Yo entiendo que muchos espectadores, después de haber visto Capitán Fantástico, tal vez esperan una crítica alineada a la ideología de los personajes. También, por qué no, alguna otra que la defenestre, excusa perfecta para desatar una catarata de comentarios de los lectores. ¿Qué clase de comentarios? Más que nada insultos al crítico, y visiones bien retorcidas sobre detalles totalmente ridículos señalados como “geniales analogismos” o significados ocultos sólo entendibles por esa raza superior amante de la filosofía o ciencias similares. Sí, solo esa clase de comentarios. Es más, no continúen leyendo después de este primer párrafo, porque lo que sigue son detalles ridículos y comparaciones al alcance de cualquiera que desconozca quiénes son Trotski, Marx, Mao, Chomsky o el ideólogo que más les guste.
En esta nueva película protagonizada por Viggo Mortensen, quien anteriormente cruzó toda la Tierra Media para convertirse en el Señor de los anillos, tiene una misión más difícil que aquella: capitanear una familia numerosa que decidió vivir al margen de la ciudad capitalista. Esa familia, aunque en un contexto muy distinto, tiene llamativas similitudes con la que comandaba el Capitán von Trapp en La novicia rebelde. Veamos. Ben (Viggo) enviuda y tiene a varios de sus hijos de culo, en pleno proceso madurativo, enojados por un presente que les cuesta asimilar: todo igual que en la casa de los Trapp. Si bien los de Viggo son seis pibes, y los del coge monjas eran siete, la principal diferencia es que los von Trapp no querían saber nada con la enseñanza castrense de su padre, y los del argentino hincha de San Lorenzo responden con entusiasmo al entrenamiento enciclopédico, físico y artístico, al que son sometidos. Coinciden también en que los hermanos demuestran gran destreza musical y funcionan como coro perfecto. En las dos familias, también, tenemos al mayor de los hermanos alzado y sin lugar donde descargar la calentura. Mientras que la mayor de los Trapp andaba caliente con un cartero nazi y era aconsejada por una monja (misión imposible para llegar al coito), el mayor de Viggo quiere ponerla pero su papá considera que hacerse hombre es matar un ciervo y comerle el corazón.
En Halcón (Over The Top, 1987), Silvester Stallone encarna a un camionero que pelea contra su suegro por la custodia de su hijo. En Capitán Fantástico, Ben enfrenta la misma lucha, y tiene una mufa idéntica: su suegro es millonario y dispone a su antojo de policías y abogados. El personaje del varias veces Rocky Balboa se llama Lincoln Hawk y maneja un camión con el que termina destrozando el portón de la mansión de su suegro oligarca. Ben viaja al volante de un colectivo de dimensiones similares, aunque nos deja con las ganas de verlo estrolado contra un patrullero en algún pasaje de la acción. Ambos suegros provocan asco y personifican lo peor del sistema capitalista. Ben y Lincoln son bastante diferentes, pero los dos cumplen con lo que esperamos de ellos: de uno la fuerza y del otro la razón.
En la saga Vacaciones, protagonizada por Chevy Chase, el padre de familia visita a su hermano y se produce un encuentro entre todos los primos. Los de Chevy Chase vienen de la ciudad mientras que sus primos son campesinos. Esa diferencia desata algunas escenas cómicas sostenidas en las diferencias entre unos y otros, avivados e ingenuos. En Capitán Fantástico hay espacio para las escenas graciosas y también se dan cuando Ben lleva a sus hijos con la familia de su hermana. Esta escena no tiene otra razón de ser que utilizarla para criticar la “educación” capitalista». No hay motivo aparente para que Ben y los suyos realicen la visita, pero la confrontación de saberes y actitudes de los primos servirá para engrosar ese debate que en este texto decididamente se deja de lado.
Explícita, discursiva, y a partir de numerosos detalles, Capitán Fantástico edifica cómo está construido ese modo de vivir alternativo al capitalismo. Y aunque no lo profundiza demasiado, y en ningún momento la aventura pierde el plano principal, quedan bien claras cuáles son sus principales críticas: al consumo, la religión y la comunicación. Habrá lugar también para los blancos más comunes del sistema: la Coca Cola, las casas de comidas rápidas, la policía, la navidad o los supermercados. Con una mirada pormenorizada, las dos horas de película configuran una lista sábana de los síntomas que la sociedad podrida manifiesta.
