En Contra Paraguay, Federico Sosa recupera la memoria del episodio más trágico de la historia latinoamericana del siglo XIX. Poco ha transitado el cine documental lo que -en forma acertada desde el título- es la guerra contra Paraguay (1865-1870).
De alguna manera, la película es quizás el más acabado testimonio audiovisual acerca del enriquecimiento de los debates sobre nuestra historia que se ha producido en los últimos años. Esos que han puesto en jaque el unívoco discurso de la historiografía liberal. Construida a través de la confrontación de puntos de vista de diversos –y opuestos- especialistas sobre el tema, el realizador además tiene la convicción necesaria para dar a conocer su propia mirada sobre la cuestión.
Al fin y al cabo, ¿qué es un cineasta sin su mirada? Federico Sosa lo sabe. Y su propio discurso es más contundente cuando es más cinematográfico. Para dar a conocer su parecer, no recurre al habitual narrador de un documental. Utiliza a un actor (Gustavo Pardi) para contar causas, razones y efectos de la terrible masacre de un pueblo. Hay un desdoblamiento muy interesante con este recurso, porque mucho de lo más importante del relato se expresa en términos visuales. Vale detenerse, por ejemplo, en ese plano de la puerta de un local del Citibank de Asunción por donde transita el actor-narrador, que cierra el momento en que la película relata el endeudamiento extremo y externo en que quedaron los países contendientes en la inmediata posguerra. Ese plano del Citibank nos revela –desde un recurso propio del lenguaje del cine- las continuidades entre esos endeudamientos y los de ahora. Contra Paraguay, dinámica y ágil en su desarrollo, nos reclama atención a cada momento.
Como decíamos, la película ayuda a entender la guerra desde su propio título. Lo que termina con este conflicto es un modelo de país inadmisible para las elites gobernantes en Argentina, Brasil y Uruguay. Un país donde todos eran dueños de la tierra que trabajaban y no existían latifundios.
En uno de los testimonios, una historiadora paraguaya afirma que –en medio del debate sobre el enfrentamiento entre civilización y barbarie que implicó la guerra- el presidente argentino Bartolomé Mitre llegó a sostener que no importaba cuán democrático podía ser el líder paraguayo Francisco Solano López, lo que en realidad había que considerar es que había agredido a la Argentina. A la luz de lo que aconteció luego de la guerra, con el desmembramiento del país y el fin de su régimen de propiedad, es imposible no asociar esta declaración de Mitre con la de un funcionario estadounidense en Salvador Allende, de Patricio Guzmán. Allí, el embajador norteamericano en Chile, en 1973, concluye que no importaba cuán democrático fuera Allende, la cuestión por la que había que sacarlo del poder es porque encarnaba una revolución marxista-leninista. Otra muestra de las funestas continuidades de nuestra historia latinoamericana.
Al fin y al cabo, ¿no es ésta -como postula la película en su reflexión final- una guerra en el seno de la nación latinoamericana? Un gran logro de Contra Paraguay es correr el eje del conflicto bélico de la típica explicación de una guerra entre naciones para entenderla –a la luz de los resultados que aún sufre Paraguay- como un enfrentamiento cruel, tremendo y fatal entre dos modelos de desarrollo, el liberal-elitista –encarnado por Mitre, el imperio brasileño y el Uruguay de Venancio Flores- y el nacional-popular, donde hay estrechos vínculos entre el Paraguay de Solano López y los caudillos federales del interior argentino. Es decir, una guerra civil latinoamericana.
Por último, es muy interesante lo que ocurre con el tránsito de la cámara por los escenarios de la contienda. Quien ha tenido la suerte de caminar por los campos de batalla de las Guerras de la Independencia habrá notado que aún puede sentirse allí la euforia de la liberación, el sacrificio de la libertad, el ímpetu desatado de los que lucharon por un ideal. Todo lo contrario pasa con los infames campos de batalla del genocidio paraguayo. Sosa logra transmitir -a través de sus intensas imágenes- la angustia de la desesperación. Su cine es un cine de sentimientos. La cámara se desliza por los mil matices del verde selvático y por los ríos de la Historia para mostrarnos, en toda su dimensión, los restos de la verdadera barbarie. Así sucede en las ruinas de la fundición de acero de Ybycuí, en el cenital plano del sitio de la masacre de niños soldados en Acosta-Ñú y en la fotografía de los cadáveres en el campo de batalla de Tuyutí. Allí donde todo nos recuerda aquella frase terrible del humorista español Miguel Gila, referida a la Guerra Civil Española: “He visto la guerra en los ojos de los muertos”.
Aquí puede leerse un texto de Ignacio Izaguirre sobre la misma película.
Contra Paraguay (Argentina 2013) de Federico Sosa, c/Gustavo Pardi, 75′.
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