“Y ahora paso a la intrépida aventura de envejecer,

que llega hasta el final, el final del final. (…)

Hay gente que dice que ese final es la basura. Morimos.

Hay otros que pensamos que puede haber algo,

no sabemos qué.

A mí me gustaría ir hacia allá.”

(Ilse Fuskova)

Hay personalidades que dejan huella en la memoria colectiva de un grupo o de una sociedad por su carácter de pioneras, y ciertamente Ilse Fusková, activista lesbo-feminista, lo es. Ilse Fuskova (2021) es entonces un documental biográfico, dirigido por los realizadores argentinos Liliana Furió y Lucas Santa Ana, que a los 92 años de su protagonista la recupera y la homenajea. La película comienza acompañando a Ilse en el festejo de sus noventa años en la sede de Conciencia Solidaria, donde ya llama la atención por su vitalidad, su aptitud para vincularse con diversas personas y por el orgullo con el que clama, junto a otras compañeras de militancia, por “¡la torta, la torta!”, que cobra aquí otra dimensión de sentido que la clásica peyorativa.

La de Ilse ha sido una vida increíble, siempre en movimiento, cuyos hitos principales recorre el documental. Hija de una inmigrante checa y un inmigrante alemán (que llega a Buenos Aires escapando del hambre de la posguerra), en su juventud consigue su primer empleo como azafata en Scandinavian Airlines, escribe crónicas de sus viajes en la revista Chicas (dirigida a un público femenino con cierta independencia), donde también realiza reseñas de arte y publica fotos autodidactas sobre la infancia pobre en la Isla Maciel (de claro corte neorrealista). A los 23 años se casa con Eduardo, a quien conoce a través del pintor Alberto Greco, con quien forma una familia y mantiene un lazo durante treinta años, hasta que (como suele ocurrir) se desentendieron y se convirtieron en dos extraños. Ilse entonces se va a París con un titiritero, con quien tiene un breve amorío, para escarnio de la familia (incluidas las mujeres), que a su regreso de Europa la deja en la más absoluta soledad, empujándola a la ingesta de un cóctel de pastillas al cual sobrevive de milagro. Este episodio deja marca en Ilse, quien incomprendida y denostada comienza a frecuentar, a fines de los setentas, espacios del movimiento feminista como Lugar de Mujer, impulsada por María Elena Oddone, a quien conoce a través de su revista por la liberación femenina llamada Persona.

Hacia finales de su matrimonio Ilse había producido la serie de fotografías de los zapallos, en la línea de El origen del mundo de Courbet, donde la cavidad y las fibras del vegetal hacen las veces de un útero, y también de la mente, en la que las semillas pueden fuente ser de procreación, no sólo de hijos, sino principalmente de ideas con capacidad de transformar la realidad. En ese feminismo incipiente y principalmente intelectual, Ilse aporta el coraje para pasar a la acción directa con sentadas en las calles, denunciando la situación de maltrato y los asesinatos de las mujeres. Y es luego, ya asumiéndose como lesbiana, que brega por la visibilización de este grupo dentro del movimiento feminista a través de la producción en 1988 de Cuaderno de Existencia Lesbiana y de la serie de fotografías para la exposición Mitominas, dedicada a los Mitos de la sangre, que fueron prohibidas y con las cuales dejó en evidencia la auto-censura dentro del propio movimiento feminista, con la intención de evitar ser censuradas por la sociedad en general.

El siguiente paso en su militancia fue la decisión de declarar públicamente que era lesbiana, cuando fue invitada al programa de Mirta Legrand en 1991, que tuvo el efecto de permitir que muchas otras mujeres pudieran animarse a asumir dicha condición en público, perdiendo el temor a la discriminación y al rechazo. Esta decisión acercó su posición a la del activista gay Carlos Jáuregui, articulando desde la transversalidad los distintos espacios LGTB (en resistencia al separatismo de los sexos), que confluirían en la Primera Marcha del Orgullo Lésbico-Gay en 1992. En 2008 publicó junto a Claudina Marek, su pareja durante 22 años, Amor de Mujeres. El lesbianismo en Argentina, hoy, donde brinda información teórica y testimonia de ese amor singular, el cual se constituyó en un libro fundacional, de formación y apertura para las siguientes generaciones, como es el caso de la propia directora.

