1. El western es el género propio del cine norteamericano. Está anclado en un espacio –las montañas, el desierto, el Oeste- y en un tiempo determinado –la época de la conquista del territorio, de la colonización y la lucha contra las tribus indígenas nativas-. Es decir, implica una tensión histórica y social que pertenecen al forjamiento de los Estados Unidos en los siglos XVIII y XIX. Trasladar el género a otros espacios y culturas implica negar el fondo que lo sustenta. O peor aún, desconocer la historia de esos otros lugares a los que se traspone, con el pretexto de la asimilación genérica. La opción que queda es la conciencia de ese trasvasamiento para trabajar sus elementos constitutivos desde la exacerbación o la parodia (el spaghetti western logró hacerlo porque comprendió que implicaba desterrar cualquier pretensión de realismo).
2. La prensa y la crítica coinciden en situar a Las Rojas en el territorio del western. Es una etiqueta cómoda, que facilita la clasificación hacia adentro –en tanto para prensa y crítica implican un resumen sencillo- y hacia el público –aunque habría que preguntarse sobre la existencia potencial de un público para un “western” que no sea norteamericano-. A la vez que no resuelve nada en términos de análisis de la película, plantea la duda sobre si la clasificación proviene o no solo de la pereza informativa. En un punto, Las Rojas parece darle la razón, en tanto una serie de indicios parecen señalar la intención de acercarla a ese género. La elección del escenario desértico y montañoso, los campamentos instalados en la zona, la preminencia en la segunda mitad del avance a lomo de mula, el refugio en las cuevas y hasta esa especie de duelo final –si se lo considera con cierta benevolencia- resultan marcos genéricos fácilmente identificables. Pero de la misma manera en que saltan con facilidad a la vista del espectador, se presentan como recursos superficiales, elementos que tienden a la mímesis, a vestir visualmente mientras encubren la carencia de un fondo que la sustente. La seriedad con que Las Rojas pretende tomar lo genérico preanuncia el fracaso de su intento – de la misma manera que antes fracasaba Aballay en su intento de trasponer los códigos del western; no es casual que funcione mejor en esos términos una película de menores pretensiones y logros como Los irrompibles, que se inclinaba por la parodia-, al preocuparse más por cómo se ve la historia que por lo que tiene para contar.
3. El giro fantástico imprevisible que toma la película en los minutos finales, reafirma el riesgo al que se expone al internarse en otro género que no se domina. No es que el cine argentino no pueda construir ficciones fantásticas –con mayores o menores logros ahí están para desmentirlo Breve historia del planeta verde o Vendrán lluvias suaves– sino que debe manejarse el sutil equilibrio que implica la construcción de un espacio irreal insertado en la realidad. Ese tramo final –que abreva tanto en la saga Jurassic Park como en Cocoon– no es solo intempestivo sino que su sola irrupción vuelve absurda la resolución y, por consecuencia directa, todo lo que vimos antes.
4. El planteo inicial supone la existencia de un enfrentamiento entre Carlota y Costanza (Natalia Oreiro) sostenido en una serie de características que se observan en los personajes. La oposición no tiene que ver tanto con los intereses de los personajes –a fin de cuentas ambas son paleontólogas, lo que resultará el lazo que finalmente las acerque- como los valores que se imponen en ellas. Carlota es la representación del lazo con la naturaleza –su trabajo de campo, el rechazo al show televisivo científico en el comienzo- y el descontrol –que la película insiste en remarcar no solo en la referencia al destino del presupuesto que maneja, sino en la escena de lo que queda después de la fiesta organizada en el campamento-. Costanza es su contraparte, al representar tanto a lo urbano -“Mucho Excel, poca tierra, vos nena” le dice Carlota- como a quien viene a instalar el control sobre el caos –el informe que debe preparar, el lugar que le ha asignado la Fundación, las dudas que manifiesta respecto de los hallazgos-. Esa oposición se mantiene pero invertida en el momento de la irrupción de Fredy, en tanto descontrolada por la habilitación de Costanza que debe restaurar Carlota. El problema aparece cuando se advierte que esos personajes carecen de todo espesor y que la intensidad que persigue la película solo se articula en base a premisas superficiales. La forma en que se mantiene el misterio de lo que implica Las Rojas como lugar físico hasta el final -¿era ese el espacio perimetrado y sin acceso que menciona Costanza?- le quita a la trama del enfrentamiento con Fredy y al acercamiento entre las protagonistas toda posibilidad de sustentación. No hay forma de comprender qué es lo que se persigue y por qué ocurre lo que vemos en pantalla. La historia entonces, se disuelve en unos contornos difusos en el que los personajes terminan moviéndose como autómatas condenados por el dictado de un guión que no les dio entidad suficiente.
5. Hay una serie de apuntes que parecieran ser potenciales elementos de desarrollo dramático. La conflictiva relación entre científicos y fundaciones y los cambios políticos al interior de ellas. La distinción entre los hallazgos como avance científico y su utilización como parte de un show mediático y como mecanismo de obtención de dinero. La disputa entre científicos y cazadores de tesoros. Unos y otros son elementos que permanecen dispersos y que solo sirven como decorado, como una dotación de aparente temática por abordar. De la misma manera que lo fantástico desbarata cualquier intento por afirmarse en alguno de ellos, la película pone en escena otros elementos que parecen tomar cierta relevancia, pero que son rápidamente abandonados, vislumbrándose como forzados y gratuitos. ¿Para qué, ese diálogo del comienzo entre Costanza y el remisero, cuando éste le dice en tono misterioso que “nadie va a la reserva”? ¿Para qué la escena en que Costanza hace que Isidro la lleve por otro camino, para detenerse en un lugar del que se lleva una muestra de tierra sin que sepamos para qué? (porque, para ser sinceros, si solo es para preguntarle a Isidro si Carlota los obliga a mentir, no era necesaria esa escena)¿Para qué se muestra a Costanza enviando un mensaje por celular que va modificando, a alguien que nunca aparece ni siquiera mencionado ni sabemos quién es?¿Para qué se juega con la ambigüedad de Costanza en la escena con Fredy si después no se la utiliza?¿Para qué se introduce de manera subrepticia los dolores y la adicción a la morfina de Carlota –algo impensable cuando la vemos trabajar en las primeras escenas?¿Para qué la muerte de Isidro y ese absurdo juego del fuera de campo para después mostrar en primer plano la cabeza con el orificio de bala?¿Para qué la gratuidad de la escena en que Costanza se queda sin agua en el baño y sale solo cubierta con un toallón ante la mirada de los trabajadores? ¿No es absurda la forma en que se resuelve el enfrentamiento entre Fredy (Diego Velazquez) y Carlota (Mercedes Morán), resultando por lo menos inexplicable que se llegue a esa instancia con Fredy en soledad cuando hasta ese momento se movía con un grupo importante de hombres armados?Las Rojas dispone elementos en su camino que luego va descartando para concentrarse en una estética prestada que no puede completar porque se termina imponiendo sobre los personajes y la trama argumental. Para terminar corporizando una frase que dice uno de los personajes y que podría ser la definición perfecta para la película: “Si no hay fondo, hay pura caída”.
Puntaje: 5/10
Las rojas (Argentina, 2021). Dirección: Matías Lucchesi. Guion: MarianoLlinás y Matías Lucchesi. Fotografía: Ramiro Civita. Música: Hernán Segret. Reparto: Natalia Oreiro, Mercedes Morán, Diego Velázquez, Alberto Leiva. Duración: 92 minutos.
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