Con este ambicioso interrogante se puede abrir el pensamiento sobre ciertas búsquedas hechas imagen que llevan a pensar precisamente en eso, en el rol de lo que arranca hace más de cien años como un juego, en su tradición más extendida se consolida como espectáculo y se presenta en cada obra como búsqueda o pretendido hallazgo de una verdad. ¿Cuál? Ese es el gran secreto de quienes empuñan cada cámara del mundo. En gran medida, la tarea de quienes deciden leer las películas, leer el cine, es deducir esas verdades, o por lo menos acercarse. Y lo que se desprende de la película ganadora de la Competencia Nacional del FICER, Luminum de Maximiliano Schonfeld, es que, muy inteligentemente, se presenta como una discreta cámara que viene a mostrarnos las vidas de Silvia y Andrea Simondini – madre e hija respectivamente–, quienes consagran sus años al estudio del fenómeno OVNI, manteniendo un museo propio como base de operaciones del emprendimiento en Victoria, Entre Ríos. De este modo, ingresamos al relato de la aventura de todas esas existencias en distintas fases del tiempo, entre los siglos veinte y veintiuno. Es así como la madre relata su primera experiencia con lo desconocido en Caleta Olivia y asistimos a registros fílmicos de un viaje de ambas en ocasión de analizar los cuerpos de vacas muertas en las que Andrea encuentra lo que considera extraños cortes, demasiado perfectos para la mano del hombre o de algún animal. La teoría sobre la convivencia de las razas animales de la tierra con extraterrestres se consolida, hasta el punto de que otra filmación las encuentra como invitadas en un programa televisivo de Fabio Zerpa. Pero a Schonfeld no le alcanza con la bisagra entre la exhibición de una creencia y lo que quizá podría tensarse hacia la creación de un mito. Tampoco le es suficiente los climas creados a partir del estupendo registro sonoro que logra microclimas de extrañamiento, bien acordes al tema planteado. El director considera que esto queda como mera mostración, necesitando de un empujón. Ese plus es el recurso a la ficción.

Eso es lo que la cámara de Schonfeld percibe que el cine –que en verdad es su cine – demanda. Por eso crea un pequeño, sutil registro narrativo, que se va colando e inteligentemente amalgamando con el mundo documental. Y es el de dos hombres que se acercan al museo; uno de ellos un campesino que ofrece su colaboración. Ambos hombres y ambas mujeres comparten el periplo de aquí en más. Entre avistamientos nocturnos de algo no identificado que se mueve bien lejos en el cielo en forma aparentemente anárquica, reflexiones ante la inmensidad de planos generales y una visita al parque de diversiones donde la contemplación es lo que organiza el mundo, un diálogo entre los dos tipos se devela como una extraña despedida. De ahí hasta el final, el pequeño aporte – para Schonfeld, necesario – del género ciencia-ficción se autoriza a surgir en modo evidente.

Por supuesto que, del vamos, la idea de la existencia de objetos no identificados o extraterrestres que conviven entre nosotros es irrefutable por el simple hecho de que si bien muchos consideran que no hay pruebas de ello, tampoco las hay de lo contrario. La certeza es finita, la creencia no. Eso es lo mejor del cine: que si hay algo que no da son certezas, aunque muchos pretendan lo contrario.

Luminum se apoya en dar a percibir una creencia que junta pruebas de su facticidad, luchando por un basamento científico. Pero además, y sobre todo, ese desplazamiento del aquí y ahora “real” por medio de la ficción, concede la derecha a la revelación.

¿Acaso esa revelación, ese plus que excede al mundo, no es la búsqueda de todo espectador de cine, que son también los realizadores? Quien ve una película y no espera que aparezca un OVNI, como espectador está muerto. 

Luminum (Argentina, 2022). Dirección: Maximiliano Schonfeld. Duración: 64 minutos. Cine Nacional en Competencia.

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