Es ocioso como triste lo de empezar a amontonar obituarios y pretenderlos cada uno una sorpresa cuando bien sabemos que hasta Kirk Douglas se tuvo que acordar de morir. Pero ahí vamos, tal vez por una cuestión generacional, biológica, matemática o qué se yo, a algunos nos viene tocando ese amontonamiento o seguidilla enyuntada al telón negro que extendió la pandemia para condimentar aún más nuestra conciencia de finitud. Más no sonoros pero dolorosos «schiaffi» que en una comedia italiana.
Todo esto para decir que hoy, 2 de febrero, le tocó irse a la queridísima Monica Vitti (1931), que, si bien por cuestiones de salud abandonó su carrera hace más de dos décadas, permanece en el recuerdo de cualquier amante del cine nomás por esos treinta años donde fue del cine hermético, cerebral, denso de Antonioni a la comedia más costumbrista y hasta salvaje, como dramática característica de los 60 y 70, con cierto declive en la más rutinaria década del 80 donde tanto uno como lo otro encontraron su fecha de vencimiento. “Muchos amigos me preguntaron cómo pude pasar del cine trágico a la comedia sin sobresaltos. Bueno, la ironía me podría servir para replicarles que, en el fondo, las dos actividades son caras de una misma medalla, condenada, para colmo, a perderse en el río del tiempo”, dijo alguna vez, a propósito de ese amplio arco dramático.
Generacionalmente pertenece a una élite inolvidable: ella, las también desaparecidas Virna Lisi y –muy temprano- Silvana Mangano, Gina Lollobrigida (94 años, retirada), Sophia Loren (87) y Claudia Cardinale (prontos 84 y la única aún en plena actividad). Como buenas tanas, todas hicieron su camino a los codazos, en tiempos de los “coroneles”, o sea la brigada compuesta por Tognazzi, Sordi, Gassman y Mastroianni, de igual a igual, continuando con la huella dejada casi solitariamente por la tremenda Anna Magnani. Precisamente, de todas ellas me arriesgaría a decir que Monica era la que tenía más barrio, franqueza y a la vez sensualidad y encanto (esos ojos, esa nariz, esa sonrisa) en fórmula propia. “Yo no nací para la diplomacia, me gusta hablar con todas las palabras. Además, esa es la única manera de entenderse. A veces puedo decir cosas brutales, que pueden aterrorizar a mis mejores amigos y si eso sucede, paciencia”, palabras de Vitti persona que pueden calcarse en casi todos los Vitti personajes. Particularmente, me queda en un recuerdo de décadas su voz ronca, y –acá me viene el amarcord y la decrepitud mental- aunque cuando leo sobre ella noto que para casi todos era rubia, para mí será siempre colorada. Imprimo la leyenda, entonces. Y recomiendo, porque hay que hablar de cine, un picado que incluye La noche, Modesty Blaise, Ninì Tirabusciò, La ragazza con la pistola, Celos estilo italiano y A medianoche va la ronda del placer.
Cuando nos dejan estas fuertes personalidades del cine que supieron estrolarse en nuestros corazones desde la pantalla, nos la dejan servida para 1. Consolarnos con la herencia de su obra que los hace eternos y así tal vez sea. 2. Desconsolarnos por la falta de herederos en su especialidad. No es tema para discutir ahora pero –perdón- en este caso tampoco se me ocurren nombres.
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