En Santiago de Chile hay un tipo que tiene la palabra atravesada y la verborragia sin filtro de los poetas malditos. Un soñador bien atento o un lumpenproletario a quien las ideas le queman tanto, que necesita fijarlas en paredes, postes y veredas. Relator particular de la locura (extra)ordinaria, Oscar Lucero escribe y desespera: sus intervenciones empiezan siempre con su nombre y un urgente “i les tengo una pregunta”, arrojado al mundo con i latina, sin la y griega del filósofo, pero con una ferocidad de pensamiento tan inestable como el dispositivo que lo registra. Carreño filma como puede o como quiere: la imagen se quema, el sonido es rugoso de toda aspereza (por momentos a las palabras de Oscar se las traga el rugido de la calle). Será que aquello que masculla debe quedar flotando en el aire, y las imágenes más honestas para asomarse a su universo sean éstas, siempre a punto de quebrarse.

De este tipo sabemos poco: caminante del barrio suburbano de La Legua, hace del “vive como puedas” una suerte de causa ineludible. Su hogar -cuando lo tiene- es precario como su mundo. En algún pasado no muy lejano los excesos pasaron de largo por su cuerpo, y hoy se aferra a la palabra y se desespera por entender lo que no tiene explicación, ni para él ni para Don Miguel y su esposa, los involuntarios personajes de un lío cósmico que Oscar necesita dar a conocer (y que vuelca obstinado y a retazos en las paredes del barrio).  Todo comenzó un día en el que creyó entrever que nadie es quien parece ser, y que todo el frágil andamiaje de la realidad que percibimos se cifra en la presencia o no de unos lunares en el cuerpo. La sorda conversación entre Oscar y Don Miguel – ¿podría haber sido de otra forma? – no constata ni desmiente nada. Menos que un diálogo es una lucha entre el fracaso y el asombro, que no logra despejar la confusión ni sumar alguna nueva evidencia sobre algo que Oscar entrevió una mañana, y que ahora le incendia la razón.

Más tarde, sentado contra un paredón, el poeta relata una suerte de premonición de un terremoto que podría haberlo aniquilado, pero unos remolinos, el polvo y el viento lo resguardaron de la muerte. Verlo narrar ese suceso, oír las palabras que asoman desde las fronteras de su mente, es una de las experiencias cinematográficas más poderosas que la cámara de Carreño logra afanarle al olvido.

(La película puede verse completa acá )

Hola Mi nombre es Oscar Lucero i les tengo una pregunta (Chile, 2018) Dirección: Juan Carreño. Duración: 36 minutos.

Foco Fronteras al Sur

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