Empecemos por el principio, para que no se distorsione la idea: Giro de ases es una película completamente fallida. Es fallida porque el resultado no es evidentemente el buscado: no se trata de una película descuidada ni carente de recursos o ideas por desarrollar. Pero esos elementos se pierden en una serie de elecciones que no benefician el conjunto, sino que ponen en evidencia su condición de artefacto: una especie de maquinaria creada para contar una historia pero que carece de vida propia.

Sin embargo, es en ese carácter fallido en donde se habilitan algunas preguntas, como si lejos de pretenderlo, instalara la necesidad de pensar sobre algunas formas que adquiere la producción cinematográfica. Son las propias limitaciones del proyecto, y no lo que hubiera podido lograr, lo que permite preguntarse sobre algunos elementos.

La primera pregunta que se me planteó es si hay un lugar en el público argentino para una película como ésta. La cuarentena, por cierto, lo alteró todo, y solo se puede pensar sobre la suposición. Se podría especular, por ejemplo, que en tiempos de “normalidad”, películas como Corazón loco o Crímenes de familia hubieran vendido una cantidad considerable de entradas, teniendo en cuenta su construcción sobre la base de ciertas fórmulas con sus variaciones. Pero la pregunta es qué hubiera pasado con la película de Sebastián Tabany, y en todo caso si no le resulta perjudicial su estreno en este momento.

La duda planteada en la primera pregunta proviene de un desfasaje en el que la película se acomoda para escapar de la apropiación genérica. Porque, en resumidas cuentas, lo que hay en Giro de ases es una trasmutación de un modelo de comedia romántica/fantástica que proviene del cine americano. Si la música que adorna los momentos centrales de la película o las secuencias de títulos del comienzo y el finalreferencian claramente a ese origen, el resto de la película parece tratar de contrarrestarlo en sus componentes centrales. El desfasaje al que aludía antes tiene que ver con el desplazamiento de esas tramas originales, generalmente situadas en un universo adolescente, a un estadio claramente relacionado con la adultez.

Lo curioso es que, sin embargo, se ha intentado mantener ese cierto aniñamiento de los personajes. Martín (Juan Grandinetti) luce un apocamiento propio de la adolescencia, que se refuerza en las formas que adquiere para él tanto el dolor ante la pérdida del amor –el juego con la foto de su ex novia, tirada y vuelta a guardar en la billetera- como en el nuevo amor que aparece ante sus ojos. Algo similar ocurre con Sofia (Carolina Kopelioff), cuyo aniñamiento se acompaña desde el vestuario y hasta en el decorado de la habitación de su casa (agregado a eso: ¿vive sola?¿con sus padres?¿por qué lo único que vemos del lugar donde vive es su habitación?). Pero él trabaja como croupier en el casino. Y ella estudia Artes Combinadas. Hay algo de ese intento por recrear la maravilla de observar el mundo y el amor, desde el gesto de la fantasía, que no se condice con el mundo en que ambos viven. Una etapa que parece superada en los personajes o, en el peor de los casos, que les ha llegado con retardo.

El componente de fantasía en el que incursiona Giro de ases es otro elemento que genera dudas. No tanto por la fantasía en sí misma como por las formas en que aparece inserta en el relato. Allí el problema es central en tanto se trata solamente de un puñado de momentos que sirven específicamente como catalizadores de situaciones claramente reales –las cartas que giran en el aire en dos oportunidades, el giro de las hojas amarillas alrededor de Sofía en la plaza, la situación en la mesa de Black Jack con la carta que cambia- y que tienden a remarcar un cambio en el recorrido del personaje central: si las primeras son muestras del cambio interno que produce conocer a Sofía, la otra parece estar señalando que el espacio laboral en el que se mueve Martín resulta limitativo y que urge tomar una decisión (que la película banaliza en un diálogo en el que plantea la duda ética por el uso de la magia para el bien o para el mal). En ese entramado, la fantasía –a la que se agrega el personaje pretendidamente enigmático pero poco desarrollado de René (Romina Gaetani)- pierde su peso como tal, como elemento que convoca a una mirada maravillada –como puede hacerlo cualquiera de los trucos de magia- para bordear lo kitsch. Para que se entienda: lo kitsch deviene en este caso de una diferencia demasiado grande entre el relato real y los momentos en que lo mágico elude el territorio de la magia entendida como truco para sumergirse en la predestinación, en la fuerza de la mente y en las energías que convocan los personajes.

Hay todavía otro elemento que permite un planteo sobre la viabilidad del proyecto. Porque a juzgar por el cartel final, Giro de Ases no es una película, sino que ha sido planeada como el inicio de una saga. La resolución de una sola de las líneas que va planteando –la romántica, y al menos hasta ese momento-, la puesta en suspenso de algunos personajes –la ex de Martín que parece no desaparecer del todo de su vida; el ex de Sofia, también mago, que volverá en tres meses después de trabajar en un crucero; la aparición demasiado cerca del final de René y de Henry Evans-, más no cerrar la decisión de Martín respecto de si se dedica definitivamente a la magia –la última escena en que lo vemos en el Casino parece estar preanunciando para qué va a usar sus poderes-, estaban augurando la continuación. Los riesgos que asume ese corte son el de una lectura que necesite de la continuación; que esa continuación, en esta circunstancia extrema, pueda concretarse; y finalmente, que termine derivando hacia un formato demasiado cercano a la estructura del film de “superhéroes”. Martín, en todo caso, lo sería de un modo particular, modesto. Pero parece flotar en el aire, en el final, la posibilidad de que ese, el del pasaje a una lucha de poderes relacionados con la magia, sea el verdadero giro que el futuro traiga para su continuidad.

En todo caso, lo que instala Giro de Ases es una serie de interrogantes que son ajenos a su historia, y que por lo tanto ésta no puede resolver. Esos interrogantes provienen de las decisiones respecto de la adhesión a un sistema de representaciones en la pantalla y de las que se toman como una derivación de aquella para desarrollar el relato. La pregunta de fondo es la de cuál es el límite de lo tolerable en la mixtura de lo real y la fantasía, para que la película no desbarranque en sus pretensiones. O lo que es lo mismo, para que en el camino no termine destruyendo su propio verosímil, sin el cual todo esfuerzo habrá sido en vano.

Calificación: 4/10

Giro de Ases (Argentina, 2020). Dirección: Sebastián Tabany y Fernando Díaz. Guion: Sebastián Tabany. Director de Fotografía Pigu Gómez (ADF). Montaje, Color y VFX: Leonel Cornistein. Elenco: Juan Grandinetti, Carolina Kopelioff, Lautaro Delgado Tymruk, Romina Gaetani, Esteban Perez, Thelma Fardin, Daniela Urzi. Duración: 82 minutos. Disponible en Cine Ar Play.

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