Aclaración indispensable: Esta nota estaba solicitada, acordada y pautada hace varios meses, como coda o corolario de la hermosa nota de mi compañero Andrés del Pino sobre The Last Picture Show. Asuntos de diversa índole la fueron postergando y postergando… Después llegó fin de año, con su carga de ajetreo y locura, y en los primeros días del 2022 se murió, así, sin avisar, Peter Bogdanovich. Es momento de cancelar mis deudas: con HLC y también con el propio PB, un cineasta extraordinario al que le debo (debemos) muchísimos momentos memorables.

«Las tragedias cambian a la gente». Ruth Popper.
«Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida». Alfredo le Pera.
Es difícil, arduo y complejo situar a Texasville en algún casillero determinado de la historia del cine, dada su extrema singularidad. No es una remake y, en un sentido estricto de la palabra, tampoco es una secuela: es el encuentro inesperado y sin que suceda nada trascendente para que eso ocurra (el supuesto click que enciende tantas secuelas innecesarias) con varios de aquellos entrañables personajes de TLPS, pero muchos años después.
La primera escena nos sitúa rápidamente en tiempo, lugar y circunstancia histórica: la transmisión radial del comienzo nos cuenta que estamos en julio de 1984, nos refiere de la coyuntura nacional e internacional, con los vaivenes del precio del petróleo y las actividades de los principales políticos. La secuencia nos trae el recuerdo de aquellos personajes, por eso en los títulos la mención a Jeff Bridges como Duane Jackson y a Cybill Shepherd como Jacy Farrow…
Duane Jackson: aquel jovencito insípido que se convirtió en un hombre hermoso. El depositario de la pasión de las mujeres de Wichita Falls, una pasión que cuando no logra ser correspondida se traslada a su hijo Dickie (William McNamara). Duane es también el abrumado marido de Karla (Annie Potts) y el padre de un montón de hijos. Jacy Farrow es la chica bellísima que se fue del pueblo hace mucho, que se convirtió en actriz y cuyo trabajo la llevó a vivir en Europa, donde también formó una familia.
En una primera mirada, Texasville puede parecer el avatar apacible de todos aquellos personajes de TLPS: el de Duane, el de Jacy pero también el de Ruth Popper (la extraordinaria Cloris Leachman), Sonny Crawford (Timothy Bottoms) y Eillen Brennan (Genevieve). Personajes que se tornan queribles en su fragilidad, en su desamparo, en su tristeza y angustia, en sus dignas formas de llevar heridas internas: el fatalismo sabio y sin fisuras de Ruth; ese tener un pie en cada mundo de Sonny y ese andar condicionado pero incesante de Genevieve. En muchos momentos Texasville adopta la forma aparente de la viñeta, pero cada situación es parte de un conjunto de una solidez granítica. El único que no recibe esa mirada piadosa es Lester Marlow (Randy Quaid), el banquero del pueblo (excelente la escena en los festejos de la ciudad, con la fila interminable para hacer caer al banquero en un tanque con agua), un personaje estúpido y patético.
Pero una de las cuestiones que marcan la singularidad de Texasville es que además de todo lo que estamos mencionando la película es un acto de contrición fílmico: una mirada entre nostálgica, dolorida y piadosa del Peter Bogdanovich al momento de escribir y filmar Texasville hacia ese Peter Bogdanovich que alguna vez filmó The Last Picture Show. Y para poder hacerlo y hacerlo bien, utiliza dos elementos que esparcen su influencia durante todo el film: el tiempo y el dolor.

