Toda muestra es un recorte, una selección de un corpus total que el espectador desconoce. Se supone que se ha seleccionado lo mejor, en este caso, de una región. Lo que hace la selección es romper con el desconocimiento que el centralismo porteño tiene sobre la producción cinematográfica del resto de las provincias. Aun cuando de tanto en tanto alguna película llega a estrenarse -como ocurrió en su momento con Lleno de ruido y dolor-.

Lo sistemático es que, en el mejor de los casos, estas películas queden condenadas a una circulación limitada: algunos espacios locales, algún que otro festival que les otorga algo más de visibilidad. El problema, en todo caso, sería entender a la selección como una totalidad. O como una representación acabada. Una selección es una parcialidad. Un recorte cuyos argumentos de base son desconocidos y que, en todo caso, pueden rastrearse como intuición a partir de la mirada sobre la totalidad. Y si hay algo que puede vislumbrarse en la semana de Cine desde el Sur es la intención de reflejar una diversidad de registros. Aun cuando pueda detectarse un predominio de temáticas relacionadas con las luchas que sostienen los pueblos originarios por el espacio en que viven -al menos en tres de las once películas- lo que queda en claro es que se ha buscado una representación de formas, estilos y géneros e incluso de espacios geográficos que muestre un panorama que evite la reiteración. En la selección de cortometrajes se advierte ya desde la duración (que va de los 4 a los 29 minutos), pero no bien se ingresa en ellos, la distancia se acentúa.

Semilla (Colectivo Vacabonsai), parece ser el ejemplo extremo, en tanto se trata de un videoclip -el único de la muestra- del grupo Puel Kona, que oscila entre la utilización de fórmulas ya probadas en el clip rockero y una exposición algo simplificada de la cultura local. La noche y las tormentas (Nicolás Deluca/Luján Agusti Alvino; 2022) presenta a Albino Velazquez, un hombre que vive en soledad junto a los caballos que cría en las afueras de Río Grande en Tierra del Fuego, y que vive de su trabajo como “vaquero” como él mismo lo denomina. La relación que establece con los animales resulta interesante y parece reclamar un desarrollo más extenso, más concentrado en el personaje y menos disperso en la contemplación del paisaje. Inchiñ – La fuerza del Lanín nos llama (Ailén Herradon; 2022) pone en escena la centralidad del volcán Lanín en la resistencia del pueblo mapuche a la invasión y la explotación turística desmedida de un territorio que consideran sagrado. El logro del documental reside en darles voz a las diferentes comunidades originarias y a la forma en que se relacionan con el entorno a partir de la intención de mantener un equilibrio armónico. La tensión que se plantea en el momento en que se instala una antena sísmica en la zona, refleja no solamente la persistencia de una lucha, sino que refrenda el discurso de las comunidades sobre el avance de la civilización blanca.

Los dos cortos de ficción, en cambio, exhiben cierta endeblez en la resolución de sus planteos temáticos. Si en Insilios (Luis Camargo; 2018) el viaje de regreso a Tierra del Fuego del gerente de una empresa hace foco en la distancia familiar -que se replica en su inesperado compañero de viaje-, aunque pierde de vista la posibilidad de profundizar la idea de exilio interior que expresa el título, en Lo que nos contaron del amor (Bianca Fidani; 2020), se pretende una mirada irónica sobre la construcción cultural del la idea de amor instaurada por el cine norteamericano, pero la sobre-explicación de la voz en off perjudica la fluidez de la relación que establece el personaje central con el entorno y con esa idea de lo romántico.

En los largometrajes se advierte una diversidad similar. Las dos ficciones se debaten entre las pretensiones y lo fallido y los logros parciales que implica la utilización dramática de los paisajes. Lleno de ruido y dolor (Nacho Aguirre; 2020), situado en las primeras décadas del siglo pasado, parte del bandolerismo y el robo a un banco, para derivar en su apego a las formulaciones del western, hacia un entramado violento al que posiblemente le falte algo de desarrollo dramático. Las intemperies (Andy Riva/Guido de Paula; 2022), en cambio, elige poner el centro en un drama familiar a partir de un hecho del pasado. Un hombre busca a su hermano que desapareció tras la muerte de su hija después de descubrirlo como un ermitaño en los bosques de Tierra del Fuego a partir de una foto periodística. Si logra romper con la linealidad de la búsqueda es porque a partir de allí hace surgir como un misterio, el violento resquemor de los locales y porque logra desdoblar la historia de los dos hermanos remarcándolas desde la oposición entre lo dialógico y los silencios para remarcar la interioridad de los personajes.

Los tres documentales elegidos registran aspectos notoriamente diferentes. Mankewenuy-Amiga del Cóndor (María Manzanares; 2023) puede verse como el más tradicional en su formulación. Con la guía de Anahí Rayen Mariluan, música mapuche, el documental recorre espacios y comunidades recuperando las formas del canto ancestral como forma de sostener la cultura y el idioma. Lo interesante es que a partir del paralelismo que se traza con el hábitat del cóndor, se cuestiona la noción de frontera para señalar la permanencia de los pueblos originarios a uno y otro lado de la cordillera de los Andes. Control remoto (Néstor Ruggeri/Luis Correa; 2023) resulta una curiosidad. En la localidad de Sierra Paulemian, en la provincia de Río Negro, se recupera, a partir de la sucesión de partidos del Mundial de Fútbol de Qatar 2022, la experiencia que en el pasado se forjó a partir del Canal de la Comuna. Un servicio organizado por la Sociedad de Fomento del lugar y donde todo el pueblo veía la misma programación que debía ser solicitada con anticipación por los vecinos a la Comisión Directiva. El contraste con la experiencia actual en la que la mayor parte de los habitantes del pueblo tienen su propia antena satelital, permite desde la idea del pasaje del control remoto desde lo comunitario a lo individual, establecer el abandono del espacio colectivo para la reunión y convivencia, para dar lugar a un individualismo familiar, que solo la escuela parece estar en condiciones de quebrar.

Finalmente, Viento del este (Maia Gattas; 2023) resulta el trabajo más interesante de la muestra. La directora indaga en la historia de su padre, que desapareció en el Río de la Plata en una excursión de pesca en la década del 80. Más que tratar de resolver el misterio de lo ocurrido, intenta reconstruir la imagen de su padre a partir de los diarios escritos por su madre, los recuerdos de su hermana y su tía y algunos cassettes que guardan rastros de la voz. Pero a la vez, ese despliegue de fragmentos familiares la lleva a un origen que conocía como algo lejano: la conexión con la historia de Palestina, tierra de la que llegaron sus abuelos en el siglo pasado. En ese recorrido de ida y vuelta, el viento del este al que alude el título es el que trae a esta orilla del océano, los aires de Palestina y de aquello que persiste en sobrevivir a pesar de los intentos por destruirlo y olvidarlo.

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