Indiana Jones es sin dudas una de las sagas más importantes de la historia del cine. Pensada tres décadas antes del inicio del cine superheroico, que es sin dudas la nave insignia del cine comercial del siglo XXI, es una referencia ineludible a la hora de pensar en el cine de aventuras de los últimos cincuenta años. Luego del paso en falso que representó Indiana Jones y la calavera de cristal, la quinta entrega de la saga es dirigida por James Mangold, justamente el responsable de una de las grandes películas de superhéroes de la última década. Me refiero a Logan, una obra crepuscular que también habla sobre la idea de heroicidad y el inexorable paso del tiempo. Apoyada en el carisma inagotable de Harrison Ford, la última entrega de Indiana Jones pareciera mostrarnos a un Indiana más endurecido, en claro enfrentamiento con el mundo moderno. Indiana Jones y el dial del destino, al igual que Logan, pueden pensarse desde el amor a los géneros, desde el western y el cine de aventuras hasta el policial. Y también desde el amor con el que el director trata a la propia saga creada por Spielberg y Lucas.
En Indiana Jones y el dial del destino observamos atónitos el paso del tiempo, pero no hay espacio para la tristeza ni para la melancolía. Tenemos por un lado el mundo del presente, del que nuestro héroe se encuentra alejado. Podríamos ubicar al Indiana Jones de Mangold dentro de todo un linaje de héroe crepuscular que tiene una tradición en el cine y la literatura de los últimos años. A mitad de la década de los 80, Frank Miller creó a un Batman avejentado y alcohólico que observaba el estado de caos en el que se encontraba sumergida Ciudad Gótica. De allí surge un enfrentamiento notable entre ese mundo corrompido y anómico y el héroe trágico que intenta poner orden a partir de la violencia. Ese argumento, que a su vez era una actualización del universo policial creado por autores como Raymond Chandler y Dashiell Hammett en las décadas del 20 y 30 del siglo XX, fue actualizado y llevado al cine por Christopher Nolan en su trilogía sobre ‘el caballero nocturno’ en los albores de este siglo.
En Logan y ahora aquí en Indiana Jones, Mangold pareciera pararse sobre ese mismo punto de vista. El contraste entre un héroe del pasado y un mundo hostil lleva al inevitable choque entre dos concepciones de la vida. Logan es una película áspera y seca, que tiene puntos de contacto con ese universo policial deudor del Batman de Miller. En términos genéricos, Indiana Jones y el dial del destino no se aleja del tono de la saga de Spielberg, manteniendo de modo armónico la mixtura entre película de aventuras y comedia que fue la principal característica de la saga original. En esta última, el cuerpo desgastado de Indiana y el inevitable paso del tiempo hacen que esa zona de comedia se ponga oscura, pero el espíritu vitalista de nuestro héroe impide que la película se transforme en un réquiem mortuorio. Más bien ocurre todo lo contrario. En Indiana Jones y el dial del destino tenemos una gema en disputa que puede modificar el pasado y toda la historia tal y como la conocemos. El argumento está en consonancia con el espíritu de estos tiempos de multiversos y efectos mariposa en donde las ficciones quieren decirnos que podemos modificar nuestro pasado gracias a la ciencia y sus descubrimientos. Esa fantasía omnipotente de volver el tiempo atrás –con los peligros que esto conlleva- no es otra cosa que lo que está sucediendo hoy en día con la inteligencia artificial. Y la referencia a la omnipotencia del hombre sobre la naturaleza evoca una representación moderna del mito de Frankenstein de Mary Shelley. Darle vida a lo que ya no lo tiene o volver el tiempo atrás para impedir que las cosas sean de la manera en que inevitablemente serán.
Lo mejor del cine de Mangold es que el realizador no necesita dar cuenta de sus ideas utilizando su argumento de modo retórico y explícito, sino al mostrarnos a su héroe intentando sostener el orden del mundo a pesar de las cicatrices que lleva como insignias en su cuerpo. Vemos a Indiana solo, sin padre, hijo ni mujer, pero bien acompañado por su ahijada –interpretada de modo muy convincente por Phoebe Waller-Bridge-, que ofrece indicios de ser la posible continuadora del legado. También se luce de modo ostensible el personaje de Mads Mikkelsen quien encarna a un científico nazi que fantasea con modificar el pasado. Su personaje le da potencia al relato, logrando componer a un villano de carne y hueso, inescrupuloso y desagradable, sin necesidad de demasiados tics nerviosos ni clichés excesivos.
El final, con el previsible triunfo del bien sobre el mal, no es solo el final de una película. Es el final de una historia que queda simbolizada en el sombrero de Indi colgado, una vez que la aventura la da paso al descanso. Con su oficio de narrador, Mangold le rindió los honores a la saga al no dejarse vencer por ningún gesto irónico ni pose canchera, tan propia de estos tiempos. Al igual que el Batman de Michael Keaton resucitado por Andy Muschietti en su versión de Flash, Harrison Ford deja hasta la última gota de sangre y sudor, poniendo en claro que mientras haya vida siempre habrá esperanza. Qué otra cosa sino podríamos pedirle a una película de aventuras.
Indiana Jones y el dial del destino (Indiana Jones and the Dial of Destiny, Estados Unidos, 2023). Dirección: James Mangold. Guion: James Mangold, Jez Butteworth, John- Henry Buttenworth, David Koepp. Fotografía: Phedon Papamichael. Montaje: Andrew Buckland, Michael McCusker, Dirk Westervelt. Elenco: Harrison Ford, Phoebe Waller- Bridge, Mads Mikkelsen, Antonio banderas, Toby Jones, Karen Allen, Ethann Isidore. Duración: 154 minutos.
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Muy buen análisis, me rompe el corazón que la película no haya recaudado lo que merecía
Gracias x comentar