En términos formales, el documental es bastante clásico, realizando un recorrido lineal de la historia de vida de su personaje, la cual se nutre de fotografías, filmaciones caseras, material de archivo televisivo, entrevistas a referentes del movimiento LGTB y de la crítica del arte, que orbitan en torno a las entrevistas realizadas a la propia Ilse (hilo conductor del relato), en diversos tiempos, incluyendo el presente. El material se corona con el testimonio del legado de Ilse en la nuevas generaciones. La película se sostiene entonces en la construcción del personaje y en su magnetismo, lo cual permite que pese a ser un documental convencional, no resulte soporífero para el espectador.

A lo largo de la película, si lo tomamos desde el aspecto de la militancia de Ilse, resalta el rechazo al lesbianismo, tanto en el seno del feminismo como en la sociedad en general, mucho más resistido y repudiado que la homosexualidad. Y es que, como revelan la serie de las fotos del zapallo o de la sangre menstrual (censuradas) que produce Ilse, lo que el lesbianismo pone directamente a la luz es la sensualidad de la mujer y su derecho al goce, evidenciando claramente la diferencia entre la mujer y la madre, e incluso a recuperando a la mujer en la madre. 

Los directores enmarcan los fragmentos televisivos con una estética de collage, que Ilse cultiva en sus últimos años, dando cuenta de las diferentes capas de su vida, que no son superación unas de otras, ni mezcla confusa, sino que dan cuenta de la riqueza de acontecimientos de cuerpo, de su apertura a lo nuevo, a lo otro, a la contingencia del devenir. En este pequeño detalle, consiguen captar algo de la singularidad de Ilse, que si algo nos transmite es su particular modo de andar por la vida con esa errancia que escapa a la fijeza de los roles, de los sentidos, dispuesta a aceptar el misterio de lo por venir. En ese cuerpo que circula en los bordes y desbordes, por puro placer, por generosidad de transmisión más que por reconocimiento, es ahí, a lo largo de sus reinvenciones y principalmente en la poética de sus imágenes y de sus palabras, donde puede vislumbrarse algo de lo femenino. Es en el último nombre que adopta, Ilse Fusková (después de haber pasado por la Felka del realismo costumbrista, por el Kornreich que la dice esposa, por el Wunsche que la nombra como hija), donde recupera la marca materna del coraje, es decir la marca de la mujer en su madre,   esa mujer de origen checo que llegó a Argentina porque sí, sin motivos, sin conocer a nadie ni el idioma. Es el paso de quien se arroja, de quien se aventura a lo imprevisible de un mundo nuevo en soledad y sin referencias, lo que expresa Ilse con belleza y provocación, pero también con ternura. 

Ilse Fusková es un interesante retrato de personaje, que en el contexto actual donde toma fuerza un discurso que enuncia tan campante que “donde hay una necesidad, no nace ningún derecho”, resulta atinado recuperar y homenajear, porque la lucha continúa. En tiempos de tanto odio, Ilse brilla no sólo por sus contribuciones dentro del movimiento LGTB y del movimiento por los derechos humanos en general, sino también y especialmente por su singular manera de encarar dicha militancia, con la poética del artista, que siempre nos lleva la delantera, como herramienta de visibilización y transformación social.

Calificación: 7/10

Ilse Fusková (Argentina, 2021). Dirección: Liliana Furió y Lucas Santa Ana. Guion: Liliana Furió, Adriana Juárez y Lucas Santa Ana. Fotografía: Mariana Russo (ADF). Montaje: Flavia Del Ducca y Lucas Santa Ana. Entrevistas: Ilse Fuskova, Adriana Carrasco, María Rachid, Elsi San Martín, Mabel Bellucci, María Laura Rosa, Susana Blaustein, Diana Maffía, Marcelo Ferreyra.  Duración: 89 minutos.

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