Hoy murió Alain Delon. Me aviso mi vieja por mensaje de texto apenas abrí los ojos. Como cuando se murió Maradona tuve que dejar de hacer lo que estaba haciendo (en este caso unos módicos mates) y contemplar que ahí afuera todo seguía estúpidamente igual que un segundo antes. Hay noticias que son muy difíciles de digerir, aunque estemos preparados desde hace un tiempo para las mismas. Delon tenía 88 años y últimamente sus noticias estaban vinculadas a la enfermedad y la muerte. Hace algunos años había pedido que le realicen la eutanasia en Suiza. Cuando en 2021 murió Jean Paul Belmondo se difundió en redes sociales una despedida que auguraba un inminente encuentro con la otra mega estrella del cine francés.
En mi vida Alain Delon representa sin más mi amor al cine. Mi vieja es muy fanática del cine francés, pero toda su vida fue una admiradora fanática de Alain Delon y Jean Paul Belmondo. Así transcurrieron mis primeros años de desprolija iniciación cinematográfica mirando películas de Disney, Trufautt y policiales en sábados de superaccion. A mis diez años tenía un conocimiento de la historia del cine que superaba al de cualquiera de mis amigos de la escuela, pero ni siquiera sabía que existían los directores de cine. En esos primeros años (los míos) el cine era de los actores y una vez que se apagaba la luz de la sala todo lo que salía en la pantalla era absolutamente real. A fines de la década del 80 mis viejos compraron una videocasetera así que una vez que ese aparato entró en mi casa el consumo de cine clásico aumento mi consumo de películas a una velocidad supersónica. Así fue que empecé a compartir con mi vieja su amor por Delon y obviamente ese amor me fue trasmitido de primera mano. La primera película que alquilamos fue A pleno sol (1960), de Rene Clement, un policial hecho y derecho basado en la novela homónima de Patricia Highsmith que narra las aventuras de Tom Ripley. Pasaron más de ‘60 años desde el estreno de esa película y no recuerdo haber visto nunca una mejor adaptación del universo de Ripley. Luego vimos junto a mi viejo que ocasionalmente se sumaba al festín Rocco y sus hermanos (1960) y El gatopardo (1963) de Luchino Visconti. Creo desde mi ferviente cinefilia que esas dos películas están entre las mejores veinte películas de la historia del cine. Rocco y sus hermanos es una brutal historia de boxeadores que narra la pobreza en la Italia del siglo XX en tanto que El gatopardo narra el decadentismo de la Italia decimonónica desde la perspectiva de las clases altas. Vistas como díptico ambas películas nos cuentan la historia de la Italia de los últimos dos siglos. A medida que empecé a ver películas en la videocasetera de mis viejos comprendí que las películas no eran solo de los actores y que la importancia de los directores era central para entender por un lado los argumentos de dichas películas y por otro lado la técnica del oficio cinematográfico compuesta del montaje, la música, la posición de la cámara entre tantas otras cosas. Junto a las tres iniciáticas obras maestras mencionadas empecé a deglutir nobles policiales hechos para el disfrute del público como los aventureros de Robert Enrico basada en una novela hermosa de José Giovanni o las múltiples colaboraciones de Delon con Jaques Deray, otro solvente artesano de un cine comercial como hace muchos años dejo de hacerse. Durante esos años Delon construyo un personaje entre melancólico y misterioso. Un tipo rudo, pero a la vez sensible que no necesitaba decir demasiado para conmover y que logró hacer interesante cualquier película que contara con su presencia. Delon fue en mi vida una onda expansiva porque a partir de sus películas comencé a interesarme por todo lo que lo rodeaba. Así llegue a Charles Bronson después de ver Adiós al amigo (1968), un hermoso policial olvidado que habla de la amistad y los códigos de hombres dirigido por Jean Herman. También por Delon descubrí en las tiernas aguas de la infancia a Dean Martin después de ver Texas (1966), un hermoso western dirigido por Terence Young. Delon navego en esas primeras dos décadas de carrera entre las obras maestras y el cine comercial logrando difuminar las barreras entre un tipo de cine y el otro. Así llegamos finalmente al tríptico de Melville y Delon compuesto por El samurái (1967), El círculo rojo (1970) y Un policía (1972). A esta altura la sola participación de Delon en esas películas lo posiciona en el lugar de actor autor. Sus silencios, su vestimenta, la manera de decir las cosas que decía representan el modelo de un tipo de cine virtuoso en la economía de recursos y en la construcción de personajes misteriosos y ambiguos a los que el espectador tiene que completar. En el mismo sentido pueden pensarse las participaciones de Delon con Joseph Losey. Con el director estadounidense realizó El otro señor Klein (1972), en donde Delon trabaja sobre una de sus obsesiones como es el tema del doble. Completa el díptico la olvidada El asesinato de Trotsky (1972), uno de los grandes policiales políticos de la década del ‘70.
Para terminar estas líneas conmovidas me quedo con algunas películas olvidadas de Delon que yo amo tanto como sus celebridades. El pasaje (1986) dirigida por Rene Manzor donde el tema es la muerte del padre y que vi con mis viejos en un cine a mis ocho años es una de mis películas favoritas sobre el duelo. También recuerdo y a veces vuelvo a ver No despierten a un policía dormido (1988), de José Pinheiro, un policial ultraviolento de fines de los ‘80 muy bien narrado. Dos contra la ciudad (1973) con Jean Gabin y dirigida por José Giovanni cuenta la imposible readaptación de un criminal y lo que la sociedad hace con los marginales. Historia de un policía (1975), de Jaques Deray por otro lado muestra el lado humano de Delon acostumbrado a otro tipo de personajes. Acá encarna a un policía de buen corazón que persigue a un despiadado criminal interpretado por Jean Louis Tringtinant. De finales de los ‘70 también es Armagedón (1977) de Alain Jessua un triller apocalíptico con la yapa de la banda de sonido del inmenso Astor Piazzola.
Podría seguir enumerando películas de Delon y elaborando teorías sobre su significación en la historia del cine pero no hace falta ninguna de las dos cosas. Alain Delon es el máximo representante de una generación que oscilo entre el declive del gran cine comercial clásico y el auge del cine de autor. De ahí la significación de su obra en donde las obras maestras hasta el hartazgo revisitadas no deben hacer olvidar sus películas “menores” en donde encarno a un personaje que represento como nadie la masculinidad desde la década del ‘60 del siglo XX en adelante.
Recién ahora que Alain Delon ha muerto podremos reconsiderar y hacer justicia con la vasta obra del más grande actor de la historia del cine, un actor intuitivo que con solo mirarnos lograba la proeza de detener al mundo. Por todo esto y por todo aquello que no sé cómo poner en palabras: Gracias.
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