El segundo largometraje de la realizadora francesa Marie Losier se enmarca en la lógica del retrato documental de la vida de un personaje. En Cassandro, el exótico (2018) la directora intenta bordear el camino por el cual Saúl Armendáriz, texano de ascendencia mexicana, se ha transformado en «Cassandro, el exótico», un luchador de catch, con 26 años de trayectoria en el ring, que ha llegado a ser el primer campeón mundial exótico en el año 1991.

La cámara de Losier va siguiendo a Cassandro en su vida cotidiana: la intimidad en su hogar, sus entrenamientos, sus preparativos en el vestuario, sus combates, sus giras junto a la compañía de Los exóticos, y va alternando mediante el montaje imágenes de archivo audiovisual (entrevistas, apariciones televisivas) y fotográfico que dan cuenta de su carrera en el cuadrilátero. 

De la mano de la directora, Cassandro recorre los lugares de su infancia (la escuela, la casa donde fue abusado sexualmente), su momento de oscuridad al caer en la adicción a las drogas, su rehabilitación en Narcóticos Anónimos y la terapia de sostén que realizó durante 10 años. Refiere también el prematuro fallecimiento de su madre y la difícil relación con su padre. Losier acompaña y sostiene a su personaje, gracias a su buen timing para que Cassandro aborde los momentos dolorosos de su vida pero evitando el forzamiento del testimonio o el patetismo lacrimógeno. 

En la primera imagen de Casandro, lo vemos sentado ante el tocador maquillándose los ojos, realizándose brushing, aplicándose fijador en su cabellera y calzándose una malla de color rosa brillante. Su marca de estilo en el ring es la ropa deportiva glamorosa y elegante, con batas bordadas y con cola, inspiradas en el vestido de novia de Lady Di. A Cassandro le atraen los hombres y la lycra. Y si bien se trasviste con la apariencia de una mujer cada vez que sube al escenario de boxeo, fuera de él su apariencia física es acorde al género masculino, aunque conserva el detalle de la cuidada cabellera, las camisas extravagantes y las botas con taco.

Cassandro es una auténtica drag-queen de los cuadriláteros, una performer del ring con algo de rock-star irreverente, que se sella en sus saltos voladores desde el ring hacia el público. Cassandro nos enseña que es posible la no coincidencia del sexo biológico, la apariencia de género, la elección del partenaire y la posición sexuada en una unidad fija y determinada desde el vamos por la biología y la función reproductiva, y que, por lo tanto, la sexuación es asunto de invención. Y si bien la marca de su apariencia está cifrada en el recuerdo de quedar prendado a la imagen de su madre maquillándose, es interesante detenerse en el significante que lo nombra: Cassandro, el exótico. Este significante exótico ya da cuenta de una sexualidad disidente respecto de la norma macho ligada a la fuerza y el sometimiento que representa tradicionalmente el boxeo. Pero el exotismo de Casandro no está dado solamente por ser gay o por la apariencia femenina con la que sale al ring, su más allá de la norma macho patriarcal, se refleja principalmente en su hacer de la lucha un arte coreográfico, que lo emparienta a la danza, y también en la práctica de rituales religiosos propios de la cultura ancestral mexicana, donde despunta un goce otro.  

Cassandro también muestra las marcas en su cuerpo, testimonio de las heridas que recibió por maltrato debido a su orientación homosexual y de varias cirugías por rotura de diversos huesos como consecuencia de su oficio. Ser un luchador en el cuadrilátero es metáfora de ser un luchador en la vida. El ring es el escenario donde tramitar los sinsabores de la vida. Cassandro, el exótico es la marca identitaria que da cuenta de una torsión por la cual los golpes padecidos pasivamente, devienen golpes dignos donde el cuerpo se entrega con consentimiento a una práctica deportiva y artística. El exótico es el nombre de un pasaje del lugar de víctima al de victorioso.

El documental de Losier llega hasta el punto en que el cuerpo físico ya no da más y Cassandro se ve forzada a considerar el retiro del escenario al que se resistió durante largo tiempo. En este punto, es interesante el formato de pantalla cuadrada por el que opta la directora cifrando el encierro conflictivo que se presenta al personaje y también la estética de 16 mm que da cuenta desde los colores de la nostalgia de la gloria que fue y del crepúsculo de la estrella.

Sin poder continuar luchando, a Cassandro se le plantea el desafío de re-inventarse, pero el primer efecto es de abatimiento y desesperanza. El protagonista se aferra al misticismo de la cultura indígena mexicana. En este tramo, es cuando la película asume una faceta más experimental y ficcional, creando imágenes de una gran belleza poético-onírica en la soledad de las dunas del desierto mexicano. Esta ruptura del formato tradicional documental conviene y acompaña adecuadamente al exotismo de Cassandro en materia de género sexual.

Pero no está muerto, quien pelea.  En este punto, interesa destacar el significante Lucha Libre que la directora recorta en luces de neón de una de las performances de su personaje y que en el contexto de las diversidades de género adquiere otras resonancias. En el documental mismo, se vislumbra la senda de una nueva torsión desde la cual Cassandro puede reinventarse. El pintoresco, entrañable y valiente protagonista es sin lugar a dudas un pionero. Cassandro ha sido un luchador diverso y talentoso que, a fuerza de muchos golpes, se supo hacer lugar en el catch al romper en acto con el prejuicio que asocia exotismo con fenómeno de feria. La Lucha Libre continúa debajo del ring y por otros medios, como transmisión activa que abre posibilidades a las futuras generaciones. 

Calificación: 7.5/10

Cassandro, el exótico (Cassandro, the Exotico!, Francia, 2018). Dirección: Marie Losier. Guion: Marie Losier, Antoine Barraud. Fotografía: Marie Losier. Elenco: Cassandro. Duración: 73 minutos. Disponible en https://www.cineueargentina.com/

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: