Un asesino serial, maniático y religioso, limpia de putas la ciudad santa de Mashhad, Irán, mientras una joven periodista toma la investigación en sus manos. Esa es la historia de Holy Spider.

Resulta imprescindible, a partir de este argumento, pensar sobre la función del velo a la hora de narrar ciertas cosas; no todas, claro. Velo religioso, ético, político, cinematográfico. ¿Por qué hacer un thriller grosero, moralizante y casi slasher sobre hechos reales tan dolorosos y ajenos?

El afiche de la película nos remite al cine iraní. Una mujer con hiyab (traducido aproximadamente como “cubrirse de las miradas”), el velo menos extremo del Islam, el que solo cubre pelo y cuello y se usa ante hombres que no son de la familia a partir de la pubertad o adolescencia. Sin embargo, esa mujer mira a cámara y saca la lengua de manera provocativa y sensual. Primer alerta sobre el tono de la película que puede pasar desapercibido ante una mirada desatenta.

El problema de Holy Spider es un problema identitario además de ético. La primera pregunta que genera es, justamente, sobre su identidad iraní: ¿por qué hablar tanto de cine iraní a partir de esta película (producida por Dinamarca), si Holy Spider está en las antípodas del concepto que podríamos tener de ese cine, aun cuando la historia transcurra en Irán, se base en hechos reales y el director sea iraní (si bien a los 20 años se fue a Dinamarca, se nacionalizó, estudió ahí y produce desde ahí; lo cual se convierte en un dato no menor después de ver la película).

Cuando agrupamos ciertas cinematografías por su marca de origen (coreano, iraní, europeo, latinoamericano, argentino), estamos hablando claramente de ciertos rasgos que puede dar a una obra su lugar de proveniencia, esa tensión entre lo particular y lo general, ese territorio compartido que genera un código a partir del cual nos situamos para disfrutar, comprender y comunicar. Y, sobre todo, para elegir lo que queremos mirar.

La historia de Holy Spider transcurre en Mashhad, ciudad considerada santa por tener el mausoleo del Imán Reza, al que confluyen anualmente treinta millones de peregrinos iraníes y algo más de un millón de extranjeros, y que se erige además como la segunda ciudad en cuanto a índice demográfico de Irán.

La sorpresa viene desde el inicio. Las putas iraníes usan hiyab, hiyab que se sacan con los clientes. Ali Abbasi arranca, desde lo formal, con un estilo clásico que retrata rápidamente y de manera precisa los barrios bajos de la ciudad. Construida como thriller clásico, en el que un asesino serial fanático usa siempre la misma arma y una periodista justiciera investiga más allá de la desidia y/o connivencia policial (parece que la policía es igual en todos lados), Holy Spider se integra a un género de coordenadas claras, sencillas y repetidas. Pero enseguida se mete de lleno en la explicitación grosera y de duración considerable de los asesinatos -bastante sanguinarios- de las putas.

Si podemos aventurar que el cine iraní hace del velo una fuerza poderosísima a la hora de narrar, acá nos encontramos con una descarnada mostración que coquetea con el slasher. El slasher (nombre que proviene de la palabra slash, acuchillar en inglés) es un subgénero de películas de terror que en general involucra a un asesino serial que mata mediante utensilios cortantes: cuchillos, bisturíes, tijeras y motosierras. Su edad de oro fue a finales de los 70 e inicios de los 80, con Halloween (John Carpenter, 1978) como uno de sus íconos. El Jason de la saga Viernes 13 -o Martes 13 según el estreno local-, por su parte, es considerado como uno de los asesinos preferidos del público. En este tipo de películas, el asesino es varón y las víctimas son variadas, pero en general todo arranca con la muerte de alguna chica cachonda y disfrutadora del sexo, que paga su placer con la muerte. La posición moralizante es innegable. El psicópata asesino ha vivido un trauma y vuelve enmascarado a cobrarse justicia, la máscara es parte indisoluble del género.

En el caso de Holy Spider, el arma homicida es el hiyab que llevan las putas; el arma es el velo que las putas se quitan a la hora de trabajar. Y el asesino es un Jason a cara descubierta.

Una forma por excelencia de las plataformas de streaming se impone violentando una historia real que merecía delicadeza y compasión en su tratamiento y no banalización. Incluso hay escenas bizarras que invitan a la risa, como la del pie de una puta muerta envuelta en una alfombra asomando mientras el asesino intenta disimular teniendo sexo desenfrenado con su esposa (las relaciones sexuales se muestran siempre en la posición del misionero, con mucho cliché y violencia de parte del hombre), que llega sorpresivamente al lugar del crimen. Una escena graciosa pero fuera de contexto, sobre todo teniendo en cuenta que el relato se basa en sucesos reales y no en fantasías autorales. El resultado es poco feliz, además de doloroso.

Los tópicos sobre la opresión de las mujeres, los femicidios, la corrupción policial y todo lo referente al contexto iraní se presentan con trazos gruesos e impuestos como condimentos echados por arriba. Dicho lo cual, la película toda parece una nueva gran burla de Occidente hacia la otredad de una cultura que no se comprende, pero sí se juzga. El asesino es un fanático tomado por una misión religiosa que tiene que ver con limpiar las impurezas y la corrupción, y adopta la forma de un psicópata de doble vida, que incluso luego tiene apoyo social, con lo cual se demoniza de alguna manera a una sociedad a la que claramente se la conoce desde afuera, convirtiéndose así en un panfleto didáctico, moralizante y torpe, con un sesgo claramente occidental y cristiano.

En la mayoría de la filmografía iraní la mostración de la violencia está velada, abordada al sesgo o elidida. Quienes amamos la sutileza, la poesía minimalista y contundente de la filmografía de Kiarostami y del Farhadi de La separación, incluso la lucidez por momentos autorreflexiva de Panahi, no encontraremos sino tristeza y enojo al ver Holy Spider, una película en la que los velos se caen en todo sentido.

Holy Spider (Dinamarca, 2022). Dirección: Ali Abbasi. Guion: Ali Abbasi, Afshin Kamran Bahrami. Música: Martin Dirkov. Fotografía: Nadim Carlsen. Reparto: Zar Amir-Ebrahimi, Mehdi Bajestani, Arash Ashtiani, Forouzan Jamshidnejad, Mesbah Taleb, Alice Rahimi, Sara Fazilat, Sina Parvaneh, Nima Akbarpour, Firouz Agheli. Duración: 117 minutos.

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