“La Roca”, Dwayne Johnson, construyó toda su carrera jugando a ser un superhéroe. Desde su apodo y contextura física siempre pareció ser una especie de versión en carne y hueso de Ben Grimm, también conocido como “El hombre roca” de los cuatro fantásticos. Finalmente, y luego de muchos años haciendo de superhéroe sin papeles, logró ser parte del universo DC. Black Adam es un nuevo superhéroe que de algún modo intenta renovar el staff de una escudería que pareciera depender mucho de lo que pueden aportar el Caballero oscuro o el Hombre de acero, secundados en los últimos años por unas buenas versiones cinematográficas de Wonder Woman y Aquaman. De origen plebeyo, el personaje protagónico del film manifiesta su rechazo a la opresión que las clases dominantes ejercen sobre las clases dominadas. Todo comienza en el año 2800 A.C, cuando un rey déspota mantiene a la población de un país ficticio bajo un previsible gobierno tiránico.
Entonces unos hechiceros le brindaran poderes con los que nuestro héroe se enfrentará a los tiranos de turno. Ese viejo hechizo será el que a su vez la heroína del film, interpretada por Sarah Shahi -un personaje notablemente desaprovechado-, descubrirá millones de años después y el que llevará a nuestro héroe al tiempo presente. El inicio del film remite sin dudas al espíritu libertario de Espartaco para pasar sin solución de continuidad a la actualidad, integrando el origen de la historia al mundo contemporáneo. Una vez que la historia se desarrolla en tiempo presente esa génesis se cruzara con el espíritu anárquico de la saga del Escuadrón suicida sin las sutilezas que Gunn le imprimió a esta franquicia.
Black Adam juega con lo inverosímil y algo de ese tono canchero es lo que permite que la historia no sea aplastada por un mar de solemnidad (como sucedió de modo ostensible en Batman vs Superman y en muchas de las películas de Zack Snyder).
En el film de Collet-Serra no hay transiciones entre ambas temporalidades y eso es quizás el principal problema del relato. Otra dificultad notoria es que algunos de los personajes que secundan al bueno de La Roca carecen de cualquier tipo de interés dramático. En Escuadrón suicida es el grupo y las particularidades de cada uno de los miembros del equipo lo que hace interesante a dicho film retomando el espíritu aventurero de grandes películas del género como son Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1966) o El gran escape (John Sturges, 1966). Esa trama grupal no se desarrolla del todo en la película de Collet-Serra. Los malos son insulsos y poco recordables, y en una película de superhéroes el villano debe ser alguien para recordar. Gene Hackman como Luthor en la fundacional Superman de Donner, Jack Nicholson en el Batman de Tim Burton y Heath Ledger en la segunda parte de la trilogía del encapuchado de Nolan son quizás los principales ejemplos del rol vital que cumple el mal en las adaptaciones al cine de los héroes clásicos de las historietas de DC. En Black Adam eso no sucede. Los villanos son olvidables y el pasado del héroe queda reducido de este modo a una excusa argumentativa para montar la disputa entre las fuerzas del bien y las del mal. La sociedad de la justicia será el grupo que se constituirá primero para enfrentar a esta especie de antihéroe y luego para acompañarlo en la batalla final. Dentro del equipo se luce el Doctor Fate, interpretado por Pierce Brosnan, que es una especie de hechicero similar al Doctor Extraño de Marvel. El personaje de Brosnan está bien delineado y logra conmover sin caer en ningún tipo de grandilocuencia ni golpe bajo. Doctor Fate de algún modo es el que sostiene la trama en un momento en el que el film podría haber entrado en una deriva narrativa. El otro personaje que sostiene la tensión del relato es el Hombre halcón interpretado por Aldis Hodge.
La película desde el comienzo está pensada como un gran film de acción y esa particularidad evidente del cine superheroico que la crítica señala como defecto es en Black Adam lo que termina siendo la gran virtud del film de Collet-Serra. Ya en la fundacional trilogía del Batman de Nolan se encuentra una estetizacion del caos que será a partir de ese momento la marca característica del cine de superhéroes en el siglo XXI y lo que caracteriza a la mayoría de los productos de DC. Esa estetizacion vinculada a la lógica del videoclip es la verdadera potencia del Black Adam protagonizado por Dwayne Johnson. El film es una gran excusa para ese juego coreográfico que lleva a Black Adam y sus colegas a enfrentarse a esos villanos de cartón pintado que en el pasado eran faraones y ahora son multinacionales que se quieren apoderar de las riquezas del suelo.
Esa línea ideológica, sobre la que desarrolla su argumento la película de Collet-Serra, es otra de las marcas del relato y lo que termina al igual que en Escuadrón Suicida dándole un tono sorpresivamente realista y complejo al relato por encima de adaptaciones que tienen el visto bueno de la crítica como la saga de los Avengers para utilizar un ejemplo rutilante. Retomando la idea del Escuadrón Suicida en donde los superhéroes son una especia de peones que no comprenden la lógica del total de sus acciones, en Black Adam también se encuentra una representación del bien bastante opaca. Por un lado el personaje de Johnson juega con el estereotipo del antihéroe que duda de los métodos a emplear a la hora de enfrentarse a un mundo violento (al igual que Batman), y por el otro lado, los propios agentes que se encargan de coordinar el trabajo de los buenos tampoco parecieran ser hombres y mujeres puras.
Al igual que en las buenas películas de superhéroes una gran coreográfica bélica recubre gran parte del film y es en ese carácter de puesta en escena de ese mundo anárquico en donde se encuentran la mayor parte de virtudes de un film que está en sintonía con el mundo en el que vivimos. Collet-Serra pareciera haber disfrutado tener a disposición el multimillonario juguete DC con su estética de videoclip hipnótico para sumergirnos en su versión del apocalipsis.
La pregunta que uno se hace al terminar Black Adam es si un par de personajes interesantes le bastaran a la factoría DC para poder construir todo un universo de acá a los próximos años, pero esas preguntas más que a una película se le deben realizar a la estructura de negocios de una multinacional. Mientras las finanzas sigan pensando en el futuro de las corporaciones, películas de acción honestas y sinceras como Black Adam no están nada mal.
Calificación: 6/10
Black Adam (Estados unidos 2022). Dirección: Jaume Collet-Serra. Guion: Adam Sztykiel, Rory Haines y Sohrab Noshirvani. Fotografía: Lawrence Sher. Música: Lorne Balfe. Edición: John Lee, Michael L. Sale. Elenco: Dwayne Johnson, Sarah Shahi, Aldis Hodge, Pierce Brosnan, Noah Centineo, Quintessa Swindell, Marwan Kenzari, Viola Davis. Duración 124 minutos.
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