1. Para cualquier futbolero, un documental sobre fútbol, no importa de dónde sea, siempre es atractivo. El problema, en todo caso, es que se confunden los tantos: algunos son apenas subproductos de cadenas televisivas que regurgitan el material acumulado durante años sin darle una cohesión que los haga tolerables. Otros se sostienen en las figuras que constituyen su centro, y de nuevo, muchos, la mayoría de ellos, no escapan de una medianía marcada por el formato televisivo y el fanatismo por la figura. Otros se asientan en la recuperación de la épica y la gloria de los triunfos –del ignominioso La fiesta de todos, sobre el Mundial 78 y Héroes sobre el Mundial 86 a las películas recién estrenadas sobre el título en Qatar 2022-, recalcando una vez más que a casi nadie le interesan las historias de los fracasos y las derrotas, perdiéndose de esa manera la posibilidad del aprendizaje. Unos pocos buscan en la recuperación del pasado lejano algo que pertenezca a eso que puede pensarse como una mística del fútbol (salvando la carencia que demuestra Fútbol Argentino, los únicos ejemplos que recuerdo son el notable Evita capitana y el más que digno Volver a Boedo). Pero incluso para eso hay que ir a buscar los mejores ejemplos afuera (¿alguien podrá hacer en algún momento en este país un documental tan maravilloso como el Maracaná de Sebastián Bednarik y Andrés Varela?). Revisar el pasado parece no ser cosa de la Argentina ni de los argentinos, en su mayoría. Salvo que sirva políticamente contra alguna agrupación. Debería pensarse que la revisión del pasado, aun cuando no se lo haga totalmente contra la historia establecida y congelada en el tiempo, es un ejercicio de contrapoder, un acto de resistencia en mayor o menor medida contra la homogeneización del pensamiento.

2. Hace un par de años, Carolina Gil Solari realizó un cortometraje titulado Próceres. Su reminiscencia patriótica no es casual, aunque no se habla ni de Belgrano ni de San Martín ni de nadie que haya transitado el siglo XIX de lo que hoy se llama Argentina. En esos 12 minutos se recuperaba la historia olvidada, oculta, de la participación de una selección femenina de fútbol en un Mundial en el año 1971. El carácter de próceres de esas 16 mujeres que viajaron a México es el de haberse constituido en conquistadoras de un espacio que estaba vedado a las mujeres, como punto de partida, como antecedente para el desarrollo del fútbol femenino en la Argentina hasta su semi-profesionalización del presente. Próceres rescataba del olvido esa historia, a la vez que les permitía a algunas de sus protagonistas, poner la voz y el cuerpo para que se les reconozca el lugar que no reclamaron, pero que claramente merecían.

3. México 71 es una ampliación de ese campo de batalla que Próceres alcanzaba a esbozar. Carolina Gil Solari –esta vez junto a Carolina Fernández- retoma aquella historia para expandirla y dotarla de un contexto en el que se la pueda comprender. Si en el corto todo parecía resumirse a un hito fundacional –el triunfo ante Inglaterra y la decisión de nombrar el día de aquella victoria como el Día de la Futbolista-, aquí aparecen los rasgos de una historia que tiende a completarse con otros datos. Lucila Sandoval, ex arquera de fútbol, funciona en ese sentido como una suerte de médium: no solo es la voz a partir de la cual se organiza el relato, sino que es el punto de partida para el reconocimiento de esas futbolistas. Una foto enmarcada en el edificio de la Asociación del Fútbol Argentino es el disparador para recuperar la historia desde el contacto con las mujeres que protagonizaron aquella gesta futbolística. Una muestra para conmemorarla es la excusa para volver a recuperar el material que existe sobre ese Mundial, especialmente desde los recuerdos de las jugadoras. Ya no se trata solamente de esos recuerdos fragmentados de los que se componía el cortometraje: aquí hay una historia para contar que empieza antes y se desliza incluso hacia algún tiempo posterior.

4. Orígenes casi comunes que se revelan en las entrevistadas. Jugar a la pelota, muchas veces con varones, como iguales, en el barrio. Madres que se oponen y padres y/o esposos que alentaron. La casualidad que las lleva a descubrir que hay otras mujeres que juegan al fútbol y que hay clubes que desarrollan primitivamente el fútbol femenino. El otro origen común es el Club Universitario, de donde salieron las jugadoras que fueron al Mundial –porque en verdad, como se señala en algún momento del documental, no hubo verdadera selección, sino la autoimposición en ese lugar vacío-. La narrativa de ese origen muestra de qué manera funcionaba el ninguneo hacia el fútbol femenino: carencias, giras por el interior que pueden verse casi como espectáculos circenses –ver sobre todo, los titulares de la prensa de la época que los reflejaba-, falta de entrenadores y campos de juego y entrenamiento. El relato del origen es no solo el de la persistencia, sino sobre todo, el del entusiasmo y las ganas de hacer lo que les gustaba. Puesto en el contexto de finales de la década del 60, puede verse como un gesto de desafío a las estructuras patriarcales de la sociedad del momento.

