*Hay algo en la estructura de eso que se llama stand up que nunca me convenció. Supongo que hay algo en su origen, o al menos en ese origen que se tiene registrado en Estados Unidos, como si siempre se estuviera viendo una trasposición de una forma cultural ajena en otra cultura. Hay allí un desencaje que, personalmente, nunca pude desentrañar. Pienso en otra opción: soy de la época de los contadores de chistes tradicionales, lo que implica una desarticulación particular. Si el stand up intenta construir un relato que subyace a la sucesión de chistes (y que, por tanto, puede a veces caer en el forzamiento), el contador de chistes tradicional siempre buscaba otros caminos. O se concentraba en el relato en el interior del chiste, que constituía entonces el remate de una historia (el caso prototípico sería Luis Landriscina) o se buscaba la construcción de un clima mediante silencios o inflexiones (por ejemplo, Juan Verdaguer). El stand up se establece contra esas estructuras desde la actualización de la tradición del chiste a ciertas formas de la modernidad: la rapidez y la sucesión son fundamentales, el subrayado de algunos detalles opera como una constatación del efecto y la consecución del relato.

*Algo más: siempre vi al stand up como un chiche de clase media. Una forma relativamente sencilla y barata de convertirse en artista: alcanza con tener un poco de ingenio, algo de desenfado y una buena desenvoltura en público. El resto es encontrar la oportunidad. En todo caso, el problema del stand up son los límites que establece: condena a quedarse allí, en ese espacio, o saltar a otro diferente después de un tiempo. Lo que viene a contar Stand up villero no es tanto la existencia y la emergencia de un grupo de personas de clase baja que practican esas formas artísticas, sino algo más profundo. En un primer nivel, esa profundidad asoma a partir de la apropiación de un modelo que se utiliza para dar cuenta de una forma de vida. Y allí hay un gesto revulsivo, en tanto como elemento propio de otras clases, les permite a los tres habitantes de las villas a los que sigue el documental, entrar en un territorio que de otra manera les estaría vedado. Más que la idea de igualación –que se niega enfáticamente, desde el momento en que uno de los protagonistas dice que después de actuar y viajar, vuelve a dormir a su casa en la villa- lo que aparece como sustrato es la subversión. La forma es la apariencia debajo de la cual se sostiene una visión del mundo. La caracterización periodística como “stand up villero” tiende a establecer un ordenamiento y una separación que la apropiación de la forma había disuelto. No solo se restituyen los compartimentos estancos, sino que reinstala lo que hacen Damián, Germán y Sebastián dentro de ese territorio de exotismo aventurero que para las clases medias y altas significa la villa.

*En un segundo nivel, Stand up villero se propone esencialmente actuar contra el prejuicio. La anécdota que cuenta Sebastián en uno de sus shows –el periodista que después de verlo actuar le dijo “Nunca pensé que un villero me iba a hacer reír”- puede ser falsa o exagerada, pero resulta verosímil en tanto revela una concepción enquistada en la sociedad. El stand up funciona entonces como una respuesta, como una mirada igualmente clasista y potencialmente revulsiva. Porque mientras el stand up clasemediero se refugia en la burla y la autoreferencialidad, el de Damián, Germán y Sebastián se construye sobre otros principios. La referencialidad, que sí existe, está relacionada directamente con una mirada sobre las clases superiores. El concepto esbozado por la profesora es pertinente: en el humor se trata de no pegarle al más débil, sino al par o al que es más fuerte. Lo cual implica una visión politizada sin caer en el igualitarismo de la anti-política. Lo que construye Stand up villero a través del encadenamiento de entrevistas y fragmentos de shows es el reflejo de un discurso coherente (en la relación que se entabla entre el arriba y el abajo del escenario) e inteligente en su percepción del entorno. Es allí donde consigue desarmar los prejuicios. Su apuesta no pasa solamente por mostrar a los personajes como personas: para ello alcanza con saber sus historias familiares, sus trabajos y el valor que implica la comunidad. Está presente en esa sensación continua que recorre todo el documental: de estar viendo personas para quienes el espacio que habitan es un accidente geográfico que no implica una pérdida de valores. De allí también que ante la transparencia que exhibe el documental, sin subrayados, los tramos ficcionados resulten fallidos y contradictorios en tanto funcionan como refuerzos innecesarios de una idea. La obviedad y el trazo grueso de esos segmentos que enmarcan el documental, parecen desdecir el empeño en señalar la agudeza observacional de uno y otro artista. De la misma forma funciona la innecesaria comparación entre el valor del metro cuadrado de terreno en Nordelta y Las Tunas: esa referencia directa se despega de un armado que privilegia la puesta en escena de un discurso, para remarcar lo obvio y en esa instancia, generar un choque irresoluble con la estructura del documental.

*Lo que logra Stand up villero es sostener desde las imágenes, algunas ideas que desgranan sus personajes. Que el humor es siempre contra algo o alguien, desmitificando nuevamente su dimensión a-social y a-política, como se percibe en cada registro de los shows. Que el humor es sacarse la mierda de adentro, pero no como un simple proceso de catarsis personal, sino como un espacio en el que simbólicamente representa al colectivo al que pertenece, en tanto ese humor proviene de la villa y de la relación que establecen desde allí con el resto del entorno. Por ello, más allá de la referencia a lo humorístico, lo que edifica el documental es un retrato de la villa como espacio de vida más que de supervivencia, escapándose de la mirada miserabilista y de conmiseración. La villa es un espacio en el que convive lo bueno (la vida familiar, el trabajo, las reuniones con amigos) y lo malo (la posibilidad de entrar fácilmente al mundo de la droga, la presencia siempre intimidatoria de la policía). Como en cualquier otro lugar. Salir del concepto de villa para asimilarlo al del barrio, a la comunidad, también, para romper el prejuicio de la mirada de clase que estigmatiza y diferencia lo que, a fin de cuentas, no es tan diferente.

Calificación: 6.5/10

Stand up villero (Argentina, 2018). Dirección: Jorge Croce. Duración: 85 minutos.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: