Sin desmerecer otros subgéneros documentales, por su interés en lo social, El credo ―recientemente desbloqueado para verse en Youtube― es bien recibido antes de que comiencen a correr los minutos. El documental se concentra en una serie de grupos neonazis que operan en Mar Del Plata, y el juicio llevado a cabo contra ellos por varios ataques perpetrados contra minorías. Una vez comenzado, este trabajo dirigido por Alan Sasiain también seduce por criterios estéticos, de producción, y otras cuestiones ligadas a lo visual.

Mar Del Plata es la ciudad emblema del veraneo popular. Por eso los primeros minutos del documental están dedicados a mostrar esas cuestiones que hicieron que la ciudad balnearia termine apodada como “La Feliz”. Pero también, ese apodo es el nombre de otro documental anterior, que si bien es de otro director, en conjunto podrían tomarse como una “saga”. Aunque El credo, estrenado en 2018, no hace referencia explícita a La Feliz, del año anterior, el documental de Sasiain se mete de lleno contra los sucesos protagonizados por los neonazis que La Feliz ya había adelantado.

Una vez presentado el escenario, la película empieza a mechar testimonios de quienes sufrieron los ataques neonazis y de quienes todavía los defienden. Y ahí el valor del documental es muy grande, o la estupidez de algunos es inmensa. Reforzado con imágenes de archivo elocuentes, en las que se pueden ver saludos nazis, celebraciones con parafernalia afín, o directamente consignas de odio y discriminación vergonzantes, los acusados hacen desfilar su pobreza intelectual convirtiéndose ellos mismos en sus peores acusadores. Y sobre esto caben muchos análisis.

En El credo se puede ver, en imágenes de archivo, cómo los acusados en el banquillo veneran esvásticas y otras simbologías nazis. Y después, en las imágenes del juicio, cómo estos mismos alegan no recordar, no ser, ni defender esas ideas o esas imágenes claras en las que se muestran quienes son. Ahí se esconde una primera verdad, la primera sentencia. Quien no puede sostener lo que dice, es quién miente. Del otro lado, los testimonios de quienes sufrieron las agresiones se validan con fotos y testimonios. No hay mucho más materiales que estos para documentar lo que se acusa, pero teniendo en cuenta el esfuerzo de producción que requiere una obra de este carácter, y contra quienes se pelea, El credo es sólido.

Detrás de todos los delitos siempre está la policía, y no para proteger o servir a la sociedad, como suelen vendernos. La Policía es una institución que se encarga de promover el delito. Existen sobrados ejemplos que confirman esto que digo. Detrás de cada crimen, de cada caso policial que resuena fuerte en la sociedad, aparecen policías cómplices, tramoyas, complicidades, ocultamiento, y hasta directamente responsabilidad total del planeamiento. En línea con esto que sostengo, El credo acerca también imágenes de público conocimiento, tomadas por canales de noticias, donde el accionar policial sirve al delito y, en definitiva, no hace otra cosa que avalar las declaraciones de los acusantes, que afirman que en los ataques neonazis anteriores la policía siempre se encargó de proteger a los agresores. El credo, por todo esto, no es un documental fácil de hacer.

Al igual que los querellantes en el juicio, El credo sostiene que detrás de los ataques perpetrados por los neonazis hay una organización, un grupo creado para esto. El documental muestra que no fueron riñas, casualidades, y ningún otro acto menor, como algunos pretenden sostener. Entonces, con mucho más esmero, por decirlo de algún modo ingenuo, el documental investiga más que la propia Justicia. Es válido decir que la Justicia es otra pata de La Policía, o la Policía de la Justicia, y ambas de los poderosos, de los ricos. Porque la historia del mundo capitalista lo viene mostrando, y porque El credo lo ratifica. El documental no se queda en el límite de la justicia, donde no le queda otra que actuar, o sea sobre los acusados. El credo avanza sobre el ideólogo, sobre la persona que se vale de estos idiotas útiles, estos tipos de pocas luces, para eternizar sus propios beneficios y ocultar su vida y árbol genealógico del mal. Estamos hablando de Carlos Gustavo Pampillón, militante de ultraderecha, a quien el documental muestra con gran pericia como la cabeza de esta organización. Detrás de Pampillón, El credo vincula, valiéndose del archivo televisivo y sus propias declaraciones, a Alejandro Biondini, a la policía, a parte de la Justicia, y como ya mostraba La Feliz, a la tradición asesina de las familias adineradas de nuestro país.

No es un dato menor pensar la época en que esta escalada neonazi protagonizó los ataques por los que finalmente se los condenó. Ese contexto también es señalado, y no es otro que el gobierno de Mauricio Macri.

Para el final, El credo cruza los ataques neonazis con la manifestación de mujeres frente a la catedral de Mar Del Plata. En otro acierto del documental, este eje permite reconocer a varios de los acusados trabajando de manera conjunta con la policía en la represión y detención ilegal de manifestantes, sin otro fin que proteger a otro integrante de esa asociación ilícita: la Iglesia. Sí, detrás de cada crimen está La Policía, detrás de la policía está la Justicia, detrás la Iglesia, y en conjunto no son otra cosa más que los poderosos, los mismos nazis de mierda, los fascistas, o simplemente los asesinos.

El credo (Argentina, 2018). Dirección: Alan Sasiain. Investigación: Javier H. Blasco, Alan Sasiain. Montaje: Gabriel Herce. Disponible en Youtube.

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