
Cuestión 1: Vilas, serás lo que debas ser o no serás nada no es un documental biográfico sobre Guillermo Vilas. ¿Hay allí un engaño al potencial espectador?. Difícil decirlo. Porque, en todo caso, ese atractivo circuló más por la campaña de difusión y por la confusión de algunos comunicadores que quisieron ver lo que no hay. Es cierto que la película de Matías Gueilburt no reniega del todo de esos elementos, especialmente en el primer tramo, cuando parece decidido a enfrascarse en una cronología de los inicios de Vilas desde que empuña por primera vez una raqueta hasta su ascenso meteórico que lo lleva en pocos años de ganar el Orange Bowl –por aquel entonces, década del 70, el torneo de juveniles más importante (¿o solo el más renombrado?) del mundo- al triunfo en la final del Abierto de los Estados Unidos ante Jimmy Connors. Pero esa cronología nunca se convierte en el eje del documental, en tanto va alternando un seguimiento más o menos estricto con saltos temporales que le permiten avanzar. Es cierto también que en esa síntesis biográfica apretada parecen estar los tópicos más frecuentes del relato sobre Vilas, desde su relación con Locícero hasta las disputas deportivas con Jimmy Connors y Bjorn Borg, pasando por sus triunfos más rutilantes en el Torneo de Maestros ante Ille Nastase o en la final de Forest Hills ya mencionada. Pero, por sobre todo, ese carácter biográfico desaparece cuando justamente esa final es el punto de llegada: aún cuando en algún momento se menciona a 1982 como otro de los grandes años de Vilas –algo que personalmente no recordaba, a pesar de haber vivido y disfrutado de esa época del tenis-, el relato se detiene en ese final de 1977, ya no para omitir la inevitable debacle que sobrevino unos cuantos años más adelante, sino también dejando de lado las épicas batallas –e incluso las inesperadas victorias y derrotas- de la Copa Davis, que en aquel momento eran, en Argentina, un sinónimo de Guillermo Vilas.
Cuestión 2: El problema no son los archivos. Aún cuando como buen documental producido por la industria –y en este caso, por la cadena que viene proveyendo a buena parte del mundo de este tipo de productos- no se incline por un trabajo demasiado arriesgado en su utilización, los archivos fotográficos y fílmicos sobre los que se basa no dejan de ser interesantes. Posiblemente no sean demasiado originales, ni haya grandes descubrimientos, pero por cierto que las imágenes que se utilizan –salvo las de la final con Connors- no suelen verse con habitualidad. En todo caso, lo que hace el documental es volver a poner en circulación, en otro formato y para un público más amplio que el que supondría el fanático del tenis, un conjunto de imágenes que van desde la final con Borg en el Lawn Tennis del 73, las finales de Australia hasta las del Masters del 74. En todo caso, lo que podría señalarse es que el documental no termina de aprovechar del todo -¿porque no pudo o porque no quiso?- el tremendo archivo que Vilas le legó al periodista Eduardo Puppo, del que apenas podemos atisbar algunas hojas de sus diarios de viaje y una panorámica demasiado rápida y acotada sobre los objetos mientras eran organizados por el periodista y su familia.

Cuestión 3: En todo caso, el problema de los archivos es para qué se los utiliza. No alcanza con disponer de ellos en mayor o menor medida si no se sabe con precisión para qué se los quiere. En el caso del documental de Gueilburt, su función es meramente ilustrativa, una forma de poner en pantalla algunos momentos de la historia de Vilas que cimentaron su lugar en la historia del tenis. Pero si, como decía antes, el documental no intenta ser una biografía de Vilas, entonces hay algo en esa utilización que no funciona. Especialmente porque si el objetivo es demostrar por qué razones Vilas fue efectivamente el mejor jugador de tenis del mundo en algunos períodos del año 1975 y 1976, el trabajo sobre los archivos no permite establecerlo, ni siquiera atisbarlo. No hay nada que permita desde las imágenes apoyar esa tesis, porque en definitiva su uso no apunta a ello, sino a mostrar momentos aislados de esa trayectoria. El ejemplo tal vez más contundente sea la importancia que se le da a las imágenes que muestran la presencia del padre de Vilas en la tribuna durante el Abierto de Australia que termina ganando. Lo que hubiera funcionado en la construcción de un perfil biográfico aquí se diluye porque no entra en contacto con el objetivo del documental.
Cuestión 4: La película no es Vilas sino la investigación de Puppo. El núcleo de tensión de todo el relato es la obsesión del periodista primero, y su correlación posterior con un análisis de datos matemático que permite establecer en qué momentos Vilas fue el número uno. Ese es el mayor aporte del documental y, en cierto sentido, puede entenderse como un documental de estructura clásica y relacionado incluso con ciertos estándares del cine de ficción. Puede parecer acaso algo esquemático, pero lo que sostiene el foco de interés del documental es solamente la obsesión de Puppo y el resultado de su investigación. Ahí es donde está la película y no en la historia de Vilas. En todo caso, Vilas solamente entra en esa historia como un efecto colateral, donde incluso su opinión, su visión, aparece algo lavada en comparación con las entrevistas a periodistas extranjeros que expresan alguna oposición a la búsqueda de retrotraer las decisiones del pasado. Por esa razón, ese perfil biográfico que se atisba y que se menciona antes, parece correr en paralelo con la historia de Puppo, con la que se roza solamente de manera tangencial. Dicho de otro modo, la biografía de Vilas y los archivos visuales que se utilizan no están en función de la investigación de Puppo, sino como un elemento separado que no contribuye a la construcción del relato.

Cuestión 5: La ausencia de conflictos. No es de extrañar en un documental financiado por Netflix que se tienda a suprimir todo conflicto y que las miradas tiendan a ser condescendientes con el personaje retratado. El problema que genera es que esa unanimidad que se vislumbra de las entrevistas –Borg, Wilander, Becker, Tiriac, Nadal y Federer en menor medida- da la sensación de una generalidad y una aceptación que no suena por lo menos demasiado verosímil. Ausentes las voces de quienes tuvieron mayores disputas con Vilas –del propio Connors involucrado en la cuestión directamente o, se me ocurre, de jugadores como McEnroe, Lendl o Clerc-, lo que queda es un trabajo que se sostiene en un modelo matemático que no admite contradicciones ni contraindicaciones. Entonces, el perfil de Vilas y el de su lugar en el ranking queda parcializado de una manera excesiva, como si someterlo a la discusión fuera darle motivos a la ATP para no tenerlo en cuenta. Pero, sobre todo, condena al documental a una mirada unívoca, que ni siquiera alcanza a mimetizarse con la obsesión del periodista, única fuente de empuje creíble para la historia.
Calificación: 5/10
Vilas, serás lo que debas ser o no serás nada (Argentina, 2020). Dirección: Matías Gueilburt. Guion: Matías Gueilburt, Nicolás Gueilburt, Gianfranco Quattrini. Entrevistas: Boris Becker, Roger Federer, Marian Ciulpan, Rod Laver, Rafael Nadal. Duración: 94 minutos. Disponible en Netflix.
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