critico_aficheEl Jueves Santo es una fiesta cristiana que se celebra el jueves anterior al Domingo de Resurrección, dentro de la Semana Santa. Ese día la Iglesia Católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena. Pero lo más importante es que, como somos cristianos, la mayoría de los asalariados no trabajamos. Así que tenemos algo de tiempo libre y… ¿qué se puede hacer, salvo ver películas? ¿Y qué es lo que se estrenó este bonito jueves de Semana Santa? No mucho, sin duda lo más interesante es El Crítico. Una película que, por lo que supe, es la ópera prima de un crítico de cine, que cuenta la historia de un crítico de cine. Algo así como la historia de un tipo que cuenta la historia de un tipo que cuenta la historia de un tipo que cuenta una historia. Ok. Que nadie diga después que estamos empachados de autorreferencialidad.

En el Abasto, como es habitual en días feriados (y fines de semana), hay gran demora para sacar entradas. Y después dicen que ya nadie va al cine. Fui solo y me embarqué en la aventura de hacer, como mínimo, una hora de cola para comprar mi entrada. Por suerte, tenía un libro de Michel Foucault para matar el tiempo. ¿Les aburre que esté contando mi vida en lugar de hablar de la película? Tiene sentido, pero sucede que, como las películas se parecen cada vez más entre sí, la crítica cinematográfica bien puede repetir siempre lo mismo (las críticas bien podrían escribirse de manera automática, gracias al auxilio de un software diseñado para la ocasión, como bien enseña esta misma película sobre la que pretendo escribir, fijate vos). Aunque, también, una crítica puede volverse un texto autónomo que aporte un dato de color sobre una experiencia cinematográfica. Acaso un micro relato o una micro historia que se relacione con la película en cuestión. O tal vez no. Si me preguntan, diré que la parte más ingeniosa y divertida de la crítica es, precisamente, que no tiene necesariamente que respetar ningún parámetro ni ninguna estructura. La mayoría de las veces, lo hace. Por ejemplo, contar la sinopsis, la trama, el argumento. Luego, incluir alguna recomendación general y abstracta (ideal para ver en familia, para las vacaciones, para ver con tu pareja), una frase hecha que en realidad no diga nada (es un canto a la vida, por ejemplo), un puntaje y listo. Se imprime. Pero también puede ser cualquier otra cosa. Si no, pregúntenle a Manny Farber o a Parker Tyler.

La cuestión es que me encontré por casualidad con unos amigos, que estaban allí para ver misma película y en el mismo horario. ¡Fijate vos, qué coincidencia! Y el grupo quedó conformado así: una psicóloga lacaniana, un humorista, dibujante y animador independiente, su novia y quien suscribe. Desde el mismo momento en que los vi, los saludé y supe que después nos iríamos a un bar, que íbamos a tratar de explicarnos a nosotros mismos lo que acabábamos de ver, tal como predice el comportamiento del espectador promedio, tal como la misma película lo anticipa y comenta. Qué novedad. Los clichés funcionan.

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Y empieza la función. Blanco y negro. Voz en off en francés. Se habla sobre la asfixia del cine. Sobre la Nouvelle Vague, a quien se referencia y se invoca. ¿Acaso se trasluce una melancolía por un cine irremediablemente perdido? Oh, ¡las películas de hoy son tan fallidas! Y a Victor Tellez (Rafael Spregelburd), crítico mordaz, nuestro protagonista y héroe, le proponen escribir un guión. Diez escenas, un cheque. Para que la trama tenga sentido, tendríamos que decir que es un crítico de clase media, que no puede darse el lujo de rechazar el dinero, aunque la verdad es que, por ejemplo, el departamento en el que vive apenas está desordenado (si se supone que Tellez pasa apuros económicos, la manera de representarlo no está del todo lograda. Perdón, pero Tellez trabaja en un periódico masivo como crítico de cine, se la pasa tomando café en bares, su habitación está abarrotada de libros y está planeando mudarse… a priori, no me parece que Tellez la pase tan mal… así que si el trabajo no le interesaba, bien podría haberlo rechazado y punto, pero no nos desviemos).

En cuanto a la vida privada de Tellez: suele pasar el tiempo con su sobrina Ágatha (Telma Crisanti) que trabaja en un videoclub, que funciona como pantalla para un negocio de préstamo de dinero. A ella le gustan las películas cursis que son criticadas de manera cínica por la retórica de Téllez, por su  visión desencantada del cine, pero también de la vida. Por otra parte, también, se encuentra con su ex, (en una genial actuación de Ana Katz), a quien él ayuda con su tesis, que versa sobre las teorías de cine de Griffith vs Eisenstein, según la óptica de Deleuze. Y él tiene un exabrupto en medio de la perorata intelectualoide y le encaja un beso que, obviamente, no hace más que generar una situación incómoda: lo que pasa es que, para bien o para mal, la vida real no funciona como las películas. Así es la vida de los críticos, la vida entre bares, donde discuten el simbolismo de Buñuel y balbucean verdades incuestionables y fútiles. Y allí hace su aparición Arce (Ignacio Rogers), el director joven y ofendido, cuya película y su carrera profesional fue arruinada por una crítica desfavorable (cosa que no pasa en la vida real, no jodamos…¿quién es tan ingenuo de creer que la crítica cinematográfica tiene tanta relevancia?) Obviamente, se trata de una broma. Y es un gran chiste (pero no estoy seguro de que todos lo entiendan así y, peor aún, no estoy seguro de que el director haya querido que esto sea una broma).

