¿Por qué se elige hacer algo que no nos gusta?Primera aproximación: el mundo, la vida, no siempre da las oportunidades de vivir haciendo lo que a cada uno le gustaría hacer. Entonces, no quedan demasiadas alternativas y se termina eligiendo, en el mejor de los casos, lo menos desagradable (o lo que nos garantiza un ingreso que nos permite vivir sin demasiados sobresaltos).

Segunda aproximación: verlo como un desafío a las propias comodidades, a los límites que aparecen impuestos por el entorno familiar y social.Sebastián Zanni parece haber encontrado la motivación en esta segunda idea. Declara en el comienzo de 42 Reinicio (Zanni, 2024) que decide que va a correr una maratón porque no le gusta correr. Hay una voluntad por forzar la marcha de su vida que plantea como una crisis que sobreviene cuando cumple 42 años: no sabemos de dónde proviene esa situación ni qué la produjo, simplemente se presenta al espectador como punto de partida en el festejo de cumpleaños del protagonista en enero de 2020. Lo único que se nos muestra del pasado del personaje es un breve resumen en forma de fotos de su vida: ese recorrido muestra una inquietud por el cambio, por la búsqueda de diferentes cosas a las cuales dedicar los tiempos de su vida. De la pasión por el fútbol a manejar un taxi que heredó; de trabajar como DJ a hacer radio y de allí a estudiar cine: la vida de Zanni parece un salto continuo entre pasiones y trabajos más o menos efímeros o estables.

El relato de 42 Reinicio parece venir a afirmar esa característica. Desde el momento en el que Zanni toma la decisión de correr una maratón, lo que se produce es una sucesión continua de hechos que contribuyen a ese objetivo de manera directa o lateral (la formulación más específica de ese planteo aparece en la breve secuencia de montaje de las actividades que el protagonista realizó durante los meses de encierro pandémico). Algunos de ellos se vislumbran como evidentes y necesarios: la sucesión de chequeos médicos y planes de tratamientos para adecuar el físico para la exigencia de la maratón se conjugan con los primeros intentos de correr distancias largas que se van extendiendo a medida que avanza con el plan de su entrenador. Pero a la par de esos elementos, Zanni dispone otros que parecen laterales. Por un lado, la recurrencia a otros elementos de desarrollo de su cuerpo –el yoga, la expresión corporal- y principalmente de lo que considera que puede servir para su mente –de la carta natal a los registros akáshicos, pasando por los retiros espirituales en las montañas de Córdoba-. Por el otro, una tendencia a desplazarse de la ciudad a espacios abiertos y que incluye el cambio de la batería por un auto y la decisión de recorrer el país. Entonces es que lo vemos no solamente entrenando y corriendo, sino haciendo bicicleta y rafting en Mendoza, ascendiendo y escalando montañas en la Cordillera o haciendo el Camino del Inca en Cuzco. En todo caso, lo que ocurre es que esa diversificación del desarrollo físico no aparece relacionada directamente con el objetivo que persigue Zanni: se lo puede llegar a intuir, pero el documental elude cuál es el beneficio que trae para correr una maratón –así como sí se detiene a explicar por qué razón debe abandonar circunstancialmente la práctica del fútbol.

En todo caso, hay que pensar a 42 Reinicio como un autorretrato. No solo porque Zanni lo construye desde la formulación de la primera persona, sino porque recurre en buena parte del pasaje, a filmarse a sí mismo. Es notorio que especialmente en los tramos en los que se registra parte de las competencias en las que participa, es el propio Zanni quien manipula la cámara de su celular. De esa manera, se transforma mayormente en un documental en modo selfie en el que la mirada de quien lo realiza solo toma la distancia necesaria –y a veces ni siquiera eso, como en los planos en los que vemos los pies del protagonista desde arriba mientras corre- para poder observarse a sí mismo. La cámara entonces se vuelve como una mirada descompuesta, un corrimiento de la misma del espacio físico, pero manteniendo la intención de contener la perspectiva del sujeto observado.

Esa conciencia que implica la auto-observación puede pensarse como anulación de una perspectiva crítica, pero ello no quita validez a la decisión (en todo caso, Zanni le agrega esa mirada en las limitaciones que va encontrando su físico, en aquello que decide, pero no logra llevar a la práctica o en cierta tendencia al pesimismo), desde el momento en que las reglas que impone el documental desde el comienzo no son quebradas. En todo caso, puede observarse en el tramo final, una vez que los objetivos iniciales del personaje se han cumplido, dos elementos llamativos. El primero es una falta, una ausencia: que durante la filmación de las diferentes carreras y momentos entre ellas, se pierda de vista que se está construyendo una película, a lo que se arriba en la conclusión final, como si todo el proceso previo no permitiera pensarlo de esa manera. El segundo es una paradoja. Porque si en la apariencia inicial, Zanni parecía inclinarse hacia aquella segunda idea esbozada al comienzo, el cierre en el que sigue atendiendo el negocio familiar como fuente de sustento, parece inclinar la balanza hacia la primera idea. Que la película abra y cierre prácticamente en el mismo espacio delimitado por el ámbito de la subsistencia, parece señalar que todo el recorrido intermedio se encuentra entre esos paréntesis de la realidad.

42 Reinicio (Argentina; 2024). Guion y dirección: Sebastián Zanni. Fotografía: Bruno Scarponi. Edición: Martín Cataldi. Duración: 70 minutos.

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