Capitán Fantástico es entretenida, tiene buena velocidad y pese a lo ambicioso que a priori puede sonar una crítica al sistema, la trama es sencilla y sin más giros que Ben y sus seis hijos intentando cumplir con la voluntad testamental de la finada madre. La actuación de Viggo Mortensen es incuestionable. Nos olvidamos que es argentino aún cuando en reiteradas escenas toma mate. Siempre resulta creíble al igual que los tres pibes y las tres pibas que interpretan a los hijos. Los dos más chicos cumplen a la perfección la tarea de enternecer, porque los primeros planos a sus muecas ingenuas es imposible que tengan otro cometido. El más pequeño de todos, que en su papel tiene 8 años y por ahí debe andar en la vida real, se lleva la película con parlamentos y cuestionamientos impropios para un niño de su edad. Incluso se anima al desnudo igual que Viggo.
La película funciona, pese a las observaciones. En cuanto a cuestiones ideológicas, para aquellos que vayan a insultar este texto en los comentarios, la pregunta o el señalamiento sería: ¿De dónde saca la plata esta familia? ¿Son hippies con OSDE? Ahí se nos cae el héroe, ¿o no? Pero hay un detalle de mayor peso que nos hace perder credibilidad en el desenlace. En Mi Pobre Angelito a la familia numerosa se le pierde un nene y tardan mucho tiempo en darse cuenta: creíble, o no tan burdo. En Capitán Fantástico al suegro malo se le escapan seis (todos) y no se da cuenta ―no me vengan con que el capitalista se rinde― durante el tiempo, prolongado y suficiente, para que la película termine al compás hippie y utópico de Sweet Child of Mine. Ahí podría terminar la historia, cuando cumplen su cometido y nos dan vergüenza cantando como la familia Ingalls. Era un fundido negro y rajar corriendo del cine para no detectar que la canción está recontra mezclada en estudio, que es parte de la música extradiegética cuando lo que necesitábamos era que esos chicos nos conmuevan cantando espontáneamente, sin perfección, con alguna emoción o desafine. Pero el segundo final es peor. Y quizá no puedan retrucar en los comentarios de acá abajo, si afirmo que Viggo, después de tanta declaración de principios, claudica entregando el culo (los pibes) al sistema (la escuela).
Capitán Fantástico (Captain Fantastic, EUA, 2016), de Matt Ross, c/Viggo Mortensen, George McKay, Samantha Isler, Kathryn Hahn, 118′.
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Hola Julián,
Me parece que el segundo final no debe interpretarse de la forma en que vos lo has hecho. Viggo no entrega a sus hijos al sistema escolar, en el momento en que los apura porque «faltan quince minutos para que llegue el colectivo» el lenguaje de las imágenes nos deja ver que eso no es más que un chiste paternal: hay un plano, o plano y contraplano, de las dos hijas mayores creo (vi la peli hace tres semanas y no recuerdo bien si de hecho son ellas dos y si en efecto es un solo plano o dos) que se miran cómplices y sonríen sacudiendo la cabeza, como diciendo «qué jodón que es el viejo». La escena sigue y nadie se inmuta, nadie apura el paso, continúan leyendo por su cuenta, cada uno por su lado. Está claro que eso que estamos viendo es un ritual matutino diario. Por si esto fuera poco en la escena anterior el mayor, admitido como alumno hasta por la universidad de La Matanza, había agarrado para África bendecido por el padre. Está claro que el gambeteo al sistema se mantiene hasta el final.
Saludos.
David, ojalá sea así, y yo no haya sido tan perspicaz. Pero voy a darte la derecha, voy a confiar en tu visión, aunque me quedaría colgado para qué son las bolsas con los nombres de los pibes.
El mayor raja para África, es cierto, pero a esa edad Viggo no estaría obligado de mandarlo a la universidad. Con los menores sí si estoy en lo cierto que están yendo a la escuela, bien podría ser porque Viggo fue cazado por el sistema.
