Scream 6 es el típico caso de una película atada. ¿A qué nos referimos con esto? A una película que no se juega por nada y que no sale de su zona de confort. Esto no es precisamente un problema, la historia del cine está repleta de películas de ese estilo y muchas son honestas en sus intenciones y en eso se encuentra su valor. El problema de Scream 6 es que está convencida de ser algo diferente, como reza la frase del afiche oficial: “Nueva York, nuevas reglas”. Más allá de ser un tangline ingenioso y de que efectivamente la película transcurre en esa ciudad, el guion no ofrece nuevas reglas. De hecho, esa es la principal debilidad de esta nueva entrega. El guion a cargo de James Vanderbilt y Guy Busick, quienes también escribieron la anterior película de la saga, amaga con tomar caminos inéditos sólo para después cambiar el rumbo e ir por uno más convencional; un ejemplo perfecto es el prólogo con el que arranca Scream 6, que remite al de Bahía de sangre (A Bay of Blood, Mario Bava, 1971), película que dinamitaba el giallo y sentaba las bases para el slasher. En el prólogo de la película de Bava una mujer moría a manos de un asesino enguantado que rápidamente revelaba su identidad sólo para ser asesinado por otra persona misteriosa.

La película de Bava fue una respuesta acerca de cómo el director italiano veía el desarrollo del subgénero que él había popularizado a principios de los sesenta para luego ser continuado por Dario Argento en los setenta. Los personajes en Bahía de sangre no importaban porque en el giallo de los setenta las víctimas ya no importaban. De repente el asesinato en sí era más valioso que la gente que poblaba estas películas. Incluso el asesino podía ser cualquiera porque el foco estaba puesto en las vueltas de tuerca que remitían a los extraños títulos con referencias a animales.

La misma operación ocurre en Scream 6. Luego del asesinato de una profesora que da cursos sobre cine slasher, se revela la identidad del asesino, un estudiante de su clase que lleva puesta una remera de Cuatro moscas sobre el terciopelo gris (Dario Argento, 1971) y quien es asesinado junto a su cómplice por otro Ghostface. Pero esa decisión es la primera de muchas que demuestran que la película se disfraza de algo que no es. Ninguno de los actores principales corre riesgo debido la importancia económica que genera tenerlos en esta nueva trilogía. El caso más evidente es el de Jenny Ortega, cuyo personaje no tiene mucho conflicto que trabajar; si empatizamos con ella, es más que nada por su convicción y simpatía. Scream 6 tampoco se la juega en matar a algún personaje icónico, y eso tal vez tenga que ver con las secuelas que se avecinan en el horizonte. A lo sumo amaga, un cuchillazo acá, otro por allá -eso sí, bastante violentos-, pero sin una verdadera consecuencia. Basta con hacer el ejercicio de imaginar, cada vez que la película toma una decisión y después cambia de camino, qué distinta hubiera sido la historia.

Scream 6 también sufre de otros dos problemas típicos del cine moderno. El primero es la necesidad de resolver situaciones mediante diálogos explicativos en vez de mostrarlos en pantalla; el ejemplo más evidente es la escena en la que se cuenta cómo encuentra Gle Weathers (Courtney Cox) la guarida de los villanos, resuelto en base a un apurado diálogo entre ella y Kirby (Hayden Panettiere).

El segundo, y más peligroso, es esa necesidad de redimir a los villanos, en este caso Billy Loomis (Skeet Ulrich), quien también aparecía como una visión en la quinta parte y que a pesar de seguir siendo un violento ayuda y aconseja a Samantha (Melisa Barrera.) Tal como ocurría en Spiderman: No Way Home (Jon Watts, 2021), los villanos tienen la opción de volver para atrás y arrepentirse. Pareciera que no hay, en el cine de Hollywood de hoy, espacio para la maldad pura; casi todas las películas del género ofrecen un motivo oculto para tales conductas y una posibilidad de salvación.

La ironía es que lo que mejor funciona en Scream 6 son las set pieces. En ellas los directores Tyler Gillet y Matt Bettinelli-Olpin (también responsables de Scream 5) demuestran su crecimiento. Las tres principales set pieces (el ataque en el departamento donde viven los personajes principales, el ataque a Gale Weathers y la persecución en el subte) funcionan por el estiramiento de la acción, hecha a base de planos de corta duración. Y porque lo que surge como una simple idea deriva en otra más compleja (el ataque en el departamento, por ejemplo, empieza con el asesinato de dos personajes y termina en un tenso cruce por una escalera hacia otro departamento).

La otra ironía es que, por más autoconsciente y por más canchera que sea, Scream 6 funciona mejor cuando se convierte en un simple slasher y deja de preocuparse por homenajear a Wes Craven, cuando sus directores dejan en claro que ya no tienen la necesidad de ofrecer una mirada similar sobre la violencia y cuando se concentran, sobre todo, en entregar un slasher como los de siempre en lugar de vender como distinta una película que no lo es.

Scream 6 (Estados Unidos, 2023). Dirección: Tyler Gillet, Matt Bettinelli-Olpin. Guion: James Vanderbilt, Guy Busick. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Música: Sven Faulconer, Brian Tyler. Reparto: Melissa Barrera, Jenna Ortega, Courteney Cox, Jasmin Savoy Brown, Mason Gooding, Hayden Panettiere, Dermot Mulroney, Josh Segarra, Samara Weaving, Jack Champion. Duración: 123 minutos.

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