winter-sleep-poster-2Sueño de invierno. Merecidísima Palma de Oro del Festival de Cannes 2014, Sueño de invierno, filmada en el impactante paisaje invernal de las montañas de Anatolia (Turquía), y en su mayoría en un hotel construido dentro de la propia roca (como gran parte del poblado), se perfilaba como una película costumbrista más, aunque muy bien interpretada. Sin embargo, una rutinaria charla entre los hermanos ya veteranos destapa una boca de tormenta de la que sale una suciedad que los tiñe a ambos, en una actuación precisa y convincente, apoyada en un guión que finamente dibuja el perfil psicológico de los personajes sin caer en el cliché, al punto que uno se debate, por momentos, por quién tomar partido. Sin dudas es una historia que conmueve hasta al más desprevenido, pero desde una convulsión profunda, en las placas tectónicas de algunos de nuestros presupuestos.

Pocos minutos después, y en una película de más de tres horas es como un rayo, el protagonista nuevamente se enfrenta a su joven esposa, en un intercambio en dos tiempos que deja entrever la yerma realidad que se vive en ese resquicio de mundo. La maraña de rencores, de sentimientos envejecidos, de personalidades anuladas por el tiempo y la costumbre, de cinismos afilados, de autoengaños, de arrogancias a sotto voce, de reparos sobre las investiduras de la cobardía y de la valentía, de descaro embrutecido y de una compasión nociva que se presenta en estos diálogos, tan bien delineados y tan bien puestos en escena, tiene una contundencia que si el sopor nos ganaba por momentos, esta irrupción, si bien muy pasiva, sin exabruptos, sin griterío ni explosiones, quiebra la película en dos y nos quiebra a nosotros por un buen rato, un rato que se extiende traspasadas las puertas de la sala.

Una de las escenas finales, la de la borrachera del protagonista junto con sus amigos será el remate para dejar bien demarcada la incapacidad de los personajes de abandonar el círculo vicioso que se han forjado alrededor.

En las aisladas tierras erosionadas de la Capadocia turca, los valores, los ideales, los principios y las tradiciones se mostrarán también calcáreos y débiles, fácilmente habitables por quienes han decidido escarbar para refugiarse dentro de ellos. Los personajes desnudan la cara fea, la cara boba de las relaciones humanas envilecidas por el resentimiento, a través de la palabra fría y los gestos implacables; sin efectismos ni sensiblerías, con una crudeza que merece su reconocimiento. Un retrato duro al que no deberíamos negarle la quijada.

Sueño de invierno (Kis uykusu, Turquía/Francia/Alemania, 2014), de Nuri Bilge Ceylan, c/ Haluk Bilginer, Melisa Sözen, Demet Akbag, Nadir Saribacak, Ayberk Pekcan, Nejat Isler, Tamer Levent, 195’.

KapringenPosterEl secuestro. El garage de la compañía naviera en penumbras y el auto del CEO que sale a la luz natural del exterior. El portón que se cierra y el plano vuelve a oscurecerse. Acaso sea la escena final una cristalización más o menos evidente del juego de claroscuros que impregna este intenso drama psicológico. Se resume el contraste entre los dos mundos en pugna: la débil luminiscencia del comedor y los lugares donde mantienen a los rehenes de la tripulación – especialmente el depósito donde los confinan en los picos más álgidos de la negociación- y la constante luz artificial de las oficinas, donde los ejecutivos trazan las estrategias para invertir la menor cantidad de dinero en la liberación de sus empleados.

La creciente mugre de los piratas somalíes y la de los marinos daneses con el pasar de los cinco meses de cautiverio en altamar choca con la pulcritud de los burócratas que siempre se conservan en sus camisas, sus gemelos y sus corbatas perfectamente seleccionados. Es interesante que el momento de mayor vulnerabilidad del frío y calculador CEO, Peter Ludvigsen (interpretado con justicia por Søren Malling), que decide tomar las riendas asumiendo el rol de negociador pese al consejo de los expertos, sea cuando es sorprendido durmiendo en camiseta en el sofá de su despacho y que sea solo al vestirse, recuperando sus atributos y el dominio, cuando se permite la explosión de ira propia de un hombre que se impone por sobre los demás.

La tripulación, liderada por el cocinero (Pilou Asbæk) en su rol de interlocutor entre captores y empresarios, sin embargo es subsumida a la dejadez: sin ese poder para estallar y echar a quien sea de su vista. De hecho, ocurre todo lo contrario; ellos son los expulsados, los relegados, los confinados en su propio barco: deben comerse la bronca, la impotencia de ver cómo sus empleadores dilatan el cautiverio hasta la enajenación. Es importante señalar que el guión se basa en una historia real, que los marineros no son actores y fueron realmente secuestrados en circunstancias similares, al igual que el buque Rozen, en 2007, y que fue filmado frente a la costa de Somalia, en una zona con alto potencial de ataque pirata.

Al lado del buen desempeño de Asbæk, es Malling quien merece un párrafo aparte por su trabajo, que ya he disfrutado en Forbrydelsen –la serie original danesa imitada con dificultad por la estadounidense The Killing– y en Un asunto real. Y el director Lindholm co escribió La cacería, con un Mikkelsen impecable; ta, lo dije.

Aquí pueden leer un texto de Marcos Vieytes sobre Kapringen.

El secuestro (Kapringen, Dinamarca, 2012), de Tobias Lindholm, c/ Pilou Asbæk, Søren Malling, Dar Salim, Roland Møller, Gary Skjoldmose Porter, Abdihakin Asgar, Amalie Alstrup, Amalie Vulff Andersen, Linda Laursen, Keith Pearson, 99’.

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