Permitidos_Poster_Final_JPostersFriends, temporada 3, episodio 5: En los habituales momentos de ocio que pasan en Central Perk, los protagonistas elaboran una lista con cinco famosos con los que tendrían permitida una noche de sexo, sin que sus respectivas parejas lo consideren una infidelidad. Ross Geller descarta a Isabella Rossellini porque es una artista internacional, con lo que sus posibilidades de concretar dicha fantasía serían incluso menores. No sigo para no arruinarles el final, porque si hay spoiler después se enojan, pero vean ese episodio, por el amor de dios, es un gran episodio.

Veinte años más tarde, Permitidos, la película de Ariel Winograd, retoma esa misma idea. No se trata de un plagio, ni mucho menos. Los mismos realizadores confirmaron en entrevistas que el episodio de Friends sirvió como disparador. Lo que llama la atención, en realidad, es la poca diferencia que parece haber entre una historia y otra, pese a transcurrir en diferentes escenarios y en tiempos distantes. Siguiendo la línea de pensamiento, diría que si Permitidos  no se vuelve anacrónica (o, incluso, veinte años vieja) es porque incorpora un elemento que inevitablemente está ausente en Friends y que sitúa a la historia en la estricta contemporaneidad. Me refiero al discurso tecnológico que, quiérase o no, es fundamental en el esqueleto de la trama.

Mateo (Martin Piroyansky) y Camila (Lali Espósito) son una pareja joven que un día, charlando con amigos, bromean sobre la posibilidad de acostarse con un famoso. Cada cual elige el suyo, pensando que jamás sucederá. Pero sucede. Eso afecta la dinámica de la pareja, que atraviesa la experiencia como se atraviesa cualquier otra infidelidad. La cuestión es que el asunto adquiere magnitud y peso gracias a (y por culpa de) las redes sociales, y la venganza, e incluso la resolución de la trama, también se ven afectadas a partir de la intervención tecnológica. Entonces, el gran tema de Permitidos no son los afectos, sino cómo se amplifican y deforman a partir de las redes sociales.

Sospecho que no se ha trazado un paralelo entre Permitidos y Un amor en tiempos de selfies, sin embargo, son películas que se espejan incluso involuntariamente, por la cercanía conceptual y porque ambas son películas argentinas recientes que retratan cómo la tecnología habilita un modo de relacionarse en un plano sentimental, que es fundamentalmente inédito.  Los videos virales y su repercusión en una dimensión humana, familiar y laboral es un concepto que aún es poco explorado, por la sencilla razón de que el uso masivo de las redes sociales todavía es un proceso en gestación.  No obstante, el elemento tecnológico es el que le aporta cierta originalidad a Permitidos, dentro del intempestivo y mil veces revisitado tema de la infidelidad.

Ahora bien, en otra dimensión de análisis, la película podría pensarse con esta fórmula: “los protagonistas viven en una realidad y especulan con vivir en una realidad diferente;  qué pasa entonces cuando esa realidad se concreta”. Ten cuidado con lo que deseas porque puede cumplirse, nos recuerda Kurt Vonnegut. En alguna medida, la película puede pensarse como una ucronía, una realidad paralela en la que existe una aplicación para el celular con la que los famosos buscan citas entre sus fans y viceversa. Permitidos pudo haber sido una ucronía erótica, política y de crítica social de alto vuelo, aunque, lamentablemente, no fue tan lejos. Se concentró en la relación de Mateo y Camila y no le reprochamos eso, aunque me parece bien destacar que, detrás de eso, había elementos mucho más ambiciosos, que no se supieron aprovechar. La apuesta de Permitidos podría haber sido más alta, merecía ser una película de ciencia ficción, de esas que nadie entiende y que después se reivindican como películas de culto. En su lugar, se conforma con ser una “comedia romántica” con acierto indiscutible.

permitidos_0Insisto con esta lectura que puede parecer agarrada de los pelos porque no lo es. Aporto más pruebas: el retrato que Permitidos hace de la clase media es un retrato insostenible e irreal por donde se lo mire. De hecho, si uno analiza la película con mirada realista, casi no hay diferencias entre el mundo privado de Mateo y Camila y los mundos que deberían ser distantes, con los que sueñan despiertos. El hipotético inicial, el “qué pasaría si…” tendría más sentido si esos famosos (y los mundos que representan) fueran tan lejanos como un planeta no conquistado. De lo contrario, pierde efecto y gracia.

Por lo demás, los mundos de la clase alta son, para la clase media y la clase baja, así de distantes. Sin embargo esa fisura que existe en la realidad no se traslada a la película, pero eso no es un desacierto, un pifie o una distracción: es una voluntad, es un programa. ¿Por qué? Porque, precisamente, la película opera como operan los cuentos de hadas. Es una enorme ficción, un puro ejercicio de ensoñación, cuya maquinaria se ha puesto en funcionamiento a partir de un hipotético abstracto y cuya finalidad no es otra que el de la especulación sin más y  ese, básicamente, es el espíritu de la ciencia ficción.

Entonces, tenemos una película que no quiere ser realista (el mundo en el que viven Mateo y Camila sólo existe en un imaginario inaplicable), que plantea una realidad paralela (“qué pasaría si…”) y que está absoluta y completamente atravesada por la conciencia tecnológica (aplicaciones para el celular, videos virales, redes sociales, etc). Luego, hay elementos de sobra para pensarla como una película de ciencia ficción. Sólo que esa manera es accidental y torpe y, precisamente por eso, creo que, aunque es una comedia funcional, desperdicia su verdadero potencial artístico, empantanándose en la relación entre Mateo y Camila, cuya historia tiene, en realidad, poco vuelo.

Si Permitidos es una película algo cobarde que pudo haber llegado mucho más lejos en su ambición y alcance, lo es porque siempre se pensó como un producto funcional para el mercado. Y eso a veces no alcanza.

Aquí puede leerse un texto de Ignacio Izaguirre sobre la misma película.

Permitidos (Argentina, 2016), de Ariel Winograd, c/Lali Espósito, Martín Piroyansky, Benjamín Vicuña, Liz Solari, Guillermo Arengo, 106′.

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