Un abrazo, David.
Esperábamos la crítica canchera que comenta el argumento con chistecitos. Y llegó.
Y yo esperaba al pelotudo que anticipé en el primer párrafo. Y bue… Abrazo.
Julián, no recuerdo lo de las bolsas con los nombres, si es así se me viene abajo el final y la película se cae entera. Igual me parecería extraño ese plano de las hijas cruzando miradas. Tendré que verla de nuevo. Saludos.
El plano de los hijos cruzando miradas es cierto. La segunda no sólo tiene esa mirada cómplice con su hermana, también tira una mueca que te doy la derecha que juega en sentido «papá y sus chistes».
El mandar a los hijos a la escuela no tiene que ver con entregarse al sistema, el objetivo de que vayan a la escuela no es tanto el que aprendan cuestiones académicas sino que aprendan a sociabilizar. Es el equilibrio necesario que el padre encontró para, como anteriormente menciona, no arruinarles la vida, no volverlos vulnerables ante el mundo que los rodea y que tarde o temprano tendrán que contactar y tratar de entender mas allá de bellos pero ineficientes sueños utópicos.
Totalmente de acuerdo, pero necesitábamos un héroe, que no los mande.
Abrazo
Los conflictos duran en esta película 3 minutos. Sin profundizar en la historia ni en los personajes, la película pasa. La demencia social, con tintes de George of the Jungle, el efecto invernadero de Good Bye Lenin (pero sin historia, sin contexto ni una música genial de Tierssen) hacen de esta película en un corto digna del local de ropa Wanama. Olor a confite, pero tomando limonada de agua de deshielo (¡Vade Retro gaseosas corporativas!). A Guido lo queremos porque es Guido, porque sentimos que es nuestro, y porque, vamos, hace las cosas bien. Ahora todo lo demás, agravando el cuadro al -casi- terminar con la zona de confort musical que es Sweet Child Of mine. Gusto son gustos, nada es tan bueno ni tan malo. Salvo esta película que te pido por favor reevalúes el hecho de compararla con La Novicia Rebelde. LIMITES. Gracias.
Julieta, tranquilamente podría ser La Novicia Rebelde 2. No olvidemos que Guido es Santo.
A Bolivia se va. Es una pelicula suficientemente provocadora para ser utilizada por grupos de permacultura para hacer cine-debate, aun manteniendo formato Hollywood, asi que LTA.
¿LTA? En todo caso vos que te leíste mi nota.
Besis.
A mí me pareció que es una gran pelicula que al meterse en temas que dividen tanto a la gente genera esto, que se la ataque por varios frentes. Desde los defensores a ultranza del capitalismo y el consumismo, pasando por quienes la tildan de estúpidamente utópica, hasta quienes la ubican como una película hipócrita y tibia.
Yo la super disfrute. Quizás por sentir afinidad ideológica, pero también porque es una gran aventura, que tiene buenas actuaciones, sobretodo la de Viggo Mortensen, pero que plantea cuestiones que en general no se plantean de este modo, y me refiero a introducir, aunque sean vagas, referencias a Pol Pot, Stalin y Trotski. Que se muestre que la educación del sistema crea estúpidos e ignorantes y que repudian a quienes no se adapten a estas lógicas consumistas y mediocres (por ejemplo, la madre de los dos pibes de la casa de ciudad, una mina detestable que enloquece cuando alguien trata a los pibes como personas inteligentes y no como estúpidos caprichosos).
Pero bueno, lo que a mi deja claro la película, es que no se puede vivir absolutamente al margen del sistema. Por más casita que te armes en el bosque, ese bosque es parte del mundo exterior. Y como bien dicen por ahí, el final mostraria eso, que los pibes van a ir a la escuela básicamente para empezar a socializar, no para aprender de la forma que quieren y necesita el sistema para moldearlos.
Pd: me gusta más la idea de que Viggo no los manda a la escuela, pero al mismo tiempo creo que el problema máximo que plantea la película es el de la socialización cuándo no estás de acuerdo con el adoctrinamiento de las instituciones que rigen la vida y si Viggo decidiera al final no mandarlos, es como que dejan el problema sin resolver.
Puntaje: 8.