5. El viaje al Mundial está marcado por el mismo tipo de improvisación que los recuerdos de las jugadoras recalcan. Basta pensar en que los organizadores del torneo les terminaron comprando las camisetas y botines para que jugaran o que se sumó como técnico un ex jugador argentino que vivía en México. Pero el contraste es evidente con la alegría que despierta la evocación. Y si hay algo notable en esa forma de recordar es que importa tanto recuperar la victoria contra Inglaterra como las caídas ante México, Dinamarca e Italia. El triunfo es celebratorio, pero las derrotas se vuelven objeto de un pensamiento que intenta no solo recordarlas, sino pensarlas como parte de ese proceso. Quizás porque lo que importa era jugar en esos estadios es que la descripción del entorno se vuelve tan importante como los partidos. El pasaje de jugar en potreros o en pequeñas canchas en Argentina –por caso, la de Nueva Chicago en el amistoso contra México- al estadio Azteca (“el mismo estadio donde un año antes había jugado Pelé”, dice una de ellas), se visualiza como una fiesta, que se complementa con el aliento de los locales hacia Argentina. En el final del recorrido que plantea el documental, con epicentro en la colección de souvenirs de la muestra, lo importante es recuperar ese recorrido inaugural más que la eventualidad de los resultados deportivos: importa más la pasión de las jugadoras que la inferioridad física y técnica ante sus rivales.

6. El cortometraje y este documental comparten una sola voz, la de Elba Selva, la número 10 de aquel equipo, la autora de los cuatro goles contra Inglaterra. No hay un intento de volverla una especie de heroína nacional de la pelota. En todo caso, constatarla como pionera, como la primera que dejó una marca en el pasado. Es, posiblemente, lo individual que se asienta sobre -y permite el reconocimiento de- lo colectivo. La raíz inicial del florecimiento que vendría décadas después. Lo notable es que en ella y en el resto de sus compañeras, lo que hay es el orgullo de haber participado, no una vanagloria de haber derrotado a Inglaterra. Un orgullo sostenido en el sacrificio: todo el relato lo apuntala desde el señalamiento de las dificultades, las carencias, las diferencias que se establecían con sus rivales en cuanto a técnica y preparación física.

7. El regreso de México no fue la gloria y el reconocimiento que tuvieron en esos días en el exterior. Fue el olvido y la decepción porque nadie las esperaba. Muchas de ellas dejaron de jugar al fútbol casi inmediatamente, por cuestiones laborales o por la falta de apoyo. México 71 refleja esos elementos en la palabra de las jugadoras, pero se vuelve también materia del documental. El ninguneo de la prensa argentina se conjuga con el tratamiento que se le dio en los pocos momentos que se escribió sobre fútbol femenino: basta ver los titulares de las revistas y diarios que cubrieron el amistoso previo al Mundial contra México o el cuadrangular jugado en Independiente. Lo poco que queda como documento del paso de esas mujeres por el Mundial son algunas imágenes de la fiesta inaugural, algunos momentos filmados del partido inicial frente a México. Y lo que la prensa azteca fue rescatando de algo que se vivió como algo popular. En esas fotos del pasado, las protagonistas reviven la historia oculta. Y en la recuperación que el documental hace de ellas, lo que se retoma es la historia que permite conocer el origen y traer a la memoria lo que el tiempo y el destrato quisieron enterrar. Es en ese lugar en el que, incluso más allá de sus limitaciones, México 71 logra construirse ante todo como una memoria que va contra el poder del olvido.

México 71 (Argentina 2023). Dirección: Carolina M. Fernández & Carolina Gil Solari. Guion: Carolina Gil Solari & Emilio Guazzaroni. Fotografía y Cámara: Aylén López. Dirección de Arte: Noe Volpe. Sonido Directo: Daiana Fernández, Franco Marenco & Magalí Fariña. Montaje: Karina Expósito. Música: Francisco Seoane. Duración: 64 minutos.                

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: