*En Santa Rita no pasa nada. Es un pueblo pequeño que tal vez en algún momento giraba alrededor de la estación de trenes, pero ya no. Apenas pasa un colectivo por una de sus calles de tierra. El centro del pueblo podría ser el bar que maneja Norberto (Horacio Marassi), pero tampoco: las pocas veces que vemos ese lugar está vacío como si lo habitaran fantasmas. El centro es la iglesia, que se vuelve representación de todo el pueblo: el cura solo llega una vez por semana o para alguna circunstancia especial a la que puede llegar tarde. Rita (Mónica Villa) cuida la iglesia: la mantiene limpia y ordenada, aunque eso implique alguna torpeza y tener que sumarse a regañadientes al rezo compartido con Beba y Alicia. Santa Rita, puede presumirse, es la repetición extrema de esos actos con variantes tan leves que pueden pasar inadvertidas.

*Pero en Santa Rita pasó algo. En el pasado, desapareció la imagen de la santa que coronaba la iglesia. Nunca fue encontrada en esos 30 años. Lo que pasa en el presente del pueblo es que Rita encuentra la imagen de una santa cubierta en el cuarto donde se acumulan objetos de la iglesia. La escena se ve como una revelación antes que como un aprovechamiento. Una mirada inocente que se descalza de toda posibilidad de discurso cínico. Rita cree, elige creer que es posible que esa imagen se convierta en la de la santa robada. No hay vanidad personal en el acto, sino una fe en las decisiones que va a tomar (por eso su frustración, cuando internet le devuelve la respuesta de que eso no puede ser considerado un milagro). Ni siquiera hay algo de sofisticación en el acto que lo resuelve: se saca la estatua, se quita la corona de espinas y se le pone una cruz, y de esa manera se la coloca por la noche en la iglesia. En un punto puede verse como un juego, una especie de travesura que tiene un solo objetivo: hacer que en el pueblo pase algo. O quizás dos: devolverle al pueblo la imagen que le pertenece.

*Crónicas de una santa errante (Bustillo, 2023) es literalmente, una película partida en dos. Casi en la mitad del relato, ocurre un hecho relacionado con Rita que cambia completamente la película: ese cambio se ve reforzado cuando en ese momento comienzan a correr los títulos que habitualmente están dispuestos en el final de una película. En un punto, puede pensarse que esa decisión implica el final de la película tal cual era hasta ese momento. El carácter realista y el tono aplastado de la vida en el pueblo que dominaban esa primera parte se trastoca. El momento en el que ese rasgo se percibe es en el desdoblamiento que Rita advierte sobre sí misma. Convertida en una especie de cuerpo sin corporalidad, se mueve en un espacio que es el mismo, pero otro. Ese espacio paralelo se rige por otras reglas, por otro tipo de relaciones en las que todo parece mezclarse (como termina por advertir en la pareja joven que vive en la casa de al lado). Y de esa manera, la película también cambia su tono, su registro, para priorizar lo ¿extraordinario?

*Ese tono es en verdad, un desdoblamiento. El mundo concreto adquiere un carácter más oscuro y desesperanzado, centrado en la desolación de Norberto y el rebote en el resto del pueblo. No parece casual que la mayor parte de las escenas de ese mundo concreto se vuelvan oscuras, apenas iluminadas por las luces que vienen de la calle. Otro mundo se abre para Rita. Un mundo sin espacios propios y con reglas diferentes, pero en el que aquella desolación se disuelve rápidamente desde el encuentro con Angel (o “Einyel” como se define fonéticamente) en la estación de trenes. Lo que ocurre es que lo que aparece es una reconfiguración de ese mundo concreto, por un lado, y por el otro, un desplazamiento a un territorio que puede pensarse más ligado a un tipo de humor absurdo (como puede percibirse del diálogo que mantienen una lamparita con una mariposa de noche). Esa errancia a la que alude el título es la que lleva a Rita a recorrer los mismos espacios desde otra mirada, como una no-presencia. Lo que puede pensarse como ritual de despedida, en verdad se vislumbra como puesta en claro de las relaciones reales y del sufrimiento que llevan adelante los otros. Que aquella oscuridad se oponga a la luminosidad de Rita no es solo un efecto buscado y construido, sino un reforzamiento del contraste con el mundo concreto (algo de ello hay también en la oposición que se plantea con la pareja vecina). El final de Crónicas de una santa errante es el final de esa errancia, pero dejando una incógnita sin resolver en la decisión de Rita. Aunque el plano final de la guitarra con las cuerdas rotas, sobre la cama, parece estar sugiriendo cuál puede haber sido.

Crónicas de una santa errante (Argentina, 2023). Guion y Dirección: Tomás Gómez Bustillo. Fotografía: Pablo Lozano. Edición: Benjamin Tolentino. Elenco: Mónica Villa, Horacio Aníbal Marassi, Pablo Moseinco, Iair Said, Dahyana Ruth Turkie. Duración: 85 minutos.

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