Soy particularmente pudorosa ante la mostración pública de lo privado, de lo íntimo, de todo aquello que involucre tanto lo sexual como las profundidades emocionales.

Hay algo de esa mostración que interpela mi intimidad, la desnuda y la exhibe.

Eso es para mí el porno. Una puesta en escena -y como tal un artificio más, tan elaborado como cualquier otro, pero aun así- que me invade, como si le hubieran arrebatado los velos, una profunda intimidad mirando a cámara.

Mujer nómade es una pornobiopic de y sobre Esther Diaz¹ y, a pesar de mi pacatería, me resultó aun en la incomodidad, tremendamente atractiva.

Si bien la dirección corresponde a Martín Farina, en ningun momento pude dejar de atribuirle la enunciación a Esther Diaz, durante todo el film tuve la sensación de su doble rol, como objeto estudiado y como sujeto que lo da a conocer. Y es por esto que la historia narrada deviene en mostración, porque en este pase de magia soberbio, enunciado y enunciación se confunden dejando a cambio la certeza de un personaje con altísimas dosis de persona.

Película agonística, trágica, que serpentea entre dos movimientos antitéticos, pero que al cabo van dibujando la síntesis conceptual del documental.

Lo nómade y el eterno retorno dialogan desde la complejidad del relato audiovisual, desde un ascensor que sube y baja permanentemente para enmudecer siempre tras la reja gruesa e inmutable de la puerta a la calle, umbral franqueable entre lo privado y lo público, entre la tragedia de lo íntimo y la indiferencia de lo anónimo.

Esther Díaz, persona(je) queda encerrada entre estos dos movimientos como en una pesadilla, la ilusión de lo nómade, del devenir en muchas Díaz, y lo inexorable del eterno retorno. Como si del sueño terrorífico de correr en círculos sin desplazamiento alguno se tratara.

Como un Dorian Grey posporno² e inverso, el persona(je) Esther Díaz transita la vejez ofreciendo resistencia. Atravesando las rejas de lo estipulado, cabalgando valiente sobre un Dionisos joven y erecto, logra vencer al implacable tiempo dentro del dispositivo, dentro de esta película al menos, aunque en el afuera tengamos la certeza de su apolíneo fracaso.

Evade lo obvio, diluye lo previsible, dando paso al cachetazo emocional sin aviso previo, la Mujer nómade queda pegada a la cámara, como si solo ante este ojo total, esta puerta giratoria que convierte el susurro íntimo en alarido público, pudiera erguirse en su identidad: “Soy Doctora en filosofía” dice ante el gran ojo la misma Esther que en unos minutos y con la misma desnudez contará el episodio más doloroso de su vida.

Todas las Estheres están allí, en la mismísima contradicción que tanto la altera.

Esta pornobiopic, situada entre los formatos de diario íntimo y red social, desactiva el estereotipo de mujer en general y el de mujer intelectual particularmente. Quitándole las gafas y agregándole dildos, interroga la maternidad y se arrima a la angustia de una soledad con mucho rock, botox y Nietzsche.

  1. Esther Diaz es doctora en filosofía y epistemóloga, una referente dentro del panorama inetelectual académico argentino. Su extensa obra incluye estudios y ensayos sobre los discursos y las prácticas sexuales contemporáneas. Se le atribuye el haber realizado una importante contribución en lo que respecta a la introducción de la filosofía de Michel Foucault.
  2. El posporno es un movimiento artístico que intenta revolucionar el concepto de la pornografía a través de lecturas feministas y posestructuralistas, específicamente referenciales a Judith Butler en El género en disputa y las teorías de Michel Foucault, especialmente en La Historia de la Sexualidad. Los autores Maria Llopis y Paul B. Preciado son referentes actuales del movimiento en el mundo hispanohablante.

    El posporno surge a mediados de los años 80 en Estados Unidos y a principios de los años 90 en España, adentro del marco del movimiento queer y el transfeminismo.

    Nació para ofrecer otro tipo de representaciones de las que construye la pornografía sexual heteronormativa, incluyendo las minorías sexuales y la diversidad de género y postulando la idea del placer múltiple y diverso. También se encarga de ubicar los cuerpos reales en la gama de lo erótico.

    Preciado define el posporno como «el efecto del devenir sujeto de aquellos cuerpos y subjetividades que hasta ahora solo habían podido ser objetos abyectos de la representación pornográfica: las mujeres, los adultos mayores, las minorías sexuales, los cuerpos no-blancos, los discapacitados, los transexuales, intersexuales y transgénero. En el posporno, aquellas personas ignoradas por el porno hegemónico o utilizadas para representar fantasías ajenas, a menudo incluso de forma denigrante, toman las riendas y se graban o actúan expresando su sexualidad, convirtiéndose en protagonistas con un guión que ellas deciden.”

Acá puede leerse otra crítica de la misma película.

Mujer nómade (Argentina, 2018), de Martín Farina, c/Esther Díaz. Duración: 73 minutos.

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