episodio en mi memoria como ejemplo de que los artistas suelen ponerse con toda naturalidad muy por encima de las categorías que la crítica les inventa.

El legado más importante de Birri, más importante incluso que sus películas, es el de una mirada. Una forma de “Dar vuelta el telescopio”, como decía a veces. Mirar al otro, al que no se mira. Ese solo gesto, que viene del neorrealismo y está cargado del humanismo más profundo, tuvo una influencia incalculable en todo el cine latinoamericano que lo sucedió. Y hoy sigue siendo el gesto más necesario, casi subversivo, porque implica desmantelar la coraza individualista que la realidad nos propone todos los días.

Diario de la Filmoteca, de Fernando Martín Peña (Blatt & Ríos, 1a ed, abril de 2023)

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