La obsesión. Primero fue la de un músico, Francisco Canaro, con los ojos de una mujer. Muchos años después la de un cineasta con la figura toda de esa misma mujer. Ada Falcón le inspiró a Canaro la composición del vals Yo no sé qué me han hecho tus ojos. Después fue Sergio Wolf quien, junto a Lorena Muñoz, utilizó ese nombre para su primera película, en la que persigue el rastro de la mítica cantante que en la década del 40, en pleno apogeo de su carrera, decidió retirarse y no aparecer nunca más en público. Ada se ocultó. Ocultó sus ojos y su pelo, símbolos de su encanto, decidió no mostrarse nunca más hablando con un hombre. Decidió no cantar más.
Los directores lograron sortear esa decisión y recuperaron milagrosamente la imagen y la voz de Ada en aquel documental. Pero algo quedó flotando en el aire, una sensación de incomodidad, una especie de fuerza atrayente difícil de precisar, una inquietud que obligaba a volver.
Viviré con tu recuerdo, título de la última canción grabada por la cantante y notable tercera película de Wolf, regresa a la figura de Ada Falcón y en especial a una escena de la que el director conserva la imagen pero no el audio. El pasado parece confirmar en el presente una decisión irrevocable, un juramento secreto que los años (y el cine) se encargaron de revelar. El tiempo, y las obsesiones que este encierra, son los temas de la película, y son también los de la obra de Wolf en general. El suyo es un cine hecho en primera persona, un cine del movimiento, un cine que expone y materializa el pensamiento y el cuerpo. En sus tres películas hay viajes e investigaciones, en las tres está él, tanto detrás como delante de la cámara, en las tres la voz que narra es la suya, y es esa particularidad la que permite ver el paso del tiempo, la que acentúa la indagación y la recurrencia sobre un mismo tema.
Lo que Falcón ocultó con determinación por aquel entonces Wolf parece transferirlo, acaso involuntariamente, a su propia persona en el presente. En Yo no sé qué me han hecho tus ojos su pelo era más voluminoso y más oscuro; ahora hay menos cantidad y abundan las canas. Entre una película y otra hay trece años de diferencia, en el medio Wolf hizo El color que cayó del cielo, otra película de persecuciones y objetos perdidos, otra película sobre mitos y leyendas, pero la obsesión por la figura de Ada nunca lo abandonó, y esos cambios que hoy muestra su cuerpo parecen indicar que jamás va a hacerlo, que ser cineasta es una forma de ejercer la libertad pero también un modo de mostrarse presa de la repetición y el devenir.
Viviré con tu recuerdo es una película de amor sobre las relaciones y las obsesiones entre las personas, pero también una maravillosa reflexión sobre el acto de hacer cine. La voz de Ada se va tornando cada vez más esquiva, se va alejando para siempre, pero el cineasta no puede hacer otra cosa que volver una y otra vez sobre su musa para intentar retenerla, para que el olvido no se la lleve por delante. Wolf ensaya posibles sentidos sobre las imágenes, retrocede, se detiene en ellas, en la boca de Ada, consulta a una lectora de labios para que descifren lo que la cantante dijo aquella vez y que el cine y los años no pudieron conservar, consulta a otros cineastas (las dos apariciones de Edgardo Cozarinsky son dos lecciones brillantes sobre cómo darle entidad al mundo para que no desaparezca, dos lecciones sobre la creación como modo de estar vivo y resistir ante lo que perece lentamente), las imágenes de Ada se repiten una y otra vez como un misterio, como un acertijo indescifrable. Por momentos Wolf y la intérprete de labios logran captar una oración completa, en otros apenas obtienen palabras sueltas.
El final encontrará al propio Wolf sentado de espaldas a la cámara, mirando su figura y la de Ada en la pantalla mientras suena la canción que le da título a la película, como fijando la relación que los unirá para siempre, como confirmando un destino que ya estaba escrito hace mucho tiempo.
Viviré con tu recuerdo (Argentina, 2016), de Sergio Wolf, 62′.
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