Según la RAE, la palabra con mayor cantidad de acepciones dentro del idioma castellano es la palabra pasar. En su acepción primera, dice: “Llevar, conducir de un lugar a otro”. En su acepción última, la número 64, dice: “Dicho de aquellas cosas que encajan en otras, las aseguran o cierran”. Desde la primera a la última, la palabra con mayor cantidad de acepciones en el idioma castellano indica transiciones. Para bien o para mal, para alfas u omegas, remite a transiciones.

Curiosamente, en el idioma inglés, el término passaway, significa fallecer. Morir. El inglés utiliza la palabra con mayor cantidad de acepciones en el español, para indicar las transiciones de una vida a otra. De la vida a la muerte, si uno quiere ser pragmático; y viceversa, si uno quiere ser más místico.

Pues bien, Soul de Pete Docter -el mismo que dirigió Monster Inc. en 2001 e Intensamente[1] en 2015- y del inmenso estudio Pixar es una amalgama hermosísima de estas transiciones donde la vida y la muerte, lo que hay antes de la vida y después de la muerte, se asocian en dantescas acepciones juguetonas, platónicas, quignardianas, cartesianas, donde conviven celadores cuánticos, coaches motivacionales como Arquímedes, Carl Gustav Jung, la Madre Teresa, Abraham Lincoln, Muhammad Ali, un alma que no quiere encarnarse en la vida en la Tierra apodada como 22 (con todo el Tarot, la Cábala y la Quiniela encima) y otra alma a punto de “morir” que quiere engañar al Universo -ayudada por “locos” lisérgicos que la gente desprecia en las esquinas de las grandes ciudades- para volver a la vida y poder dar el recital de jazz que siempre quiso dar.

¿Alguien imagina yendo al cine -sin pandemias- con su hijo, sobrino, nieto de 7, 8 años de edad articulándole una especie de sinopsis como la mencionada arriba e intentándole explicar quién fue Carl Gustav Jung y por qué 22 lo vuelve loco al negarle sus arquetipos del inconsciente? ¿Alguien se imagina yendo con un adulto al cine explicándole exactamente lo mismo?

Imaginarse, la imaginación… Eso es Pixar y Soul la explota de principio a fin con una animación extraordinaria que no deja detalle al azar. Hace unos años, un interesante crítico de cine cordobés, Miguel Peirotti, defendiendo -si mal no recuerdo- una película de Pixar justamente en el diario La voz del interior, decía algo así como que “hacer cine animado de autor no necesariamente era meter a un par de checoslovacos en un galpón haciendo stop motion”. ¡No! Pixar invierte millones de dólares para sus películas y Soul vale cada centavo… Vale más incluso. Pixar es una usina de arte del carajo y no tienen pudor de superarse cada vez, un poquito más. Soul es una prueba de esa superación. Es ese gigantesco poquito más. Es un Pixar lo hizo otra vez más.

Joe Gardner (Jamie Foxx) es un músico de jazz fracasado: toda su vida quiso ser un músico reconocido o, al menos, tocar en una banda reconocida y apenas terminó de muy mala gana como profesor de música suplente en una escuela donde los chicos le prestan casi nada de atención. 22 (Tina Fey) es un alma que desde hace siglos no quiere terminar su “entrenamiento” en el Gran Antes de la Vida porque entiende que la vida terrestre es mundana y superficial.

Ambos, por accidentes del destino, se encuentran en ese limbo donde lo que muere y lo que nace está en permanente transición y deciden conspirar juntos para torcer sus respectivos destinos. Aprovechar las transiciones existenciales y las “reglas” del más allá y el “más acá” acorde a sus pasiones.

Pasiones… En lo pasional está el hermoso entuerto de Soul: importan poco y nada las reglas universales del Cosmos, en tanto y en cuanto uno no las pueda sintonizar con la necesidad (¿de realización?) de las propias pasiones. Hay que apasionarse y a otra cosa… “Jazzearla”, en palabras de Joe y 22… Apasionarse y disfrutar haciéndolo inclusive cuando esas pasiones no sean otra cosa más que dolor puro, dolor relegado, dolor intenso, dolor insondable.

Sí, Pixar mete su clásico “mensaje Disney” vitalista pero recién después de pasar por miles de entrelíneas y guiños que en Soul van desde ironías a Trump hasta el fracaso permanente de los New York Knicks en la NBA; desde la mítica “nave de los locos” hasta la pregunta milenaria egipcia de si los gatos tienen alma; desde los méritos de la meritocracia (valga la redundancia) hasta el fatalismo de los destinos; desde la sublimación de las pasiones a lo Aristóteles por medio de las representaciones que nos solemos hacer de nosotros mismos, hasta la bellísima pose felina de disfrutar perezosamente de un rayito de sol nítido tumbados en el piso, panza arriba.

Todo esto es Soul… y más… porque lejos de ser una película endogámica, es una película absolutamente centrípeta, cariñosa, que nos acerca a sus obsesiones y neurosis más íntimas pero para que nos riamos con ellas, no de ellas. Y este detalle no es menor en el universo Pixar: como una suerte de profeta bufo moderno, se sigue metiendo con los tabúes máximos de las religiones que son sus cielos y paraísos (¿y la fe?) y juega con ellos armando ficciones tan deliciosas como perturbadoras en el mejor de los términos; en el más estimulante al menos.

Todo esto es Soul… y más… un catalejo vibrante de transiciones entre la vida y la muerte donde el alma habita; donde el alma arma sus eventuales hogares; donde Pixar entiende que ese hijo, sobrino, nieto de 7, 8 años, quizás desde su inocencia más sincera, entienda más que nuestra conciencia atravesada de cultura y experiencia y nos explique que 22 vuelve loco a Jung simplemente porque Jung estaba chocho y quería irse de una buena vez a su merecido Gran Final.

Todo esto es Soul… y más… por eso, simplemente, hay que mirarla de principio a final y -como estando de panza con el rayito de sol encima- disfrutarla a rabiar.


[1] Cuyo título original es InsideOut… mucho más subjetivo que su precaria mala traducción al español…

Soul (Estados Unidos, 2020). Dirección: Pete Docter, Kemp Powers. Guion: Pete Docter, Kemp Powers, Mike Jones. Fotografía: Matt Aspbury, Ian Megibben. Montaje: Kevin Nolting. Voces: Jamie Foxx, Tina Fey, Graham Norton, Rachel House, Alice Braga, Richard Ayoade. Duración: 100 minutos. Disponible en Disney +.  

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