En fin, el nudo de la trama se descubre cuando aparece una chica: ella se llama Sofía (Dolores Fonzi) y Tellez la conoce cuando está visitando un departamento en alquiler. Ella le gana de mano y él intentará que ella cambie de idea, pues quiere ese departamento a toda costa. Se encuentran por casualidad varias veces. Al principio, la relación es tensa. Incomodidad, rechazo mutuo. No obstante, cuando ella se entera que él es crítico de cine, lo invita a ver la obra de teatro de un amigo, para conocer su opinión profesional. El cine y el teatro, todos lo sabemos, son experiencias artísticas completamente diferentes. Él acepta, pero comete un error y lo sabe. No comprende la obra, no sabe cómo reaccionar. Este es un gran momento de la película, comienza a sonar música bailable en el teatro, Tellez debería liberarse de las ataduras de la reflexión y de la teoría y  ponerse a bailar con ella porque, seamos honestos, ella le habrá caído mal pero es bonita. Sin embargo, Tellez es incapaz de abandonarse a la situación. Así que huye. No obstante, luego tendrá una seudo epifanía (hermosamente plasmada a través de un recuerdo en blanco y negro), en el que finalmente comprende que ella le gusta. Y, como no podía ser de otra forma, se vuelven a encontrar por accidente y ella lo lleva a un lugar apartado, un lugar que parece ideal para darse un beso, mientras los fuegos de artificio estallan sin motivo y sin razón. Y así es como nace el amor. Y la música que pasan en la radio parece hablar de sus propios sentimientos. Y todo es tan cursi y cierto, que no se puede creer.

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Se la pasan encerrados viendo películas y luego van a pasear y ella demuestra que es hermosa, en sus peculiaridades y sus manías. Tal vez porque está enamorado, tal vez porque toda esta nueva situación lo supera y se siente emocionalmente inestable, Tellez escribe un comentario favorable sobre una película cursi y este acto se revela como un error profesional. Y esto es clave para entender la película. Lo que pasa es que Tellez no puede dejar de ser racional y los pocos momentos en los que deja de serlo, es “castigado” por ello. El crítico, con intención o sin ella, esconde una mirada muy crítica sobre la crítica. El mensaje pareciera ser que, para ser creíble, los críticos necesariamente tienen que ser objetivos, casi autómatas. Y cuando cometen el error de abandonarse a sus propios sentimientos, corren el riesgo de ser tomados en broma.

La trama continúa con un momento de gran tensión dramática, en el que Ágatha tiene un accidente. Al parecer, ella se habría involucrado con Arce, que la habría utilizado para vengarse de su tío (no queda claro por qué o de qué manera exactamente). Cuando Arce y Tellez se encuentran cara a cara, Arce le confiesa su rencor, su juramento de venganza. Dice haber estado obsesionado con él y pretender su ruina, pero asegura que después se enamoró de Ágatha y…. no sé que tiene que ver una cosa con la otra, que alguien me lo explique. Después está la infaltable escena del aeropuerto: Por favor no te vayas. Una lúcida observación sobre la irremediable obsesión que tiene la gente con los finales. “No me cuentes el final”, como si todo dependiera de eso. Y la película, que quiere ser más inteligente que sí misma, no quiere caer en lugares comunes. Y no lo hace. Pero el precio que paga quizás es demasiado alto. Porque, al final, falla como proyecto. Tiene razón Porta Fouz, el relato se desequilibra en su último tercio.Y, aunque hayamos pasado un momento agradable, nos queda esa sensación de que podría haber sido mejor. Lo que, en algunos casos, es bastante satisfactorio.

La apostilla a esta crítica es la reunión en el bar, la irreproducible discusión que tuvimos luego de la función. La sensación general fue favorable. Aunque la conclusión, más o menos consensuada, es que el precio que se paga por no postrarse ante el cliché, puede ser demasiado alto. Ensayamos, en ese mismo momento, tres o cuatro finales que eran muy superiores al que acabábamos de ver. Pero, como gracias a dios somos cristianos, no vamos a andar criticando los defectos ajenos. Nos quedamos con los aciertos, los aplaudimos y celebramos. Pero todos sabemos que la película podría ser mejor. Y es hora de que el nuevo cine lo demuestre. De lo contrario, pedimos humildemente que alguien más tome el relevo.

El crítico (Argentina/Chile, 2013), de Hernán Guerschuny, c/Rafael Spregelburd, Dolorez Fonzi, Ignacio Rogers, Ana Katz, Daniel Cargieman, Marcelo Subiotto, Eduardo Iaccono, Telma Crisanti, 98’.

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