Y aquí me parece atinado hacer una digresión y repasar la secuencia de hechos que separan una película de otra: el joven cinéfilo y crítico PB filma una película que lo consagra: The Last Picture Show. En la filmación conoce y queda enceguecido por la fulgurante belleza de Cybil Shepherd: esto lo encamina rápidamente al divorcio con su esposa y principal colaboradora: Polly Platt. El éxito lo acompaña en sus siguientes dos películas pero el estruendoso fracaso de Daisy Miller y, sobre todo, de At Long LastL Love (ambas con Cybill) lo arrojan a la siempre mencionada trituradora de sueños. Luego, con guita de Hugh Heffner, filma la excelente Saint Jack y más adelante, en la filmación de Todos rieron, conoce a Miss Playboy de 1980: Dorothy Stratten. Se enamoran (el corazón de PB era una hoja en la tormenta) pero lo trágico hace su aparición: Paul Snider, por entonces pareja de Dorothy Stratten, asesina a la modelo y después decide suicidarse (este episodio atroz posibilitó un film magnífico: Star 80, dirigida por Bob Fosse). Y pocos años después, y para cerrar un círculo de tropiezos, tragedias, infortunios y hechos curiosos o llamativos, PB se casa con Louise Hoogstraten, la hermana menor de Dorothy. Por todo esto, el primer epígrafe de esta nota es una confesión y la revelación de que nadie puede ser el mismo tipo después de pasar por semejantes cosas. También alguien dice que «las habladurías hacen más daño que las drogas», o «que el amor es lo único que hace olvidar los problemas económicos»: un reproche y una certeza.
Hay mucha tristeza en Texasville. Esa tristeza está en las miradas cansadas, agotadas de casi todos los personajes. Está en ese plano de las ruinas de la sala de cine, estragada por el abandono, carcomida por el tiempo. Esa tristeza también se traslada al sexo no como impulso vital sino como parte del hastío y el aburrimiento. Para PB (por lo menos el que filmó Texasville), el amor es mucho más fuerte, valioso y consistente que el sexo: por eso Duane y Karla tienen una pareja declaradamente «abierta» y por eso se pueden reprochar sus respectivos amoríos y romances con absoluta naturalidad. Pero los detalles de puesta no mienten respecto de lo que representan el uno para el otro (detalles fordianos, si les parece).
Texasville aborda un punto siempre atractivo en el mapa de las relaciones humanas: las ucronías amorosas. ¿Qué hubiera pasado si Jacy se hubiera quedado? Esa es la pregunta que se hace la propia Jacy, Duane y por supuesto Karla. Y a esta pregunta se le suma otra, acaso más inquietante: ¿el tiempo puede barrer con eso que se sintió intenso y profundo?
Es magistral el momento en que Jacy se va del café y alguien menciona que la ve «flacucha». Duane la sigue con la mirada y repite: «sí, flacucha»; y de ese ojo a esa espalda hay un bache temporal irreductible y una tristeza infinita. La cámara hace un corrimiento pequeño, casi imperceptible, para tomar a Karla mirando a Duane cuando éste mira a Jacy. Un instante que sólo el (buen) cine puede lograr. Más tarde Jacy va a repetir esa mirada hacia Duane, con la misma expresión y con idéntica tristeza cuando observe cómo se aleja, desmañado y torpe.

El final de Texasville tiene mucho de fordiano. Duane, Karla, Jacy y Lee Roy (Loyd Catlett) están por ingresar a la cafetería (punto de llegada y de partida permanente durante toda la película) cuando aparecen Ruth y Genevieve con noticas alarmantes sobre el paradero de Sonny. Este está en lo más alto de las tribunas donde se realizaron los festejos del pueblo, solo y desorientado, buscando en el cielo las respuestas que la tierra le niega. Duane y Ruth logran asirlo, aferrarlo antes de que emprenda el «vuelo» (no es caprichosa la palabra: hay una especie de aleteo desesperado de Sonny). Sonny mira con su único ojo los rostros que lo rodean y Duane rompe la angustia del momento proponiendo que vayan a desayunar «todos juntos». Bajan las gradas y «montan» en los autos. Llegan en sus bicicletas los mellizos Jack y Julie, los ingobernables hijos de Karla y Duane. Todo se expresa con las miradas, con las risas y las lágrimas.
Durante toda la película hay varias escenas donde dos autos arrancan al mismo tiempo pero van en direcciones opuestas. Pero ahora ya no será así: todos los vehículos van para el mismo lugar, cargados y repartidos, con Jack pedaleando detrás (qué hermoso el detalle de la filosa Julie «sintiendo y comprendiendo” ese estado de su tío Sonny), asumiendo, sin mencionarlo, esa condición de familia ensamblada o de comunidad formada y forjada por algo más fuerte y perdurable que los lazos sanguíneos. El plano será lejano, celestial, y mostrará a la caravana rumbeando para la cafetería del pueblo, para concretar la propuesta de Duane de «desayunar todos juntos»: algo que a Ford también le hubiera gustado…
Texasville (Estados Unidos, 1990). Guión y dirección: Peter Bogdanovich. Fotografía: Nicholas Josef von Sternberg. Reparto: Jeff Bridges, Cybill Shepherd, Annie Potts, Timothy Bottoms, Cloris Leachman, Randy Quaid, Eileen Brennan. Duración: 125 minutos.
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