«La que me perdí por no atenderle el teléfono ni a mi vieja», se estará lamentando Michael Jackson en el más allá. Y como de los grandes hay que aprender ―por lo menos la parte buena―, no ver Luis Miguel La Serie es un error gigante como los secretos de Neverland.

Salvados los prejuicios, descubrimos que la vida de Luismi es mucho más atrapante que sus discos, y que la serie la aprovecha con una producción sorprendente. La empatía con el espectador hispano se genera desde el vamos, incluso sin necesidad de los artilugios toscos ―como la bandera argentina dibujada por el hermano de Luismi― que aparecen ya en el capítulo uno. Es que la magnitud de su carrera y su historia personal se despliegan a lo largo del continente y a través de dos décadas, siendo casi imposible esquivarla por completo, incluso para el más ferviente renegado de su obra. Este nuevo producto de Netflix, como en los noventas, nos seduce y nos termina por bajar el calzón a todos.

La serie se basa en los libros del periodista español Javier León Herrera, y segmenta en tres etapas la vida del falso Sol de México nacido en Puerto Rico: niño, adolescente y “maduro”. Ahí aparece el mayor acierto de la serie, la narración. Nos muestran la historia de Luis Miguel alternando una etapa comotra. La receta es clara: un poco del niño y sus arranques, un poco del final pautado en 1992, y cocción elíptica a fuego lento de la etapa intermedia, donde se esconde el argumento más agudo de la historia. Pero vamos por partes.

Para cada etapa, el casting de la serie es perfecto, un punto alto que logra meter de cabeza al espectador. Los tres Luis Miguel confunden los límites entre el real y su intérprete. Es a gusto del consumidor, pero el pibito, Izan Llunas, nieto del cantante español Dyango, es el que logra el parecido más sorprendente, incluso canta las canciones de la serie. El Luismi adolescente no desentona y, por lo menos en esta primera temporada, zafa al ser el que menos aparece. El mayor tiene algo de Luis Miguel y algo de su intérprete, Diego Boneta: calienta con armas propias y ajenas. Más allá de la elección de cada quien, es muy sólida la recreación de las presentaciones televisivas y los videoclips de las tres etapas. Esto se puede apreciar en diversos videos de Youtube que las contrastan. No solo en lo actoral se luce la producción de la serie, sino también los escenarios, lo vocal, el vestuario y la puesta en escena en general.

A propósito o no, casualidad o diseñado para vender, hay un fenómeno que se da seguido: el del personaje secundario que se come al principal, o que logra abrirse camino propio. Como el Saúl Goodman de Breaking Bad, Luisito Rey, el padre de Luis Miguel, es el mejor ejemplo. El ícono dentro de la serie. Y la cosa vas más allá de la gran actuación de su intérprete, Óscar Jaenada. Es que el padre de Luis Miguel ―si son ciertas la mitad de las cosas suyas que se cuentan y con perdón de las palabras-, era un auténtico hijo de puta. Y la serie no duda en mostrarlo en todo su esplendor. ¿Será ese, tal vez, uno de los motivos contractuales por los que cada capítulo cierra con la leyenda: “algunos sucesos, personajes o diálogos son ficcionados, por lo que cualquier parecido a la realidad es una mera coincidencia”? Lo que sí queda claro es que la serie cuenta con la aprobación de la estrella puertorriqueña, no caben dudas. No sólo es productor ejecutivo de la serie y se ha mostrado en reiteradas ocasiones junto a los actores y productores, sino que también se dio el gusto de participar como extra en el primer capítulo. Un plano rápido lo muestra al Luismi real representando a un invitado en una discoteca en la que se está estrenando el video clip “Cuando calienta el sol”.

El Luis Miguel intermedio tarda en entrar a escena. Recién lo hace en la mitad de la serie, cuando los otros dos ya cerraron las subtramas y nos adentraron en la principal: el misterio de la mamá de Micky. Ya sabemos que Luisito Rey es un tremendo sorete, tenemos un pantallazo de toda la familia, conocemos algo del negocio discográfico, algunas canciones y demás datos biográficos. Pero lo que se venía escondiendo, deslizando desde el arranque, cobra fuerza cuando el Luis Miguel intermedio empieza a aparecer: la vida de la otra esclava de Luisito, la de Marcela, la mamá de Luis Miguel.

Luis Miguel La Serie corre hacia una dificultad: contar el desenlace de algo incomprobable, por ende desconocido. Se desliza, se sugiere, se induce a pensar qué es lo que pasó con Marcela, pero no se sentencia. Sabemos que Marcela desapareció, que Luis Miguel la busca, pero no sabemos cómo, cuándo, dónde ni por qué. Las respuestas se dejan para una segunda temporada que intriga pensar cómo cerrarán, ya que no hay comprobación que certifique su paradero. Ya en los capítulos finales de la primera temporada la serie cobra su real dimensión en esa búsqueda, dejando en un segundo plano los pormenores de la carrera artística de Luis Miguel. Así, el alejamiento de ella y Luismi se edifica como el epicentro de la serie, donde reside la intriga, el suspenso. Esta separación y desaparición termina siendo el punto central de su biografía, o por lo menos donde la serie apuntala todo el resto. Es entonces el Luismi intermedio el que recorre los últimos rastros de su madre. Un acierto de la serie para escatimar las apariciones del Luismi intérprete más jugado, y para dar el salto de una simple serie biográfica a una historia más grande que claramente se perfila hacia una segunda temporada.

Luis Miguel real autoriza a ventilar sus trapos sucios. Y aunque con su figura es mucho más benigno que con la de su padre, en el quinto episodio, de manera soslayada, pone algunos trapitos bien personales. Su relación con las drogas está dicha, si bien disimulada, en dos escenas: cuando Luismi con un gesto de nariz levantada le pregunta a su asistente si “tiene algo”, o cuando le pide al mismo, ante su retirada, que le deje “otro algo”. Su vida sentimental también está, o por lo menos parte de ella. Mujeres varias, hijos no reconocidos, y algo de su vida maradoniana desfila escudada en esos ojos de gatito tierno.

Son trece capítulos de cincuenta minutos promedio. Para el que padece su música no es un producto complicado, todo lo contrario, “sus” canciones sólo aparecen cuando el contexto lo requiere. Aunque cada capítulo lleva el título de una canción, sólo sirve para darle mayor anclaje a la historia, no hace falta conocerlas o haberlas escuchado. Luis Miguel no escribió sus canciones, y aunque el punto de vista de esta serie sea el suyo, el que sale de su voz, vale la pena verla como una obra independiente a la suya artística. Vale, quizá, verla como si fuese la vida de su padre, la despiadada vida de un frustrado músico español.

Luis Miguel: La Serie (Estados Unidos, 2018). Dirección: Humberto Hinojosa Oscariz, Natalia Beristáin. Guion: José Luis Gutiérrez Arias, Flavia Atencio, Susana Casares, Daniel Krause, Carolina Rivera, Fernando Sariñana. Fotografía: Marc Bellver. Edición: Elenco: Diego Boneta, Ósscar Jaenada, Martín Bello, Anna Favella, Izan Llunas, Vanessa Bauche. Duración: 60 minutos. Disponible en: Netflix.

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