1.Un hombre, en el pasado, llega de España con 23 años, trayendo una mirada sobre la luz y el color. El paisaje de Mendoza, ese nuevo lugar al que ha llegado, lo subyuga. Tiene que pintarlo. Pero se corre del paisajismo, entiende que hay que pintar algo más que la naturaleza. Ese paisaje tiene que transformarse, contener algo que lo trascienda. Lo encuentra. José de San Martín cruzó varias veces esa cordillera para liberar a Chile y Perú. Es el relato de la gesta lo que le confiere al paisaje un carácter diferente.

2.Qué ve un catalán de nacimiento, trasplantado a la Argentina, en la figura de San Martín. Tal vez haya que pensar en el origen similar. San Martín nace aquí, pero se educa y se forma militarmente en España. Luego vuelve y Mendoza se transforma en el centro de sus planes para liberar a América del dominio español. Fidel Roig viene del mismo país y llega a ese mismo lugar, un siglo más tarde. Pinta a San Martín por primera vez: un retrato de cuando tenía 36 años. Roig define en ese cuadro los ejes fundamentales de su pintura. Concebir a la pintura como un viaje hacia el pasado y que ese viaje sea lo más fiel posible a lo que ocurrió.

3.Pinta a San Martín a partir del daguerrotipo de sus últimos años de vida en Francia. Retrocede en el tiempo, desdibuja los rasgos del presente que implica la imagen. Como si fuera quitando los rastros que el tiempo dejó en ese rostro, hace que San Martín rejuvenezca. Desaparecen las arrugas, los rasgos se vuelven más limpios. Roig entiende que no se puede obtener un retrato de una persona sin una referencia realista. Su cuadro se vuelve, entonces, una fotografía imposible: el dibujo de un rostro, de un cuerpo, como derivación posible de su imagen futura. Una puesta en práctica de una suerte de tesis que la voz en off alcanza a enunciar: no caer en lo imaginativo. O lo que es lo mismo, en este caso: no deformar la verdad histórica.

4.Es cierto: Roig se afirma en un libro, “El santo de la espada”, en el que Ricardo Rojas forja el mito sanmartiniano, procede a la canonización del héroe. Roig vive en un tiempo en el que la verdad histórica se sostiene en los libros. Lo imaginativo en esos textos se limita a lo anecdótico, a los elementos que adornan el relato de los hechos. Entonces, su pintura puede pensarse como un correlato. Si San Martín joven es una derivación de un elemento físico que prueba su presencia, las pinturas que hace del Cruce de los Andes derivan del relato de Rojas. Son complementos de ambos: Roig, en la búsqueda de la verdad histórica, ofrece una visión que complementa a aquello en lo que se basó.

5.Paisaje épico (Roig, 2023) no es un documental sobre la pintura de Roig. La contiene, pero la excede. Ni siquiera restringe la noción épica de ese espacio a la epopeya sanmartiniana. Lo que interesa es la repetición, la forma en que la historia se construye a partir de capas que se van superponiendo unas a otras, como las formaciones geológicas que dieron origen a esa cordillera que está siempre como fondo del relato. Las animaciones trabajan a partir de la sobreimpresión entre la pintura y la imagen filmada o fotografiada, pero no a partir de la supresión. La imagen original se duplica, se incorpora en otro registro. En esa duplicación es cuando encuentra sentido la idea original de hallar una verdad a partir de la pintura. Lo interesante es que ese proceso no se limita al paisaje, sino que se expande hacia los hechos: es un desplazamiento que lleva de la repetición imitativa de lo espacial al intento de reponer aquello que no puede verse. Roig pinta tres cruces de esa cordillera buscando reflejar una verdad histórica (la transposición de la narrativa en palabras a su representación pictórica). Roig se transforma en los ojos de otro (“Si lograba pintar aquello, podía mostrar a los argentinos el paisaje que vio San Martín”), hace que su visión sea guiada por otra. Y no es más que una paradoja que al final de su vida termine perdiendo, literalmente, su propia visión.

6.El funcionamiento en capas se multiplica. Vemos a Roig pintando y a las pinturas, pero sobre todo vemos a partir de las filmaciones, a Roig en los mismos lugares en los que transcurrió lo que pinta. Roig va a pintar a la montaña, a bocetar lo que serán sus obras de mayor tamaño, organizando expediciones que replican, a menor escala, las de San Martín: baqueanos, mulas, caballos, van desfilando por las montañas hasta encontrar el sitio exacto. Una filmación es reveladora. Cuando Roig pinta el cruce de los Andes con San Martín llevado en camilla por sus soldados, lo reproduce. Coloca en el espacio a los modelos, reproduce la escena. Son modelos vivos para el pintor, pero también se vuelven actores de un texto escrito por otro. Roig se convierte, entonces, en director de escena. Sale de detrás del lienzo (como si fuera la cámara) y da indicaciones, ubica a las personas en el espacio y solo después regresa a la pintura. Una pintura que replica una puesta en escena que replica una narrativa pasada. Roig se vuelve un pintor de historia, o para decirlo de manera más apropiada, en un hombre que pinta la historia como si la estuviera fotografiando.

7.Un Quijote quizás, como lo define el nieto. Pero la asociación cambia en el documental: Roig es un San Martín que no libera países, pero libera a la pintura al utilizarla como registro de la verdadero. En un punto, comprende que su trabajo es una capa que se suma en el proceso. Valeria Roig intenta, desde un principio, entender por qué se convirtió en un pintor de esas historias. Para eso entiende que debe reandar el camino. Y en ese intento, lo que hace es postularse como una nueva capa, que a la vez que releva el trabajo de Roig (y por consecuencia, los actos de San Martín, se agrega en el sentido global. Valeria y sus primos vuelven a los pasos cordilleranos siguiendo las huellas de los lugares donde estuvo el pintor, y en ese efecto, lo recuperan como una “empresa familiar” (a Fidel no solo lo apoyaba su esposa, sino que sus hijos lo acompañaron en algunas de las expediciones). Pero, sobre todo, el documental es también una nueva capa de sentido que se superpone al relato canonizador y a su representación pictórica. En ese recorrido, un gesto definitivo se propone: las reproducciones de las pinturas de Roig se superponen con el paisaje, ahora con un gesto físico que antes que igualarlas, las pone en relación directa, como una validación de esa verdad buscada. Una imagen que se vuelve imagen de otra que a su vez se plantea como imagen de una anterior. La épica de San Martín transmuta en la de Roig y la de éste se replica en la de Valeria. La épica de tres épocas reunidas en una y que quizás en algún futuro, admita otra que siga recuperándolas y completándolas.

Paisaje épico (Argentina, 2023). Guion y dirección: Valeria Roig. Fotografía: Miguelangel Delgado Machado García Edición: Camila Menéndez. Elenco: Enrique Roig, Ana Plaza Roig, Esteban Roig y Diego Ossa. Duración: 73 minutos.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: